La sonrisa ladeada de Carter se ensanchó al ver mi cara de sueño. ¿Qué demonios hacía en mi puerta? Y lo que era más importante, ¿Por qué no se la estaba cerrando en las narices?
- Buenos días, Honey – inclinó la cabeza a un lado, y unos cuantos mechones de pelo rojo le cayeron sobre la frente – Creo... que te he despertado
No me digas. Hice un intento de fulminarle con la mirada, pero el cansancio me mataba, así que creo que más bien pareció que me venía una especie de tic raro.
- ¿Qué haces aquí? – murmuré, con la voz ronca – son las siete y cuarto de la mañana...
- ¿Puedo pasar? – hizo un gesto con la cabeza hacia el interior, y antes de que pudiera negarme, entró a toda velocidad, dejándome sola y estupefacta en la entrada - ¿No vienes? – gritó a mi espalda
¿Quién le había dado permiso para entrar? Todo el sueño de esfumó de golpe, y cerré la puerta de un portazo. Caminé a paso rápido hacia el salón, donde me lo encontré prácticamente estirado en el sofá, con los brazos doblados tras la cabeza. La camiseta se le levantó con aquel gesto, dejando ver un buen pedazo de estómago musculado y bronceado. Se me secó la boca, estaba jodidamente sexi.... Y yo no debía pensar eso ahora.
Sus ojos verdes centellearon de diversión, y se acomodó mejor en el asiento, provocando que la camiseta se le tensara aún más sobre el pecho.
Tragué saliva y respiré hondo... esta situación no me gustaba nada.
- ¿Qué haces aquí? – le espeté, alzando la barbilla con indecisión
- Relajarme un poco, y... ¿Disfrutar de la mañana? – puse los ojos en blanco
- Sabes que no me refiero a eso... ¡Sólo son las siete y pico! Es muy pronto para "disfrutar de la mañana"
Carter se soltó una carcajada profunda que me provocó un escalofrío.
- Nunca es pronto para hacer eso – se encogió de hombros, e intenté no captar el doble sentido de la frase... un doble sentido que seguramente no existía, pero bueno.
Sonrío con malicia.
- Además – añadió, y su expresión me indicó que lo que iba a decir no me gustaría nada... - me encanta verte con ese... pijama.
Dios.
Bajé la mirada involuntariamente, y me di cuenta de que solo llevaba una camiseta elástica de tirantes y un pantaloncito de deporte. Absolutamente nada debajo, y el pantalón era demasiado corto. El rubor me subió por el rostro a una velocidad increíble, y tuve que contener el impulso de cruzar los brazos sobre el pecho. No pensaba darle esa satisfacción... aunque tal vez se la estaba dando al no hacerlo. Mierda.
- Lo que tú digas – bufé, intentando fingir que me daba absolutamente igual – no es mi culpa que me hayas despertado para poder estirarte en mi sofá. ¿Tan desesperado estás por echar un polvo?
- Primero, no he venido sólo para estar en tu sofá – sonrió ampliamente – y segundo, ¿Quién ha dicho nada de echar un polvo? – puso cara de inocente – Eres tú la que me provoca con esa ropa y saca el tema a relucir... solo soy una víctima de tu perversión
Me quedé con la boca abierta. ¿Co... como de atrevía? Era... Dios, ese tío tenía un problema, y de los gordos.
- ¿Perdona? Yo no me he presentado en casa de una chica, la he despertado, y he entrado en su casa sin invitación – respiré hondo para calmarme – Ahora, dime, ¿Qué demonios haces aquí? Va en serio, dímelo o te juro que te echo de una patada en culo.
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Máscara de diamante
RomanceNadie conoce de verdad a Kate Allen. Cualquiera diría que es una chica popular, guapa, simpática, graciosa, tonta... y es exactamente lo que Kate quiere que crean. Su pasado es una historia complicada que no quiere recordar... ni repetir, y por eso...