Capítulo 4

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Me quedé helada. ¿Enseñarle la escuela? ¿Yo? ¿Por qué? Alzó una ceja y se rio por lo bajo, sus ojos brillaban de diversión. Traté de no imaginarme mi cara... porque estaba segura de que no era la que pondría una chica de mi grupo. Ni de lejos.

- Pe...pero ¿No te llevaba Kat? – balbuceé, Dios, ¿en serio estaba balbuceando?

- En teoría sí, pero el director la ha llamado su despacho – se encogió de un hombro – Supongo que habrá hecho algo malo en clase... y no la han dejado hacer cosas malas fuera

Sonrío con picardía y me guiñó un ojo.

No podía estar a solas con él tanto rato. Simplemente, no podía. Carter anulaba todas mis defensas, y verlo con esa irritante sonrisa... me ponía enferma. Encima no me recordaba, no recordaba nada de lo que me dijo, nada de lo que me hizo. Era indignante y... ofensivo. Ayer, él sólo era un mal recuerdo, un demonio pelirrojo que creía haberme sacado de encima... para siempre. Pero ahí estaba, delante de mí, mirándome con arrogancia y diversión. Algo raro se fue abriendo paso por mi pecho, un fuego que hacía que me dieran ganas de saltar sobre Carter y decirle quien soy, recordarle todo lo que me hizo y hacerlo desaparecer. Así que solté lo único que me vino a la mente.

- Ajá -Tonta, tonta, tonta...

- ¿Por dónde empezamos? – preguntó, abriendo los brazos y caminando hacia atrás

Antes de que me diese tiempo a contestar, se dio la vuelta y avanzó por el pasillo. Dejé escapar un suspiro de exasperación y me puse a seguirlo, a sabiendas de que si no podría perderse, aunque bueno, pensándolo bien, no sería tan mala idea...

- Katy – me llamó, y ralentizó el paso - ¿Dónde vamos primero? ¿Es obligatorio quedarse dentro del recinto? Porque podrías enseñarme el pueblo... o yo podría enseñarte mi casa - frunció los labios al ver mi expresión – sí, eso sería mucho más divertido

Puse los ojos en blanco y negué con la cabeza.

- No voy a ir a tu casa. Nunca, que te quede claro – movió la cabeza de un lado a otro, incrédulo. Que rabia me daba... así que añadí: - Y no me llames Katy

- ¿Por qué no? – preguntó alzando las cejas - ¿Cómo te llamo, entonces?

- Kate – le espeté, sin dignarme a mirar sus grandes ojos verdes

Carter se quedó callado un momento, y yo di gracias a Dios por esos segundos... pero en seguida volvió a molestar.

- Ese nombre es muy aburrido... - se llevó la mano a la frente y detuvo la marcha – ni Katy, ni Kate... bueno, pues tendré que pensar otro nombre.

Le fulminé con la mirada y él se rio, reanudando de nuevo el paso. Lo seguí a regañadientes, maldiciéndome a mí misma por no haber hecho los ejercicios a tiempo. ¿Quién pensaría que me iba a salir tan caro?

Los pasillos del instituto eran bastante estrechos, y la luz del mediodía entraba a raudales por las grandes ventanas de cristal, que daban al patio principal. A mi derecha, se encontraban las aulas, todas cerradas, donde los alumnos de último curso "disfrutaban" aprendiendo, o eso era lo que decía en la web de la escuela... y lo que creían los padres. El suelo de mármol provocaba el eco de nuestros pasos, que resonaban en el silencio que reinaba entre nosotros. Silencio... Carter se había callado, se había callado durante más de dos minutos. Que fuerte.

Escondí una sonrisa mientras lo miraba de reojo; tenía los ojos perdidos en la nada, y sus espesas pestañas le creaban sombras sobre los pómulos y las mejillas. Tenía los labios ligeramente abiertos, y los hombros destensados. Los músculos del pecho tensaban la camiseta gris, y tenía las manos metidas en los bolsillos de los vaqueros. La luz se reflejaba en su pelo y lo teñía de color naranja... Dios, nunca había visto una imagen tan bonita.

Máscara de diamanteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora