Capitulo 9

169 19 4
                                    

Sentía que se ahogaba en la habitación. El aire se sentía como agua que entraba por sus pulmones. Era un infierno.

El suelo había desaparecido, era como estar cayendo constantemente en el infinito, era un abismo negro. Esa sensación de vértigo no abandonaba su cuerpo aun cuando estaba acostado en el suelo, quería ir más bajo. Su cuerpo se sentía pesado, era como sentir una cuerda amarrada a su cintura mientras esta era jalada hacia abajo con fuerza.

Quería que esa sensación terminará.

Quería llorar, pero las lágrimas no caían, quería gritar, pero su voz no salía. Esto hacía que se formará un nudo en su garganta que lo asfixiaba aún más.

Escalofríos le recorrían el cuerpo entero, el sudor frio lo empapaba y el temblor de cada miembro no cesaba.

El ardor que sentía por todo su cuerpo desapareció, ahora sentía que el color y calor de su cuerpo se iba deshaciendo segundo a segundo. 

Ya no aguantó más...  Otabek por favor vuelve rápido.

Yuri sentía que la ansiedad lo estaba matando, aun no hablaba con el kazajo y aun así se sentía morir. Solamente había salido de la habitación para ir al baño —en el momento menos indicado— y dijo que volvía con prisa, pero para el habían pasado horas en esa patética situación.

—Perdona por demorar

El kazajo al momento que entró fijó su mirada en la cama y al no encontrarlo su ceño se frunció. Miro a los lados y no lo encontró, hasta que miro al suelo y pudo encontrar al rubio pálido, bañado en sudor y jadeando buscando aire mientras una mano sobaba su pecho.

Sin siquiera pensarlo por un segundo se tiró de rodillas a su lado bombardeando con preguntas acerca de su estado. Yuri solo levanto su mano en señal de que parara, pues eso solo lo estaba alterando. El kazajo lo comprendió y se quedó en completo silencio.

Intentaba tranquilizarse y no podía, era algo que estaba totalmente fuera de su control, su cuerpo no le respondía como él quería, ni su garganta y mucho menos su corazón.

Los minutos pasaban silenciosamente, las agujas del reloj parecían estarse burlando de él.

— ¿Estás más tranquilo? —Preguntó con su voz vacilante.

—Creo que si —Apenas pudo susurrar.

Se intentó incorporar, pero se mareó al momento que sus piernas estuvieron estiradas y su cuerpo recto, perdió el equilibrio y se tambaleó hacia un lado, tenso su mandíbula esperando darse de cara contra el suelo, aunque los fornidos brazos de su novio lo sujetaron y lo sentaron en la cama.

No quería alterar más a Otabek, pero no podía controlarse. Levantó su mano y la colocó sobre su pecho, con las pocas fuerzas que tenía lo apretó tratando tranquilizarse. 

Se quedaron así unos minutos en silencio, hasta que Yuri logró estar más tranquilo.

— ¿Te encuentras mejor? —Volvía a preguntar

—Un poco

Suspiro agotado, ahora estaba más cansado que antes. Las ganas que tenía de contarle todo a Otabek desaparecieron, ya no quería hacer nada, solo quería acostarse e irse al mundo de los sueños. Pero sabía que le tenía que explicar algunas cosas primero, tal vez no todas, no podía en este momento, pero si algo para que pudiera comprender y le diera su espacio. 

—Si no quieres hablar, no lo hagas —En sus ojos solo se reflejaba preocupación. 

—Tengo que hacerlo, pero luego necesito que me des un poco de tiempo —Miro directamente a Otabek— tengo que poner algunas cosas en orden antes de seguir.

—Está bien —Dijo algo resignado.

Yuri se acomodó mejor en la cama, se sentó en el regazo de Otabek mirando hacia la puerta. No quería ver su cara.

— ¿Por dónde comienzo? no creo que todo tenga un principio, mi vida ha sido así desde que puedo recordar.

 » Desde que era niño me enseñaron un mundo y un camino que seguir, todo lo que estuviera fuera de eso no era correcto o no significaba nada para mí.

Había días en los que escuchar a mi padre era fastidioso diciendo "No hagas esto" o "No hagas aquello" también estaba el típico "A Dios no le gusta..." seguido de lo que a mi padre le molestaba que hiciera.

Mi madre desde algún lugar solo me ignoraba, claro que eso sucedía sólo cuando estaba en casa.

Y mi hermano siempre me buscaba para algo, contarme lo que hizo en el colegio, los amigos que hizo o solo para hablar, cuando eso sucedía me encerraba en mi habitación ignorándolo. Mi madre aparecía tomaba a mi hermano y escuchaba sus historias por horas, algo que nunca hacía conmigo.

Le tenía mucha envidia y odio, ya no es tan así gracias a Dasha pero aún no puedo tenerle cariño, me cuesta estar a su lado. 

Desde siempre había sido así, incluso antes de que mi hermano naciera, pero ahora me molesta más, antes pensaba que mi madre ni siquiera podía sentir, pero mi hermano apareció para demostrar que el único problema era yo.

Sabes Beka, desde niño me preguntaba qué había hecho mal para sentirme tan solo. No solamente eran mis padres, sino que mis abuelos también. Todos parecían odiarme y quería saber el porqué.

Al principio no me molestaba, sabía que existía una vida mejor ya que lo escuchaba de mis compañeros, pero como jamás lo había vivido no sabía que me estaba perdiendo. Un día vino de visita mi abuelo paterno, no lo conocía, sólo había escuchado su nombre "Nikolai Plisetsky" ahí fue cuando no recibir amor se volvió doloroso.

Beka, estaba recibiendo regalos en las fechas importantes, me felicitaba por las cosas que él creía que eran geniales, me daba abrazos y me llenaba de besos. Nadie había hecho algo así por mi antes, al comienzo me asusté, no sabía por qué quería que me tratara así, no sabía qué era ese sentimiento cálido que comencé a sentir.

Sabes, un día se lo pregunte y con una sonrisa triste me dijo que se llamaba felicidad y ese sentimiento cálido era amor. No pude evitar llorar todo lo que quedó de ese día.

Comencé a pasar tiempo con él, cada que podía iba a visitarlo y salíamos juntos. Él fue quien me ánimo a patinar, jamás me juzgo por ello he incluso se lo ocultó a mis padres.

Siempre recibí amor de su parte...

Otabek se quedó callado, no tenía algo para decir. Suspiro tratando de liberar esa molestia que estaba atorada en su garganta, se sentía tan impotente. No podía ver la cara de Yuri, pero sabía que en cualquier momento comenzaría a llorar, no tenía que ser un genio para saber eso.

Apoyó su cabeza en la espalda del rubio y reafirmó su abrazo.

— ¿Alguna vez te he dicho que eres un soldado? eres mi más preciado y fuerte soldado Yuri—Susurro con una voz dulce para luego dar un pequeño beso en su espalda.

Sin poderlo aguantar las gotas que amenazaban con salir, sin temor comenzaron a caer. La mañana llegó y esos ojos esmeraldas se llenaron de gotas de agua. 

En tus pequeños hombrosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora