Capítulo 11

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Un ser desconocido había suplantado a Carter. Estaba segura.

Me quedé de pie sin hacer nada, mientras él preparaba un pica-pica en toda regla, abriendo armarios, latas, bolsas... básicamente, creo que se aprendió mi cocina de memoria.

De verdad que no tenía idea qué estaba pasando.

Y eso era muy molesto.

Mierda.

Cuando acabó de preparalo todo, lo llevo al salón y me hizo un gesto para que lo siguiera, sin decir absolutamente nada. Esta situación era rara.

Me senté en el sofá lentamente, con la vista clavada en los boles llenos de jamón dulce, patas, pan con tomate... ¿Qué demonios?

Carter se sentó a mi lado, tan cerca que toda nuestra pierna y parte de nuestro brazo se tocaban. Me puse tensa, su cuerpo era cálido agradable. ¿Seguro que no es un alíen que se ha metido en su piel o algo así? Ya, claro... tenía que recordarme más a menudo que la vida no es libro.

Apoyó los codos en las rodillas y se inclinó hacia mí.

- ¿Y bien? ¿Qué te pasa?

No dije nada, pero apreté los dientes con fuerza... miraba tan fijamente el aperitivo, que creo que parecía que quería hacer explotar una patata con la mirada. ¿Qué podía inventarme?

Me dio un pequeño codazo.

- necesitas hablar, en serio - cerró los ojos un segundo - si lo has pasado mal, deberías contárselo a alguien.

- Yo... - dudé, no estaba acostumbrada a que me lo preguntaran

¿Quién estaba hablando? Porque ese no podía ser Carter. Él nunca diría algo así, era un chico creído, arrogante y chulito, que no había sufrido en su vida. ¿Cómo era posible que ahora fuera tan... amable? Una sospecha se instaló en mi mente como una mala hierba, pero no le hice caso... contente...

- no tengo nada que contar

Respira...

- yo creo que sí

Me taladró con la mirada, y puede que me encogiera ante la presión. ¿Qué se supone que tenía que decirle? Él ya lo sabía todo, solo que no se acordaba. Y eso me enfurecía mucho.

Me quedé callada mientras mi mente ataba cabos. Contente...

Estaba dejando que estuviera en mi casa, en mi sofá y... devorando la comida. Después de todo lo que había pasado... por Dios, yo estaba mal de la cabeza. Seguro que, si seguía con esa conversación, se haría pública muy rápido. El pánico y la compresión me oprimieron en pecho, Carter no estaba tratando de ser amable... estaba intentando encontrar algo con lo que hundirme, como hizo hace años. Soy tonta, tonta, tonta...

Sus ojos rezumaban "preocupación".

No pude callarme durante más tiempo...

- vete - le ordené, con la voz firme, aunque las manos me temblaban.

Aguanta, aguanta...

- No, vas a contarme porque estás así... y lo vas a hacer ahora. Te irá bien.

No se acordaba. El muy cabrón estaba ahí sentado, intentando "consolarme" por algo que hizo él mismo.

Y no se acordaba.

Estallé.

- ¿Por qué quieres que hable contigo - le espeté, y dejé escapar una risa seca - no eres el típico tío profundo? Tienes una vida perfecta... ¿Cómo vas a saber lo que he pasado? ¿O lo qué ha pasado cualquiera? Nunca lo has pasado mal ¿Entiendes? Mi vida no es de tu incumbencia, y no te voy a decir nada para que vayas por ahí contándolo...

Aquellas palabras parecieron dolerle más que una bofetada. Se alejó de un bote, y su expresión se endureció como la roca. Apretó los puños... pero no apartó sus ojos verdes de mí.

- No pensaba contarle a nadie esto, solo quería ayudarte - murmuró, y, subiendo el tono de voz, añadió- No te tenía por la típica chica que juzga a la gente sin conocerla. No sabes nada de mí.

- Créeme - solté un bufido - te conozco. Eres igual que los demás... rico, feliz, ligón, creído... nunca has perdido nada, y nunca lo harás. No sabes lo que se siente, y tampoco lo sentirás.

Apretó la mandíbula con fuerza, su mirada destilaba ira. Tragué saliva, pero me negaba a ser la primera en romper el contacto visual.

- No, no me conoces - un latigazo de... ¿Tristeza? ¿Rabia? O a lo mejor las dos cosas, cruzaron sus preciosos ojos. Se puso de pie - si me conocieras, sabrías que mi padre se volvió drogadicto, y muy agresivo. Sabrías que mi madre se suicidó, y también que mi padre no me permitió ir a su funeral. También sabrías que toda mi familia me odia, y que yo mismo lo hago. Pero te voy a decir una cosa - respiró hondo para calmarse, aunque no sirvió de nada - No me importa. Porque aún así aguanto cada día, sin quejarme, e intentando ser una persona mejor que mi padre - hizo una pausa, parecía agotado, y tenía los hombros encorvados -. Nos vemos mañana en el partido.

Y se fue. Me dejó sola en el sofá, interiorizando sus palabras lo mejor posible.

Entonces, por primera vez en mi vida, me di cuenta de que las peleas con amigos no eran las que provocaban los moratones de Carter.

Máscara de diamanteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora