Capítulo IV

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23 de Diciembre, 1989.

Observaba a la mesera desde la enorme ventana fuera del lugar. Llevaba unos veinte minutos ahí de pie, fascinada por sus delicados movimientos, su sonrisa, su hermoso cabello castaño, sus ojos... Fascinada por aquella hermosa mujer.

Cada célula de su cuerpo se tensó cuando los obres verdes de la chica se posaron sobre los suyos; le sonrió, dulce y amablemente. Ella tragó saliva.

-¿Espiando por las ventanas? Eso es de muy mala educación.- se giró ante el llamado de aquella voz; ronca y profunda.

-Yo--no--no estaba--yo...

Idiota, deja de balbucear.

-Oh, tranquila. Se lo difícil que es dejar de mirarla.- el chico rió. Se acercó hacia ella, intimidandola con su enorme altura-. Pero te agradecería que dejaras de espiar a mi novia.

Claro, aquél era su novio. Algo sobreprotector y demente, pero apuesto después de todo. No lo suficiente para alguien como la bonita chica de ojos verdes.

Apestaba a perfume caro y canela. Apestaba a alfa. Nada comparado con el dulce olor de la mesera.

-Yo no estaba... e-espiando a tu--tu...

-Mi novia.

-Exacto.

-¿Entonces que hacías? ¿Tratar de robarmela?.- el chico se acercó, ella retrocedió un paso.

-No--yo...

-Ella nunca se fijará en alguien como tú, omega lesbiana.

Fue cuando lo sintió; aquellos tan conocidos brazos alrededor de su cintura, protectores, firmes y reconfrontables. Era ella, otra vez ella. Su omega se estremeció.

-¿Molestando a mi chica?.- su voz sonaba firme y ronca, más aterradora de lo normal.

-Ella estaba molestando a la mía...

-Ella estaba esperándome a mi, estúpido.- escupió con descaro y repugnancia en su voz. El chico era repugnante.

-¿Entonces porqué estaba viendo a mí novia...

-Ella no es una psicópata.

Le estaba defendiendo, aún cuando sabía que en realidad si espiaba a la chica. Aún cuando no tenía idea de que hacía ahí. Aún cuando hace treinta minutos se escapó de su lado. Aún sabiendo que después de eso la seguiría rechazando.

-Pues lo parece.

-Mira...

-Héctor Mi...

-No me interesa.- lo calló-. Héctor, te agradecería que vuelvas por donde viniste si no quieres terminar con tu bello rostro morado y los huevos destrozados.

-Ambas están locas.

Y con aquellas palabras, se marchó. La omega de Alíz se estremeció, sintiéndose segura y protegida entre los brazos de aquella chica. Y gimió bajo cuando los labios de ella se pegaron a su cuello.

-Volveremos a casa y vas a explicarme todo esto.- murmuró, Alíz respiró entrecortado-. Comenzando a contarme el porqué te escapaste de mi lado.- sus brazos atenazaron con más fuerza su cintura-. Sabes que odio eso.

-Yo--Victoria...

-Y sin balbuceos.

Tragó saliva. La piel de Victoria ardía, cómo el mismísimo infierno. Y aquél olor dulzón le golpeó las fosas nasales con fuerza, el pecho de la chica vibraba bajo su espalda.

-Victoria... Estás hirviendo, amor.

La rubia ronroneo contra su cuello.

-Vamos a casa.

Victoria debía dejar de usar aquél tono de voz si no quería que manchara sus nuevos y bonitos pantalones.

VictoriaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora