Capítulo 15: Beso fugaz

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Obscuridad era lo único que Elizabeth veía, por un momento pensó que estaba ciega, pero al ver una línea de luz por debajo de una puerta, supo que solo se encontraba en un cuarto oscuro.

—¡Ayúdenme! —pidió desesperada—. ¡Sáquenme de aquí! —gritó sintiendo que se quedaba sin aire. Desde siempre había temido a la oscuridad y estar rodeada de ella solo hizo que se pusiera a llorar. Golpeó la puerta esperando alguien la liberara, pero todo estaba rodeado de completo silencio, uno que le permitía escuchar su corazón martillando en sus oídos—. ¡Por favor, ayuda! —lloró al tiempo que gritaba con desesperación, golpeando la puerta sin parar, a pesar de muy dentro de ella saber que se encontraba sola y nadie podría ayudarla.

Abrió los ojos de golpe, llenos de lagrimas por la terrible pesadilla, que no era mas que un reflejo de su estado de ánimo. Estaba atrapada y se sentía completamente sola, hundida en la obscuridad.

—Por fin despiertas —el demonio la miraba atento, sentado en el sofá al lado de la cama.

La chica giró la cabeza, para no verlo y limpió su llanto con las manos, intentando recomponerse. Seguía empeñada en no dejarse ver débil frente a él.

De golpe llegó a su memoria el recuerdo de lo ocurrido en el bosque y la promesa del demonio. Quería ver a Angel, pero antes de poder proponerlo Gabriel habló.

—Llévatela y aséala —pareció decirle a alguien más en la habitación y sin tardar, una mujer joven apareció destapándola y tomándola por los hombros, ayudándola a ponerse de pie para encaminarla al baño.

Elizabeth se sentía debilitada y caminaba de forma temblorosa, sin poder controlar bien sus pasos, pero apoyándose en la chica y los muebles, logró llegar hasta la tina de baño, en donde se recostó, dejando que su acompañante la ayudara. Se sentía mareada y confundida, como si hubiera dormido por días y no solo unas cuantas horas y a decir verdad ella no era consciente del tiempo ahí. Bien y pudo dormir una semana entera sin darse cuenta de ello.

Gabriel la llenaba de regalos caros; anillos, collares, pulseras, tiaras y vestidos, cuando lo que más anhelaba tener era un reloj y un calendario. El no tener noción del tiempo era desalentador. Deseaba saber cuanto tiempo llevaba ahí, si era de día o de noche. La ausencia de ventanas y luz natural, le hacían creer que era eternamente de día y sentirse detenida en el tiempo.

"Debo ver a Angel" pensó, desesperada. Quería ver con sus propios ojos que se encontraba bien y que todo el sufrimiento estaba valiendo la pena. Se sentía cada día mas deprimida y eso no era nada bueno.

—Ya no llores —la chica intentó calmarla, mirándola con empatía y una tímida sonrisa, mientras le tomaba ambas manos con ternura. Elizabeth volteó a verla, con los ojos rojos por tanto llanto, conmovida por su gesto, uno que agradecía y necesitaba.

Tomó aire y lo dejo salir por la boca, tranquilizándose y tomando valor para pedirle a Gabriel que le permitiera ver a su amor.

A su salida un vestido blanco, más parecido a un baby doll, con escote pronunciado y de falda corta, la esperaba. La chica la ayudó también a vestirse y al finalizar alzó la vista, mirando en el espejo el reflejo de una Elizabeth herida. Se veía mas delgada, pálida y con ojeras apenas perceptibles, notándose triste y cansada. Regresó su mirada abajo y salió del baño, dirigiéndose a su peinador, en donde la esclava de Gabriel le secaba y peinaba el cabello, mientras ella se perdía en la melodía de su caja musical, viendo a la bailarina girar y girar.

Hundida en sus recuerdos no se percató cuando la chica se fue, solo lo notó al sentir la fría mano del demonio sobre su hombro.

—Vamos —la alentó y ella no pudo evitar levantar la vista, mirándolo con emoción por el reflejo. Él solo asintió y ella se levantó de un brinco, casi corriendo a la puerta, en la espera que la abriera.

Cautivada por el ángelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora