Capítulo XIII

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17 de Agosto, 1990.

Era de aquellas mañanas que se despertaba con frío, con el viento azotando su ventana, con los brazos descubiertos y los ojos pesados. Oh, como odiaba esa clase de mañanas.

Fijó su vista en la mesita de noche a un lado de la cama, específicamente en su reloj. 12:37pm.

Victoria ya debía de haberse ido. Siempre se despertaba a las ocho y le besaba la mejilla antes de salir. Ese día no lo había hecho. Y tampoco el anterior.

Para las dos de la tarde, Alíz ya se encontraba tomando un tazón de sopa aguada, sumida en un rotundo silencio. Su cabeza dando vueltas. Y alguien golpeando la puerta.

Alguien estaba golpeando desesperadamente su puerta. Y no quería abrir.

-Alíz.- oyó exclamar-. Alíz, soy yo. Abre.

Era Gentrits, su voz sonaba gastada y entrecortada. Suspiró aliviada al escucharla.

Le abrió la puerta con cuidado y antes de que pudiera decir algo, ella se había lanzado en sus brazos, haciéndola caer de espaldas.

-Mierda, mierda. Necesitaba esto... Yo... Necesitaba un abrazo.- murmuró débil contra su cuello. Alíz frunció el ceño, ¿De que demonios estaba hablando?.

-¿Que pasa, Genz?.

-Alessea, se a ido. A dejado una nota, dijo que no le buscara, que rompería el lazo para no hacerme sufrir... Me dejó, Alíz.- sollozó contra su cuello.

La castaña le acarició la espalda con cuidado, susurrando palabras reconfortables al oído. El cuerpo de Gentrits se relajaba poco a poco.

-Ya, shhh. Ella es una idiota que volverá a rastras hacia ti.- le besó la sien.

Cuando se calmó, le ayudó a ponerse de pie y la dejó sobre el sofá. Se fue hasta la cocina para prepararle un te de manzanilla, y darle un par de aspirinas para bajarle la temperatura.

Pero, cuando se asomó a la sala principal. Ella ya se había quitado los zapatos y se encontraba recostada a lo largo del sofá con los ojos cerrados. Respiraba pausadamente, Alíz prefirió dejarla dormir.

Le tomó un par de minutos decidir tomar sus cosas e irse rumbo al estudio de Victoria. Dejó una nota pegada a la nevera, donde le indicaba el número del estudio de su alfa y el porqué de su salida.

La verdad era que estaba aburrida, y cómo todo día aburrido, decidió darle una pequeña visita a su novia. Y llevarle el almuerzo.

El estudio no estaba lejos, y solo le tomó unos quince minutos llegar en autobús. Esa tarde hacía frío, el cielo amenazaba con comenzar a llover, y quizás dar la bienvenida a una estruendosa tormenta. Oh, como las odiaba.

Subió el ascensor del edificio hasta el último piso, donde se encontraba el estudio y oficina de Victoria. Le sorprendió no encontrar a Chloe, su secretaria, fuera de la oficina, contestando llamadas y dedicándole una sonrisa forzada cada vez que llegaba.

-Buenos días, Alíz.- le saludó una de las asistentes que Victoria tenía. Su nombre era Lauda, tenía en cabello púrpura y los ojos marrones.

-Buenos días, Lau.

Siguió su caminó hasta la oficina de su novia. Cogió aire antes de girar la palanca y adentrarse en la habitación.

Y por primera vez, deseó no haberlo hecho. Deseó no haber visto aquello, deseó que sólo fuera un sueño. Se pellizcó la cadera disimuladamente. Sintió el ardor en la zona, no era un sueño. No era un puto sueño.

Se aferró al marco de la puerta para no caer. Le vibraba el pecho, le temblaban las piernas, y ni siquiera se dio cuenta cuando ya estaba tironeando el cabello de aquella omega que segundos antes se encontraba sobre el regazo de su alfa comiéndole la boca. La mujer chillaba mientras sujetaba sus muñecas tratando de que le soltara.

-Jodida puta.

Le dijo, fuerte y claro, antes de lanzarla con brusquedad fuera de la oficina. Cerró la puerta de un solo portazo, Victoria podía sentir la furia de su omega. Le golpeaba las fosas nasales con vehemencia.

Y por un momento, ella sintió miedo.

-¿Se puede saber que mierda estabas haciendo?.- casi gritó, un gruñido alejándose en la boca de su estomago la ahogó.

-Alíz.- trató de acercarse, ella la empujó por los hombros haciendo que se golpeara contra el escritorio.

Se acercó hasta dejarla inmóvil, con su cuerpo por delante y el escritorio impidiendole su escapatoria-. Escuchame bien, puedo ser una simple y jodida omega, puede que seas capaz de tener miles de omegas más, puede que seas una alfa, que tengas más poder que yo en la cadena alimenticia, pero eso... eso simplemente no te da el jodido derecho de romperme el corazón.

-Amor...

Le abofeteó la cara, tan fuerte que le quedó picando la palma de la mano.

-¡Cierra la puta boca, Victoria!.

Sentía el dolor de su omega en el pecho, le quemaba las entrañas, le lastimaba el corazón como si tuviera enterradas miles de pequeñas ajugitas. Se sentía culpable, se sentía una completa mierda.

-Alíz, cariño, perdón yo... ella, fue ella.- calló cuando la omega soltó un gruñido, que rápidamente terminó en un débil gemido.

-Callate, callate, callate, callate. No quiero escuchar tus escusas, no quiero escuchar tu mierda.- se dio la vuelta, pasando sus manos por el cabello.

Se dirigió hasta la entrada, y cuando Victoria creyó que se iría, Alíz se irgió en el suelo tomando entre sus manos lo que parecía ser una bolsa de papel.

-Te traje tu puñetero almuerzo.

Le lanzó la bolsa de papel con fuerza, Victoria la atrapó, apenas, pero lo hizo.

-Aliz...

-Puedes ir al departamento por tu ropa si quieres, Gentrits te la entregará

Y se fue.

Victoria gruñó, lloró y se maldijo a si misma por cometer tal horrible mierdero. Si tan solo esa zorra de Chloe no hubiese llegado, no la hubiese seducido, si tan solo no hubiese caído.

Lanzó todos los papeles, carpetas, hasta su computadora del escritorio. Y lloró como una debilucha tirada en el suelo de la oficina.

"Morirás aficciada en éste mundo lleno de injusticias"



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