Capítulo XV

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FINAL

28 de Agosto, 1990.

No sabía que hora era, cuantas horas llevaba en aquella cama, en aquél cuarto. Pero era de aquellas noches en donde no hacía falta mirar por la ventana y darse cuenta que la luna era un farol brillante en medio del estrellado cielo.

Victoria descansaba con el mentón sobre su cabeza y sus brazos ceñidos en su cintura. Su respiración era lenta, pausada, que casi podía escuchar los latidos de su corazón. La rubia se removió entre sus brazos cuidadosamente, aferrandola con más fuerza hacia su pecho; balbuceaba palabras que no lograba entender.

Tiró su cabeza hacia atrás, contemplando el bello rostro de su mujer. La tenue luz se colaba entre las cortinas y le reflejaba en el rostro haciéndola ver magnífica. Una completa obra de arte. Le acarició la mejilla con cuidado, contornando sus pómulos, labios y nariz.

Victoria volvió a esconder su rostro en el cuello de la chica, le acarició la mejilla.

-Es malo ver a las personas mientras duermen.- murmuró contra la tersa piel de su cuello.

-No cuando eres hermosa aún cuando duermes.- le acarició los cabellos, Victoria ronroneo.

Dio un leve respingo cuando la húmeda lengua de la alfa se pegó a su cuello. Murmuró algo que no logró entender.

-¿Qué has dicho?.

-Que sabes delicioso.

Alíz soltó una risa débil y le besó la mejilla.- ¿Que hora es?.

-Pasado las una de la mañana.- Victoria le acarició el hueso de la cadera-. Ya no irás a tu cita, es una lástima.

Alíz rió.- Si, una completa lástima.

Victoria le besó la clavícula cicatrizada, el cuello, la mordida y mejilla.- No ibas a salir, no irías a ninguna parte...

-¿Que te hace creer eso?.

-Que has estado despierta hace más de una hora, y no te has ido.

-Esa sería una excusa justa.

Victoria le acarició la espalda desnuda suavemente, con delicadeza, como si tuviera miedo de romperla. Su cuello olía a coco y vainilla, dulce vainilla.

-Dios...- arrastró las palabras en un susurro ronco-. Tienes que casarte conmigo.

Se le cayó el alma a los pies. Se fue a las nubes y volvió de golpe. El corazón le latía con fuerza, y le tomó un par de segundos darse cuenta de lo que su alfa había dicho.

-No hagas eso... No lo hagas, porqué... La, la maldita se descontrola.

"La maldita" era como solía llamar a su omega. De forma individual, ella era Alíz, su omega era una chica débil y chillona.

Victoria rió contra su cuello.- ¿He dicho algo fuera de lo normal?, sólo dije que...

-Si, si, si.- suplicaba internamente para que aquél ardor en las mejillas no fuera un sonrojo-. Yo... Venga, estás media dormida, no sabes lo que dices.

-Estoy lo suficientemente despierta para saber que quiero casarme contigo.

Alíz ronroneó con sutileza. Pero cuando su vista se posó sobre la mesa de noche, con las famosas pastillas de Victoria sobre ella, sin ser tomadas, pero abiertas. Vacías.

-Son más de la una de la mañana, a esa hora tomas tus pastillas, y se acabaron.- se separó para mirarla fijamente a los ojos-. ¿Hace cuánto? ¿Porqué no las compraste?.

VictoriaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora