Cameron Dallas

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—¿Verdad o reto, Martha?

Desvío la mirada hacia Cameron y me toma un segundo abrir la boca ligeramente en sorpresa y clavar los ojos en la botella que indica es mi turno.

—Espera —Molly nos detiene y esboza una sonrisa cómplice en mi dirección—. Tú siempre eliges verdad, es mejor que sea reto —deja de mirarme y observa a Cameron—. Martha escoge reto —dice con seguridad.

Entorno los ojos recelosa y enarcando una ceja, junto las manos en el regazo. Quiero decir algo pero no me lo permitirán, me quedo callada y aferrada a mi lugar.

—Bésame.

Me atraganto con la soda que estoy bebiendo.

—¿Qué? —barboteo incapaz de mantener la compostura—. ¿Qué has dicho?

Cameron mira de soslayo a uno de sus amigos y me dirige una sonrisa. Mis ojos suspicaces siguieron lo que señalaba con un dedo: sus labios, que humedece al mi mirada toparse con estos.

—Que me beses, Martha.

Mi piel se torna pálida y súbitamente me ruborizo. Qué vergüenza.

—No.

Un abucheo a coro reina el silencio de la habitación y Molly, con una sonrisa instalada en la cara, me da un empujón leve con su brazo.

—Hazlo, Martha —musita mi amiga, acercándose a mí—. Te ha gustado Dallas desde que tengo uso de razón.

Y no miente, es cierto. Cameron me atrajo a los catorce años, y ya han pasado tres desde que lo oteé a través de mi ventana, de pie en el lado contrario de la acera.

—Está bien —Suspiro nerviosa y arrugo la tela del jeans con mis manos sudorosas—. Pero aquí no —demando.

Cameron se hinca en rodillas y procede a levantarse, me extiende una mano y con una gran sonrisa dice:

—Por mí está bien, en el lugar que sea y donde sea yo seré feliz de probar tus labios.

Mis mejillas volvieron a retomar un color rojo, avivándose en bochorno.

—Como quieras —espeté tratando de lucir calmada.

Tomo su mano y él desliza sus dedos por la mía, me agarra con delicadeza y me levanta del suelo. Por alguna razón, dejo que enganche su brazo en torno a mi espalda y permito que me lleve escaleras abajo. En el salón existe un silencio que se aprecia mejor que en el cuarto de Terrence, allí se percibe el olor a marihuana por donde estés y aquí huele a cítricos con una mezcla de canela.

—¿Adónde deseas ir? —pregunta él, dejándome atrás.

Estamos fuera de la casa y nos encaminamos a lo que parece ser el coche de Cameron, él abre la puerta de copiloto y con los ojos rutilantes, esperaba a que lo monte.

—¿Te gusta más la pizza o las hamburguesas? Podríamos ir a comer panqueques a mi casa, mi mamá me dejó la receta antes de marcharse a trabajar —agrega notando que no estoy completamente segura y dispuesta a irmw con él—. No te haré nada, lo prometo. —De repente, sus mejillas enrojecieron—. Me siento como un estúpido por haberte dicho eso, no sabía que te incomodaba o que creas que puedo hacerte daño. Jamás lo haría.

One Shots {2}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora