Capítulo 3

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Álgebra siempre era un asco, pero cuando tienes a un pelirrojo insufrible metido en la cabeza, se vuelve mucho, mucho peor. ¿Cómo es posible que haya acabado en este pueblo? Demasiada coincidencia... Dios, Tenía que ser aquí ¿No?
Fruncí el ceño e intenté concentrarme en las ecuaciones, pero ese amasijo de números y letras era como mirar un cuadro abstracto. No lo entendía. A mí me gustaban las lenguas, la literatura, un poco de historia... pero esto no. Nunca. Suspiré y me recliné en la silla, álgebra y matemáticas eran las únicas asignaturas que me iban flojas, y me encantaba la libertad que me daba mi padre para hacer las cosas, pero... no podía sacar malas notas en esto.

Mi mirada vagó por la clase, deteniéndose en los rostros conocidos y pasando de los desconocidos. Al menos, en este aula nunca habrá una cabeza pelirroja...

- Kate Allen -levanté la cabeza bruscamente al oír la grave voz del profesor Swarn- ¿Le gustaría corregir?

No era una pregunta, y yo no tenía absolutamente nada hecho. Esbocé una sonrisa incómoda, y las cejas pobladas de Swarn se elevaron mientras me hacía un gesto para que me levantara. Toda la clase me miraba. Genial. Dios, que corte...

Pero tenía que mantener mi posición, y las chicas populares no eran tímidas, ni les daba vergüenza no haber hecho los ejercicios. Me armé de valor y, con mucho esfuerzo, me levanté.

- Pues, ehhh... verá, Señor Swarn -elevé ligeramente la barbilla y cambié el peso de pierna- yo...

El corazón me palpitaba en los oídos. Lancé una mirada a uno de mis amigos del equipo de futbol, que me observaba atentamente, con una sonrisa socarrona. Le dediqué una mueca de auxilio, y él rio y negó con la cabeza. Cabrón.

- ¿Señorita Allen? - me apremió el profesor

- La respuesta a la primera pregunta es... -que alguien me ayude....

Sonaron tres golpes en la puerta. Dios, un puro milagro.

El alivio me inundó mientras Swarn la abría e intercambiaba unas palabras con alguien. Al cabo de unos segundos, el profesor asintió y salió de clase, cerrando la puerta tras él.

Solté un suspiro y me volví a sentar... parece que estoy de suerte... pero tenía que hacer los ejercicios antes de que vuelva. Cogí el boli y apoyé la punta en el papel, cuando el compañero de al lado me dio un codazo.

- ¿Quieres las respuestas? - me susurró, mirando de reojo la salida.

Mi salvación.

Asentí rápidamente, un poco extrañada... no conocía de nada a ese chico, aunque me sonaba de habérmelo cruzado un par de veces.

Era bastante bajito, con el rostro redondeado y rodeado de rizos rubios. Tenía los ojos de color marrón... un tanto anaranjado, tapados por unas gafas negras. Unas cuantas pecas surcaban su nariz y sus mejillas, que se arrugaron cuando de dirigió una sonrisa rápida y temerosa mientras escribía las respuestas en mi hoja. No era guapo, pero era bastante mono... como un niño pequeño.

El muchacho se giró de nuevo en cuanto acabó, sentándose encorvado y mirando al suelo.

- Gracias - murmuré, ladeando la cabeza - ¿Cómo te llamas?

- James - se encogió aún más en el asiento, como si me tuviera miedo... ay Dios, es verdad, soy popular. Qué bien.

James parecía un chico simpático... un chico simpático con el que seguramente no volvería a hablar. Ya me había acostumbrado a no poder conocer a gente maja, gente con la que a lo mejor me llevaría bien de verdad, lo asimilé cuando tomé la decisión de cambiar. Sin embargo... Dios, ¿Qué me estaba pasando? Llevaba un dos años sin pensar apenas en mi pasado, y ahora me planteaba la idea de conocer a alguien de otro grupo.
Hablar con él era una tontería. Y aun así no pude resistirme.

- Soy Kate - me incliné hacía James y le sonreí

- Ya lo sé - me espetó, y retrocedí... que borde - perdón - rectificó negando con la cabeza - es que... bueno, las populares no soléis hablarme y... da igual, lo siento

Negó de nuevo con la cabeza y me lanzó una mirada asustada. Eso me dolía... me dolía mucho. No debería haber nadie con tanto miedo a una chica como yo, nadie pasándolo mal por nuestra culpa... pero ahí estaba, delante de mí.

- Oye... - empecé, preparando mentalmente una disculpa, cuando la voz del profe me interrumpió

- Kate, como te veo tan... interesada en la clase, me parece que no necesitas practicar. Se ve que estas muy preparada para el examen ¿No?

Tragué saliva. Los castigos de Swarn siempre tenían que ver con perder clase... así que todos fingíamos que estábamos tristes cuando los imponía. No podía estar más contenta.

- Así que, señorita Allen - prosiguió, alzando la barbilla - salga ahora mismo, le encargaré una tarea.

Bien, bien, bien... Asentí con la cabeza y puse cara de estar muy afligida y arrepentida, cosa que debió funcionar, porque se le hinchó el pecho de orgullo. Antes de venir al pueblo, casi todos los profesores me tenían enchufe... - no estoy segura de si por pena, o por potencial - pero ahora... bueno, digamos que no soy precisamente la favorita.

Llegué a la puerta con la cabeza alta y con cara de pena, enfrentándome a la mirada gélida del profesor. Me hizo un gesto para que saliera de clase, y, mientras no miraba, una amplia sonrisa se expandió por mi rostro, provocando risas bajas por parte de mis compañeros. Esbocé con los labios la palabra "pringados" y ellos se rieron más... vale, efecto causado... es exactamente lo que haría Kat.

Crucé el umbral con calma, notando como mi suerte ascendía notablemente... hasta que casi choco con un pecho muy ancho. Levanté la cabeza despacio, totalmente desconcertada... y me topé con unos grandes ojos verdes.
Mierda, debería haberlo visto venir... mierda.
Negué con la cabeza y retrocedí un paso, con la mirada clavada en Carter, en su endemoniada sonrisa ladeada, y en su dichoso hoyuelo. ¿Qué hacía delante de mi clase? ¿Por qué parecía que me estaba esperando?

Alzó las cejas y se metió las manos en los bolsillos.

- ¿Lista para enseñarme la escuela?

Máscara de diamanteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora