Cameron Dallas

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—Mamacita —Cameron besa mi cuello múltiples veces y un par de segundos al él alejarse y yo observar su rostro fundido en placer, no tengo dudas de que haya dejado una marca de la cual está muy orgulloso.

Me alza desde las caderas y envolviendo mi menudo cuerpo entre sus brazos y entrelazando nuestras piernas, él se deja caer sobre la cama conmigo encima.

—No me dejes nunca, eres lo más preciado de mi vida —confiesa mientras sus besos se dirigen hacia mi mandíbula y sus manos dibujan círculos alrededor de mis pechos y sus dedos rozan mis delicados pezones.

—No sería capaz —Me corto a mitad de frase cuando Cameron aparta la escasa tela que cubre parte de mi busto para meter uno en su boca y succionarlo a gusto, su lengua oscilando la punta de uno de mis sitios más erógenos.

Y para sumarle, su mano viajó dando suaves caricias por mi torso y abdomen hasta llegar al borde de mi ropa interior inferior e introducir sus dedos, permitiéndose acomodarlos y moverlos justo en ese punto que, combinándolo con el jugueteo ocurriendo más arriba, me produce magníficas sensaciones que sólo Cameron es capaz de provocar.

—No se te ocurra detenerte —digo después de que gemí y presencié su amago de tratar de alejarse—. Acaba lo que empezaste, maldita sea.

Se detuvo por un segundo y me miró, su rostro enarbolado dándome a entender que lo que he le dicho lo ha puesto más caliente.

—Si me lo dices así, creo que acabaré incluso antes de empezar —dice y eso hace que se derrame una gota del vaso que todavía falta por colmar.

Tres de sus dedos se deslizan sumergiéndose dentro de mí y dejando que los de la otra mano se encarguen de pellizcar mis pezones, baja su boca hasta mi monte de Venus y utiliza la lengua para ayudar al vaivén que sus húmedos dedos hacen, generándome así aún más placer que antes.

Cameron acelera los movimientos y creo que me volveré loca en cualquier momento. Gimo demasiado, tanto que debo morderme el labio para acallar esos gemidos que me hacen lucir como una pervertida. Pero él hace lo que hace tan bien que no lo puedo evitar, como tampoco puedo evitar arquear mi espalda cada vez que los dedos dentro de mí acarician la parte que puede desestabilizarme y hacerme temblar de manera surreal.

—Ahí, ahí... Justo ahí—intento respirar pero hasta eso se me dificulta; cada un respiro es un nuevo gemido escapándose de mi boca.

Cameron ralentiza el movimiento de sus dedos y por último, los saca; lo mismo ocurre con su boca ya que se aleja.

—Imbécil, estaba apunto de llegar —Me enfado y ni siquiera le dejo continuar o excusarse.

Me siento rápidamente con las piernas cerradas y él hace lo mismo, desconcertado.

—¿Qué hice?

—¿Por qué te detuviste? Te dije que no lo hicieras, estaba alcanzo el climax.

—Amor —comienza—, no te enojes por eso —Una sonrisa ensancha su boca y quiero golpearlo en la cara por ello—. Iba a cambiar de posición para que sintieras más al terminar.

La sangre se acumula en mis mejillas y esquivo el beso que trata de darme, todavía un tanto enojada, pero finalmente, cedo.

—Ponte aquí —dice interrumpiendo el contacto de nuestros labios, una sonrisa estirando los suyos.

Permito que me tome de las caderas y él me desliza hacia sí, llevándome consigo hasta el borde de la cama, donde mis piernas quedan en el tope, abiertas a su disposición y mejor accesibilidad.

Su lengua vuelve a lamer allí abajo y a continuación introduce dos dedos, los cuales desprenden un jadeo y gemido sonoro al estos moverse a una velocidad que me hace delirar.

Encontró mi punto débil.

Esboza una sonrisa socarrona cuando ve mi expresión fruncida fundada en placer y distingue lo que su acción provocó en mí.

Me retuerzo sobre las sábanas y cierro mi puño en uno de los extremos de la misma.

—Cameron...

Doy un gemido final antes de que mis piernas sufran intensos espasmos y mi espalda se enarque debido al orgasmo que recibo mientras él continúa moviendo los dedos con gracia como sabiendo que eso causa nada más que un placer incesante.

Se detiene e irguiéndose, frota nuestras desnudas anatomías hasta su boca llegar al lóbulo de mi oreja.

—¿Repetimos o tercera fase? —inquiere y saborea los restos que todavía penden de sus labios.

—Ambas.

éste one shoot va dedicado a Greatlysmall, espero que te haya gustado
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One Shots {2}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora