Capítulo 15

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Cerré el libro con furia, resoplando. ¿Qué clase de final era ese? No me lo podía creer. Imposible.

Que horror de libro.

Sin embargo, obviamente iba a estar entre mis favoritos durante el resto de mi vida. Se titulaba la ladrona de libros, de Markus Zusak, y era... increíble.

Yo no solía leer novelas históricas, pero esta... me llamó la atención de inmediato. De los mejores libros que he leído. Me levanté de la cama lentamente y, aun con la cabeza en 1943, lo coloqué en un sitio libre de mi gran estantería. Quedaba genial.

Me encantaba mirar mi estantería y perderme en mis pensamientos, podría hacerlo durante horas.

Así que, en cuanto empecé a divagar, con la vista clavada en Maravilloso desastre, de Jamie McGuire, un chico pelirrojo apareció inmediatamente en mi cabeza.

Anoche, pasada una hora de silencio, por fin nos levantamos y él me llevó a casa. De nuevo, no mediamos palabra. Y lo más extraño es que me gustó... no sé, poder estar con una persona... en silencio. Era agradable.

Volví la realidad con un estremecimiento, seguía mirando fijamente Maravilloso desastre. Pero, la gran pregunta era, ¿Por qué, con un libro así, mi cabeza se iba directa a Carter? Leyendo esta novela me enamoré perdidamente de Travis Maddox (El protagonista) y cada vez que la miro imagino sus preciosos ojos avellana y su corazón de ángel.

Oh, no.

No puede ser bueno que Carter haya reemplazado a Travis.

Nada bueno. Mierda.

Por fortuna, mi estómago interrumpió mi embobamiento, rugiendo como una bestia. Clavé la vista en el reloj.

Las tres y media del mediodía.

¿Ya era tan tarde?

Intentando quitarme a Carter de la cabeza, bajé la escalera, de camino a la cocina... y se me ocurrió que ya no tenía que avergonzarme de pensar en él. Fruncí el ceño y me detuve a medio escalón, haciendo memoria. Ahora éramos amigos. Y os amigos pueden pensar los unos en los otros de vez en cuando ¿No?

Ni idea. Ya lo pensaría más tarde... porque en ese momento me estaba muriendo de hambre.

Seguí con mi recorrido hasta que llegué a la nevera y la abrí impacientemente.

El aire frío me envolvió, y repasé con la mirada los distintos estantes en busca de algo apetecible.

No había nada.

Solté un gemido de horror y cerré la puerta con rabia.

Me había olvidado de hacer la compra.

Con un suspiro derrotado, cogí el móvil por primera vez ese día y revisé los mil mensajes que tenía para ver si alguien me había invitado a comer y estaba a tiempo para apuntarme. Lamentablemente, todo eran estupideces de mis amigos, así que respondí fugazmente a algunos y volví a dejarlo sobre la encimera.

Como siempre, lo silencié.

Es cierto que las chicas al principio se cabreaban conmigo por no contestar nunca al móvil, pero supongo que se acostumbraron con el tiempo. Odiaba hablar por WatsApp, no poder ver la cara de alguien mientras te dice algo... no saber si miente o no.

Siempre ha habido peleas por la típica tontería de gente que malinterpreta un mensaje, o alguien que te gasta una broma por número oculto.

La verdad es que a veces me preguntaba para que tenía el teléfono.

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⏰ Última actualización: Aug 14, 2017 ⏰

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