Capítulo 1

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Podrán preguntarme muchas veces si odio a mi madre, pero en cada ocasión respondería con un no, y no es porque no tuviera razones, sino que era imposible para mí no querer a esa mujer, aunque deseo hacerlo.

Lo admitía. No tenía la mejor madre del mundo, incluso podía decir que no la tenía, pero no podía evitar que en esas noches frías y solitarias buscara de forma desesperada uno de sus abrazos y la llamara entre llantos. Pero eso no iba a suceder.

Esa mujer vivió con él gran parte de su infancia y adolescencia, pero cuando intentaba recordar algún momento juntos, se le era imposible, como si estuviera a su lado, pero al mismo tiempo no estuviera. Recordaba una casa fría y vacía, recordaba las palabras sin amor que le daba, siempre le dio pequeñas sonrisas frente a los demás, pero en sus ojos podía ver el odio. Nunca lo amo, eso lo sabía bien.

No tengo amigos, en la escuela me molestan y en mi hogar nadie me espera para reconfortarme y decirme que todo iba a estar bien, nunca lo hubo y nunca lo habrá. Siempre me recibían esas miradas frías —cargadas de odio— que se posaban en mí y luego esas palabras que parecían golpearme cada vez que las escuchaba. 

"—Solo cállate y no me molestes"

No conocía el amor incondicional de la familia. No sabía lo que era el calor humano.

En esas noches en las cuales no dejaba de llorar, deseando que algo pasara y cambiara mi vida, esas noches nadie me venía a consolar, solo escuchaba gritos pidiendo que me callara. Nunca un abrazo, nunca algo de amor.

Aun así, en mi memoria perdura un recuerdo, un momento que no puedo olvidar. Una vez terminé muy mal por un virus que rondaba, estuve en cama por algunas semanas con una fiebre alta, levantándome en la mañana con alucinaciones por causa de la fiebre que no parecía bajar. En ese tiempo mi madre me cuido y nunca se apartó de mi lado, es lo que quiero creer. Aun lo recuerdo, aunque todo este borroso, fue el motivo por el cual intente seguir luchando para que nuestra relación mejorara.

Pero lamentablemente fue solo esa vez. Nunca más volví a ver esa preocupación. No para mí.

A los 9 años recibí la noticia de que sería hermano mayor. Al principio me sentí feliz, luego me preocupé. Sabía que esa mujer no lo iba a querer, no quería que ese pequeño ser —que aún no nacía—sufriera todo lo que yo sufrí. En ese momento tome una decisión, protegería a ese pequeño niño de toda la maldad del mundo y de esas personas que decían ser su familia.

Pero fui yo quien se llevó una gran sorpresa cuando mi hermano nació. En cuanto entre al cuarto donde mi madre y hermano estaban, vi algo que deseé no ver nunca. 

Que NO quería ver.

Nunca en mi vida vi esos ojos llenos de amor y ternura, esa voz fría llena de cariño, no conocía a esa mujer. Esa mujer le decía cosas hermosas a ese pequeño bulto en sus brazos, para poder tranquilizarlo. Los brazos que rodeaban al pequeño niño parecían querer protegerlo, como si alguien quisiera hacerle daño. Vi esa sonrisa tan cálida adornar su rostro, una que jamás vi antes, que jamás me dio. Pero esa sonrisa desapareció cuando sus ojos se posaron en mí.

Ah, solo me odia a mí.

Desde ese día Yuri Plisetsky sabía que estaba totalmente solo en el mundo. Lo estaba desde el momento en que nació.

No tengo amigos.

No tengo familia.

No tengo un hogar.

De esa manera se intentaba consolar, pero había días que eso no funcionaba, solo aumentaban el vació, la soledad. En esos días, se consolaba en los brazos de aquel chico que era su novio y decía amarlo. Aunque él no sentía lo mismo, decidió salir con él, con el solo objetivo de acabar su soledad. Después de todo él no sabía lo que cargaba en sus hombros y no conocía la horrible persona que él era, no sabía nada.

En algún momento terminó sintiendo algo de amor por ese chico, sin darse cuenta poco a poco el cariño y admiración comenzó a crecer, hasta llegar al punto de no poder controlarlo. Ese hombre llamado Otabek Altin

Fue cuando decidió quitar ese gran peso que tenía sobre sus hombros.

  — Beka, ayúdame a salir adelante— Susurro débil mirando directamente sus ojos.   

En tus pequeños hombrosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora