Capítulo 19: La fiesta de Cedric

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Los escalones en la entrada le hicieron saber de inmediato en donde se encontraban. Reconocería la mansión del amigo de Gabriel, en donde fuera. Solo él podría poner una alfombra azul aguamarina sobre el mármol rojo y hacer que luciera tan bien. La decoración interior no distaba mucho de esa paleta de colores, combinando rojos, azules y grises. A pesar de no tener permitido elevar la mirada, podía notar de reojo los detalles del lugar y distinguía el gusto minimalista, del demonio de mirada anaranjada, que, a comparación de Gabriel, no conservaba gustos de la época renacentista, sino mas bien, contemporáneos.

—Cedric —saludó su acompañante.

Elizabeth distinguió la figura del demonio, haciéndole una leve inclinación, sin despegar la vista de sus zapatos. Incluso su vestimenta reflejaba su estilo mucho más relajado y fresco. Era escalofriante.

Bonjour —saludó a Elizabeth, dándole un beso en cada mejilla, mientras tomaba sus manos. Siempre que lo visitaban la saludaba de igual forma y como cada vez, ella cerraba los ojos al tenerlo tan cerca, mientras un estremecimiento recorría su piel. Desde la primera vez que lo vio, en la fiesta de máscaras, hubo algo en él que no le gustaba.

Con un ademan los invitó a pasar, mientras saludaba amistosamente a sus demás invitados. Olvidándose momentáneamente de ellos.

En el corredor, un camarero se acercó ofreciéndoles una bebida, que Gabriel no tardó en tomar, mientras Elizabeth se entretenía contando sus pasos, mirando lo bonito que ondeaba su vestido negro con dorado, cada que caminaba.

Al entrar al salón principal la música invadió sus oídos. El saxofón sonaba en lo alto, mientras las parejas bailaban al ritmo del instrumento. Se dio paso al lugar, sujeta al brazo del demonio, que mantenía la frente en alto, vanagloriándose. Para Elizabeth no le era imperceptible que la presumía como uno más de sus logros y es que para la fecha, la mayoría de las humanas habían muerto ya, quedando pocas en las fiestas y reuniones. A pesar de no levantar la vista, notaba la gran diferencia en vestimenta y cuidado, que le daban los demonios a sus esclavas, en comparación de Gabriel. Él tenia otras formas de maltratarla que no eran matarla de hambre o a golpes, por lo menos no a ella. Era tan inteligente como para saber que a la humana no había algo que le doliera más que Aniel. Lo que el demonio desconocía eran los planes que empezaba a formar Elizabeth en su mente para liberarlo.

Una vez más, fueron abordados por el camarero. Tomando el demonio ahora dos bebidas, una para él y extendiendo la copa restante a su humana. Ella negó sin atreverse a levantar la vista. "Debería saber que estando embarazada no puedo tomar" pensó, agarrando la copa para no contradecir de nuevo al demonio. Al darle un sorbo, descubrió que no se trataba de otra cosa, mas que de jugo de arándano. Media sonrisa se asomó en la comisura de sus labios. Gabriel siempre pensando en todo. Imaginó que seria sospechoso que los demonios no la vieran tomar, así que exigió al camarero le sirvieran una copa de jugo de arándano, que conservaba el mismo tono del vino que todos tomaban, sin hacerlo evidente a simple vista. Elizabeth quedó sorprendida, dándole un sorbo más a su jugo.

La afluencia de gente aumentaba considerablemente y Gabriel pasaba de un lugar a otro solo para conversar por periodos cortos de tiempo, hasta que una mujer alta y esbelta lo llamó a la distancia, invitándolo a sentarse a su lado. El demonio no tardó en llegar hasta ella, tomando asiento, concentrándose en ella por completo, coqueteando deliberadamente.

La humana aguardó al lado de su amo, sentada sobre el suelo, mirando sus manos y perdiéndose en sus pensamientos. No prestó atención al comportamiento del demonio. En realidad, no le interesaba lo que hiciera, mientras a Aniel y a ella los dejara tranquilos. Le gustaba que por primera vez no fuera ella a quien tocaba y besaba. Agradecía le diera un respiro.

Cautivada por el ángelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora