Mentiroso

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Lance lo veía desde lejos.

Se encontraba sentado en el alféizar de la ventana.
Miraba hacia el patio.
Miraba a Keith.
El chiquillo estaba sentado en una de las bancas y parecía asustado.
Miraba a todas partes y se pasaba las manos por el cabello compulsivamente.
Los estudiantes que caminaban junto a él lo miraban con una mezcla de temor y repulsión. No sabían porqué, pero Lance sí.
Era difícil saber su edad. Era tan pequeño. Delgado y escuálido. Perfecto para arrojar de un puente.

—¿Qué ves? —Hunk había aparecido a su lado.
—A quién. ¿Ves ese chico de allá? —Lance lo señaló.
—¿Keith? ¿Qué le ves?
—¿Lo conoces?
—No personalmente, es decir, es un chico muy solitario.
—¿Por qué?
—Bueno —Hunk se rascó la cabeza—, no lo sé. Hay algo raro en él. Es como un animal rabioso, no sabes que tienen rabia pero prefieres no correr el riesgo.
—Estoy bastante seguro de que los animales rabiosos sueltan espuma de la boca —Lance se cruzó de brazos.
—Sí, pero entiendes lo que quiero decir.
—Sí, lo hago. ¿Cuántos años tiene?
—La misma que nosotros, creo.
—Se ve más joven. Parece un niño.
—Bueno hay rumores.
Lance lo miró emocionado. Le encantaban los rumores.
—Suelta —exigió a Hunk.
—Escuché que su madre consumía drogas cuándo estaba embarazada de él. Que su padre lo golpea, que los amigos de su padre abusaron de él... son demasiados y algunos son  demasiado extravagantes para que sean ciertos —Hunk comenzaba a ponerse incómodo.
—Me encanta lo extravagante —Lance tenía los ojos brillantes.
—Algunos dicen que mata gatos y los entierra en su jardín. No creó en nada de eso, es decir, hay algo que no cuadra en él pero creer que es un sádico —negó con la cabeza—, es demasiado.
—¿Y si fuera verdad?
Hunk pareció escandalizarse.
—Sólo míralo. ¿Crees que sería capaz de hacer algo así?
Lance miró a Keith y se encogió de hombros.
—Todos tenemos secretos —contestó distraídamente.
—No lo dices en serio.
—No. Tienes razón, parece demasiado débil para hacer algo como matar.
—Lo que Keith necesita es un amigo.
—¿Te estás ofreciendo? —preguntó Lance frunciendo el ceño.
—¡No! —Hunk levantó las manos como si se protegiera—. No, yo no. Es demasiado raro para mí.
—Eso es quizás lo más cruel que te he oído decir. Pero da igual, tienes razón, es un chico muy raro.
Hunk le sonrió.
—¿Estudiaste para el examen?
—No necesito estudiar, Hunk. Sabes que biología es lo mío.
Echó un ultimo vistazo a Keith. Hunk lo creía incapaz de hacer daño, pero Lance sabía que podía matar si lo deseaba.
Y realmente deseaba verlo hacerlo.

***

Shiro lo acorraló contra la pared.
Sus manos se aferraron a su trasero y lo apretaron con lujuria.
Lance lo dejó hacer.
Era lo mismo cada día.
Shiro lo llamaba a su oficina y tenían sexo.
A él no le molestaba.
No mucho.
Shiro comenzó a besarlo metiendo su lengua con rudeza. Lance lo empujó llevándolo contra el escritorio y comenzó a desabrocharle el pantalón.
A Shiro le gustaba ir lento pero en ese momento lo único que quería Lance era terminar rápido e ir a casa antes de que Keith se fuera.
Si es que Keith iba.
Habían pasado casi tres días y Keith se había mantenido alejado de ahí. Nunca creyó que extrañaría eso, entrar en su casa y poder oler a Keith en ella. Su olor se había vuelto su obsesión.

Casi arrancó la ropa interior de Shiro liberando su enorme miembro.
—Abre —Lance metió los dedos a la boca de Shiro. Sintió la lengua recorrer sus dedos, los sacó y le separó las piernas, besó a su jefe al tiempo que metía su dedo a su ano suavemente.
—Shiro, ¿hoy puedo salir temprano?— preguntó introduciendo los dos dedos restantes. Lance siempre aprovechaba esos momentos para obtener lo que quisiera. Y ese día no iba a ser la excepción.
Shiro gimió.
Lance movió los dedos preparando el camino, mientras que con la otra se masturbaba.
Se pegó a Shiro y lo besó en el cuello. Sin previo aviso sacó sus dedos e introdujo su erecto miembro en Shiro.
Éste gritó. Lance se acomodó y comenzó a empujar en el punto exacto que hacía gritar a Shiro. 
—Lan.. agh.. —Shiro le rasguño la espalda. El moreno tomó el miembro del mayor y comenzó a masturbarlo. Las embestidas se aceleraron, la mano de Lance subía y bajaba rápidamente, su mano casi no alcanzaba a sujetarlo, lo sintió crecer hasta que... Shiro se corrió salpicándole el pecho desnudo. Siguió empujando hasta que finalmente eyaculó dentro de su jefe. Salió de él,  tomó las toallas detrás del escritorio y se limpió.
—Realmente sabes como hacerlo —dijo Shiro mirándolo.
—Lo sé. Por eso me pagas más.
El mayor hizo una mueca.
—¿Te gustó?
Lance lo miró confundido. ¿A qué venía eso?
—Es una pregunta fácil, Lance. Sí  o no.
—Me gustas. ¿Seguiría aquí si no me gustarás? —Lance se acercó a él.
—¿No es por el dinero?
—No, sabes que no necesito dinero, si  trabajó contigo es porque me vuelves loco.
Shiro lo miró emocionado y lo abrazó.
—Creo que me enamoré de ti —le dijo.
—Yo ya lo estoy —Lance lo besó—. Pero sabes que lo nuestro no puede ser. Tengo dieciséis años y tú veintiocho. Es ilegal lo que hacemos. No quiero verte en problemas.
—¿En serio? ¿Realmente me quieres?
—Lo hago —Lance lo abrazó—. Te quiero, mi hermoso Shiro.

***

Lo vio justo a tiempo.
Distinguió su parka negra cruzando la calle a toda velocidad.
Miró el reloj.
Faltaban cinco minutos para la cinco de la tarde.
Salvó la distancia y entró a su casa.
El olor de Keith inundó sus fosas nasales. Siguió el rastro hasta su habitación. Ahí estaba. Al parecer Keith no pudo resistir demasiado, todo ese lugar olía a su semen.
Pasó los dedos por la sábana deseando que Keith no las hubiera lavado, pero no tuvo suerte.
Bajó, el olor más fuerte venía de la alacena.
Entró. Tenía curiosidad por saber que era lo que había hecho con la niña.

La encontró en el suelo con heridas en todo su cuerpo.
Se acercó a ella. Estaba inconsciente pero viva. Una lástima.
En sus brazos descubrió mordidas, y tenía cortes tan profundos que pudo haberla matado.
No tenía idea de lo que había sucedido pero algo era claro, Keith se había ensañado con ella. Estaba casi seguro que la había pateado hasta cansarse y cortado varias veces a juzgar por la cantidad de sangre en el suelo. 
Lo que hubiera dado por haber visto.
Se sintió orgulloso.
Sólo un poco.
Su trabajo era tan sucio y chapucero.
Pero el chico tenía futuro.
Y él se lo enseñaría.


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Es la primera vez que escribo una escena de sexo, si me quedó tan mal, ya saben porqué es.

¡La práctica hace al maestro!

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