Capítulo XI

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1 de Enero, 1990.

Le pesaban las caderas como el infierno y le ardía la mordida en el cuello.

Victoria descansaba a su lado plácidamente; con el cabello sobre sus mejillas y el rostro pegado a la almohada. Estaba atrapada entre sus brazos que abrazaban con fuerza sus caderas, notaba sus mejillas enrojecidas bajo la mata de pelo.

Estaba hirviendo. Lo sentía en el toque de sus manos sobre el hueso de su cadera, en su aliento caliente, en su pecho vibrando, lo sentía por todo su cuerpo.

-Victoria, amor... Estás hirviendo.- ella se removió, y la atrajo con mucha mas fuerza. Alíz soltó una pequeña risita al sentir sus dedos hundirse en la piel de sus glúteos-. Hey, mujer. Despierta.

-Calla, niñita.- murmuró, su voz ronca y lenta. Mañanera.

Alíz rió, y le acarició la mejilla. Su piel quemaba.

-Victoria, estás hirviendo, enserio. Déjame ir por una toalla húmeda, por favor.

-Son los efectos secundarios.- le mordió ligeramente el cuello-. Ya se me pasará.

-¿Efectos secundarios? ¿Te has estado drogando?.- inquirió, Victoria escondió su rostro entre el hueco de su cuello. Su aliento le quemaba la mordida.

-No, amor. He estado tomando supresores.

-¿Supresores? Creí que eso sólo funcionaba para las omegas.

-Son para atrasar mi celo, cuando te fuiste a Francia yo...- gimió de dolor ante la pequeña punzada en sus sienes-. Yo no quería pasar mis celos con nadie más, y comencé a tomar los supresores. Los atrazaba unos dos o tres meses...

-¿Has estado medicandote? Eso puede ser muy riesgoso.

-No, no lo he hecho. El dolor se va luego de unas horas, sólo debo dormir.- Alíz le acarició el hombro.

-¿Los has vuelto a tomar?

-No, pero siguen haciendo éste efecto en mi luego de cada celo.- su voz sonaba cada vez más gastada.

-Cuando no estaba, y llegaba tu celo, ¿cómo le hacías?

-Los pasaba sola, me encerraba en el cuarto de baño y llenaba la tina con agua fría... Luego tomaba una ducha de unas dos o tres horas, eso me relajaba un poco.

-Ya no lo volverás a hacer, yo estoy aquí.- le besó la sien.

-No te vas.

-No me voy.

[...]

Era de aquellas veces que se despertaba, tanteaba a su lado en la cama y estaba frío. Eso indicaba que llevaba bastante tiempo sola en la cama. Lo odiaba.

Se levantó con cuidado, y fue cuando notó la toalla humedecida con agua fría caer sobre sus rodillas. Alíz la había puesto mientras dormía.

Se puso sus zapatillas de dormir y dejó caer la bata de seda sobre sus hombros. Salió de su habitación con cuidado, su cabeza aún dolía y aquello no la dejaba ver claramente.

Alíz estaba sentada sobre la silla de madera en el balcón, con las piernas dobladas bajo su cuerpo y una taza de café entre los dedos. Llevaba una de sus camisetas.

-¿Que hablamos sobre la cafeína?.- ella volteó a verla, sus ojos estaban desorientados.

-Lo siento...

-Me dejaste sola en la cama, sabes que odio eso.- se recostó sobre el marco de la ventana que daba hacia el balcón.

-Lo siento...

Victoria suspiró peinando su cabello con ambas manos.- Dame eso.- se acercó lentamente hasta lograr quitar la tasa de café de sus manos.

-Tú... No te fuiste...

-No, claro que no, amor. Sigo aquí, estoy aquí.

-Estás aquí.

Victoria asintió, dejó la tasa en el suelo y se arrodilló frente a ella. Tomó sus manos entre las suyas y le acarició los nudillos. Alíz la miraba atenta, sus ojos eran un lío difícil de descifrar.

-Estoy aquí. No volveré a lastimarte, ya no te hago daño.- se inclinó y besó sus muslos con cuidado.

-Te amo... Te amo tanto.

Se le calló el alma a los pies. Notó las mariposas revoloteando en su estómago. Su respiración se cortó y le fue casi imposible reprimir una sonrisa.

-Yo te amo más.

Ésta vez se estiró para alcanzar sus labios. La besó.

Y definitivamente ese había sido el mejor año nuevo de todos.

VictoriaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora