Los demonios también lloran - Parte 2

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¿Porque le estaba contestando? No sabía que tenía tantas ganas de hablar con alguien. Se puso feliz por un momento.

La conversación comenzó como si nada con cosas tan comunes que ni se acuerda cuales fueron. Por momentos se llegó a desconocer por completo al notar que era él quien más estaba hablando, mientras que Otabek lo escuchaba de forma seria como si le estuviera contando un problema grave. En esos momentos se quedaba callado de golpe sintiéndose muy avergonzado por ser tan hablador, sus mejillas se sonrojaron y bebía su café frío para disimular, luego Otabek decía algo que le hacía olvidar su pacto de silencio haciéndolo soltar su lengua de nuevo.

Cuando miro hacia la ventana, la noche estaba llegando elegante como siempre, haciendo un gran espectáculo de colores pastel antes de su llegada, solamente para que todos se detuvieran al verla llegar.

¿Qué cursilería acabas de pensar Yuri?

—Creo que es hora de irnos — Comentó Otabek señalando al encargado del café mirándolos con un tic en el pie.

Frunció levemente el ceño, nunca le agradaba cuando estaba ese empleado a cargo, siempre cerraba temprano o corría a las personas que se quedaban para poder irse antes a casa.

Se levantaron lentamente en silencio sin querer despedirse.

—¿Me das tu número? Así podemos juntarnos otro día —Dijo algo dudoso.

Primero le hablaba desesperado como si hace siglos no hablara con alguien más, luego le pedía su número de manera muy tímida ¿Quién era él y que paso con Yuri?

—Claro, anótalo.

No tuvo ni tiempo de sorprenderse, sacó con rapidez un lápiz y papel de su mochila y comenzó a anotar el número que Otabek le estaba dictando, con una promesa de mandarle un mensaje se despidieron.

Al llegar a su casa esa noche —a diferencia de todas las demás —llego con una sonrisa de oreja a oreja, hacía mucho tiempo que no tenía alguien con quien hablar, tener a quien mandarle mensajes le daba motivos para cargar su celular, el cual hace más de una semana que no sabe dónde está.

No lo usaba para nada, si le llamaban sus padres él no contestaba y no había nadie más que necesitara algo de él así que simplemente decidió dejar de utilizarlo y solo miraba videos en él de vez en cuando, terminando olvidado en algún lugar.

Lo primero que hizo al llegar fue tirar todo lo que había en su habitación para ver si su celular estaba perdido debajo de algo, ya cerca de las diez de la noche se rindió, pero solamente porque fue llamado a la mesa a cenar.

Su familia siempre comía temprano, pero luego de una discusión que tuvieron en la mesa su madre dejó de llamarlo para comer y no le permitía cenar con toda la familia, hasta que todos terminaban él podía bajar a comer.

Estuvo tentado a levantarse e irse sin comer, pues la comida estaba insípida, al menos así la sentía él, pero sabía que si se acostaba sin comer al día siguiente estaría de mal humor.

Comió intentando aguantar la mueca de desagrado, no es que no supiera bien, simplemente no tenía sabor. Pero la tortura no duró mucho, cuando comenzó a pensar en lo que podría hablar con Otabek el tiempo pasó rápido y la comida se hizo menos desagradable, cuando se dio cuenta ya había acabado su plato.

Con rapidez se fue a seguir buscando, pero no tuvo ni oportunidad de llegar a su habitación cuando detrás de un florero se encontraba su celular, intento recordar cuando lo dejo ahí, pero fue inútil, solo lo tomo y se encerró otra vez en su habitación.

No pudo prenderlo así que tuvo que esperar a que estuviera, aunque sea un poco cargado antes de prenderlo, cuando al fin lo logró tuvo otro impedimento, la contraseña.

—¿Qué fue lo que puse? —Se preguntaba a sí mismo en un susurro.

Intentaba hacer memoria, pero nada venía a él. Estuvo un buen rato intentando, pero cuando se rindió solo coloco "contraseña" y su celular se desbloqueó. No dudó en darse un golpe ¿Quién ponía ese tipo de contraseña? Al parecer él, porque claramente era un completo idiota.

Guardó el número de Otabek y le mandó un mensaje de buenas noches para que el chico guardará su número. Sin esperar respuesta se fue a dormir.

Los meses pasaban como si nada, ya estaban casi cerca de navidad y el invierno junto con la nieve ocupaban las calles. Los adornos navideños y las luces decoraban las noches, por cada tienda que pasaba los regalos navideños estaban de oferta y cada tienda tenía su decoración especial por la época.

Solo faltaba una semana para la gran fecha.

Él y Otabek se habían vuelto buenos amigos, todos los días sin falta se reunían en el café luego de sus actividades, hablaban hasta que estuviera por cerrar el local, seguían la conversación por unas calles hasta que se separaban y luego que cada uno llegaba a su casa se mandaban mensajes hasta la hora de dormir.

Hablaban de todo y nada, había veces en las que se asustaba de no saber de qué más hablar, pero siempre terminaban en algún tema sin sentido que los mantenía hablando por horas. Siempre estaba espero que sucedieran cosas en su colegio que le dieran temas de conversación ya que no le solía pasar nada interesante para contarle a Otabek.

Algunas veces demoraba en contestar ya que no quería parecer alguien muy insistente o alguien que no tenía nada más que hacer.

Ahora se encontraba emocionado, pues su amigo le comento que tendría una cita a comienzos de diciembre con una chica italiana de nombre Sara. Él nunca había tenido novia, si había intentado salir con algunas personas, pero nunca formalizaron nada o terminaban siendo algo casual.

Al principio se sintió incómodo hablando de eso ya que nunca había hablado de esto con alguien, pero la conversación de cómo sería la cita salió fluida sin volver a ponerlo incómodo, su amigo se vea feliz por ello, aunque lo noto algo nervioso.

Solo espero que le vaya bien... 

En tus pequeños hombrosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora