Que llegue la primavera - Parte 1

109 13 11
                                    

Ya se estaba por ir a dormir cuando su celular comenzó a sonar, era una llamada de Otabek. La verdad es que estaba sorprendido, ya que desde hace dos días que no hablaban mucho, Otabek estaba actuando algo incomodó luego de su cita con aquella chica, pensó que le había ido mal pero solo le contestó que no hubo química. Aun así, se notaba que había incomodidad, no le presiono para que le contara, sabía que lo haría a su tiempo.

Le avisó que estaba cerca de su casa y si podían ir a hablar.

Yuri se vistió bien abrigado ya en la noche caía un poco de nieve, salió de la casa en total silencio, no quería que sus padres comenzarán a decirle algo ahora que su amigo necesitaba a alguien con quien hablar.

Lo vio sentado en el muro de una casa que estaba en la esquina, ya era bastante tarde por lo que nadie le diría nada por estar en ese lugar. Se veía alterado pero su mirada solo reflejaba culpa. Se esperó lo peor.

Otabek colocó sus manos en los hombros de Yuri, dio un pequeño apretón y las apartó, luego paso sus manos nerviosas por debajo de su mandíbula e hizo como si limpiara algún sudor que había en la zona. Sus acciones hablaban por él.

—¿Paso algo malo Ota? —Pregunto no pudiendo más con la preocupación.

Otabek solo lo miro una vez más con esa expresión que lo paralizaba y hacía que se imaginara el peor escenario.

—Lo siento tanto... te juro que lo intente —Un sollozo escapó de sus labios así que oculto su rostro entre sus manos —hice todo lo que pude para olvidarlo, pero los sentimientos ya eran bastante fuertes...lo lamento tanto.

El sollozo solo aumentó hasta convertirse en un pequeño llanto, no dudo un segundo en ir hasta su lado y envolverlo en un fuerte abrazo, Otabek recargo la cabeza en su hombro y lo abrazo como si esa fuera la última vez que se verían.

Hizo un sonido intentando aclarar su garganta antes de hablar, no quería que él notara que en cualquier momento se largaría a llorar pues no era lo que necesitaba. Estaba mal, era su primer amigo y no sabía qué hacer para poder consolarlo, no tenía idea de cómo consolar a alguien.

—No te culpes —Su voz salió temblorosa —Solo cálmate y cuéntame que paso, te prometo que haré lo que pueda para ayudarte.

Otabek se separó enseguida negando con la cabeza, su llanto termino de golpe, sorbio su nariz mientras limpiaba su rostro con las mangas de su chaqueta.

—No. No puedes ayudarme, no es algo que necesite arreglar —Dijo firme mirando el suelo.

Preocupado volvió a acunar al kazajo entre sus brazos sin decir algo más. No lo necesitaba y Otabek no podía pronunciar alguna palabra.

Comenzó a acariciar el cabello del kazajo en un intento de tranquilizarlo y tranquilizarme. Una sonrisa fugaz surco su rostro por unos segundos cuando la imagen de una madre consolando a su bebé se parecía más a la situación de ellos en ese momento.

El kazajo trato de apartar a Yuri a los segundos del abrazo, Yuri no quería hacerlo, pero noto que Otabek estaba incomodo.

—Mejor aclaremos las cosas —Dijo con una voz muy ronca.

El solo asintió dejándose guiar hacia un lugar donde pudieran hablar más tranquilos, caminando hasta llegar a una plaza cercana que apenas era iluminada por unas lámparas dirigidas a la calle y la luz de la luna.

Se sentaron en una banca en silencio por unos largos minutos, ninguno sabía qué decir. Otabek colocó su mano sobre su rodilla dando unas suaves palmaditas mientras abría y cerraba su boca sin poder decir algo.

Miro hacia el cielo como si estuviera pidiendo fuerza y luego lo miro a los ojos.

—No pude evitar enamorarme de ti —Susurro con su voz ahogada.

—¿Que?

—Estoy enamorado de ti, Yuri.

Se quedó con su boca semiabierta sin poder creer lo que sus oídos escuchaban, intentaba contestar, pero se había quedado sin palabras.

¿Enamorado de mí? ¡¿DE MÍ?! No creo tener algo bueno para que alguien como Otabek se interese en mí.

Tal vez lo idealizaba demasiado pero no podía evitarlo, era la primera persona que conocía que no era una mierda, tenía un gran corazón y empatía por los demás, era agradable estar con él, nunca lo escucho hablar mal de alguien a sus espaldas, le agradaba mucho.

Se sentía halagado y confundido pues no sabía que responder a esta situación, ya había intentado algo con chicos en el pasado, aunque nunca terminaron en nada, que Otabek sea hombre no era el problema, sino que le caía muy bien. Las anteriores personas con las que intento tener algo no le interesaban como pareja, solamente no quería sentirse solo y no quería salir con Otabek por esa razón, sentiría que lo estaba traicionando.

No tenía idea de que decir para poder rechazarlo y quedar en buenos términos pues no quería perder su amistad. Es egoísta y cruel de su parte querer tener a alguien enamorado suyo a su lado y que nunca vaya a suceder algo, pero no puede evitar querer tenerlo cerca.

Otabek se paró del banco, se quedó ahí de espaldas sin mirarlo por unos largos minutos.

—Solo quería que lo supieras, no estoy esperando una respuesta, soy mayor y no creo que tener una relación sea correcto —Hizo una larga pausa antes de continuar —Tampoco estaba bien alejarme sin decirte una razón.

Se giró y lo miró con una pequeña sonrisa en su rostro con sus ojos rojizos por estar llorando, una imagen hermosa y triste a la vez.

—Lo entiendo...

Ninguno de los dos dijo algo más, Yuri no podía detenerlo, sabía que si lo hacía le dolería mucho a Otabek y ya no quería lastimarlo. Se despidieron y Otabek se fue del parque, se quedó ahí pues no quería volver a su casa.

Sintió un vacío en su pecho, había sido una silenciosa despedida y ya no volverían a verse. Sentía que tenían mucho más de qué hablar, pero la realidad es que solamente no quería que se fuera nunca.

—Que incomodo....

Su cabeza giró como un búho y miró a la causante de esa voz. Una chica estaba oculta entre los arbustos. Casi no la vea por la oscuridad de la noche.

Su ropa estaba algo desgastada y sucia, tenía el cabello rubio y los ojos de color verde al igual que él, su cabello se veía maltratado, su labio estaba partido y tenía los nudillos de sus manos bastante lastimados. Los podía ver ya que con una mano sostenía una mochila que llevaba en sus hombros.

Lo estaba mirando algo incómoda pues había presenciado lo sucedido hace unos momentos, pero tampoco parecía querer irse.

¿Se habrá escapado de casa? Por su ropa parece que vive en la calle.

Sus ojos se volvieron a cruzar, sentía que se estaba mirando a sí mismo.

—No deberías estar hasta tarde en la calle —Dijo la chica rubia mientras se paraba para irse.

—Lo mismo va para ti —Susurro.

Se paró sin esperar respuesta y se fue del lugar, pues tenía razón, no era hora de estar en la calle con lo peligroso que podía ser. 

En tus pequeños hombrosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora