Capítulo 11

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Yuri no entendía nada, desde que salieron de la pista hasta cuando llegaron frente a la casa de sus padres, Otabek no dijo nada y tenía su rostro contraído en una mueca.

¿Qué le pasa? ¿Le incomoda venir conmigo?

Todo eso quedó en segundo plano cuando llegó el momento de que entrara a su casa a buscar sus cosas, le pidió a Otabek que no entrara por si llegaban a encontrarse con su madre y esta hacía un escándalo.

Entró con sigilo, no quería ser descubierto llevándose algunas de sus cosas. La casa no era tan grande pero tampoco era pequeña, tiene tres habitaciones, un baño, la cocina estaba junto al comedor y luego estaba la sala donde se llevaban a cabo las reuniones de sus padres.

Las habitaciones se encontraban en el segundo piso, así que en completo silencio subió las escaleras, en puntitas de pie subía escalón en escalón, tenía miedo de hacer el mínimo ruido y que todo se jodiera, no tenía las fuerzas en este momento para enfrentar a su madre, más bien, estaba sensible como para escucharla y salir más lastimado porque, aunque dijera que no le importaba lo que esa mujer diga, la verdad es que si le dolía y le afectaba mucho.

Logró entrar en su habitación sin que nadie se diera cuenta, busco en su armario una vieja maleta y comenzó a guardar su ropa y algunas cosas importantes.

El chirrido de la puerta lo puso en alerta, se quedó petrificado mirando fijamente su maleta abierta.

— ¿Qué estás haciendo? —Esa suave voz hace mucho tiempo que no la escuchaba.

Su hermano estaba ahí parado, con la mitad de su cuerpo escondido detrás de la puerta, solo su cabeza se podía ver. Estaba más alto y tal vez con un poco más de peso, era como si hubiesen pasado años desde que no lo veía, pero podía distinguir esos ojos celestes y cabello de un rubio más oscuro donde fuera.

Aunque lo pasara negando, él era su hermano, de eso no había duda.

Yuri no supo qué contestar, la verdad ni siquiera pensó en encontrarlo, pero por alguna razón ahora era más consciente de él que antes.

¿Había madurado y dejó todo atrás? no entendía por qué ya no sentía ese odio inexplicable que surgía de su interior cada vez que lo miraba.

¿Es que las palabras de Dasha habían surtido efecto? ¿Otabek lo estaba influenciando con su amabilidad?

Una amarga sonrisa surco su rostro y miro a ese pequeño —ya no tan pequeño—que lo miraba curioso.

—Entra ¿no tienes escuela? —Preguntó mientras volvía a guardar sus cosas.

El menor de los dos se sorprendió por la repentina amabilidad, así que con miedo a que su actitud cambiará a la fría de siempre se adentró a la habitación cerrando la puerta.

—En la mañana tenía fiebre así que no fui—Contestó alzando sus hombros.

Yuri no dijo nada, solo cerró la maleta y la colocó en el suelo, miró por última vez su habitación y a su hermano, de un momento a otro la nostalgia lo invadió. Nunca pensó que se sentiría un poco triste de irse de esa casa, siempre creyó que sería el mejor día de su vida, y ahí estaba, sintiendo la tristeza en su pecho intentando no hacer más amarga esa despedida.

—Sabes Yulian, desde ahora ya no viviré aquí así que quiero que te portes bien ¿sí? —Dijo mientras se sentaba a su lado y colocaba una mano sobre su hombro. Intento decirlo con una sonrisa.

En menos de un segundo el rostro del menor se contrajo en una mueca para dar paso a un río de lágrimas que salían de sus ojos y surcaban sus mejillas. Lloraba en silencio.

Yuri abrió sus ojos en sorpresa, jamás pensó que su hermano se pondría triste por su partida, la verdad es que pensaba que lo odiaba por como lo había tratado todos estos años, pero en realidad le tenía el cariño suficiente como para llorar su despedida.

Se sentía la peor mierda del mundo.

— ¡¿Por qué?! yo no quiero que te vayas, quédate aquí conmigo.

Lo abrazó intentando que se calmara, no quería que alguien los escuchara y entrarán para ver qué pasaba.

—Las cosas así tienen que ser—Apenas pudo pronunciarlo por un nudo en su garganta.

¿Por qué me siento tan malditamente triste? se supone que te odio, se supone que jamás te iba a perdonar, se supone que jamás sentiría culpa por lo que te hice. Entonces ¿por qué siento cada palabra tan amarga?

—Podemos vernos, estaré viviendo en un lugar un poco lejos, pero puedes ir a visitarme cuando quieras.

Yulian levantó su rostro con rapidez mirando a su hermano mayor con un brillo único en sus ojos.

— ¿Puedo visitarte?

—Claro que puedes—Le sonrío acariciando sus mejillas.

¿Pero qué estoy haciendo?

Se levantó de la cama tomando su maleta, era hora de irse, no podía seguir ahí arriesgándose a que lo encontraran.

—Bueno, me voy.

Rápidamente su hermano también se levantó, se limpió las lágrimas con fuerza y lo miró con una sonrisa. Al ver eso una punzada atravesó su corazón.

—Prométeme que nos volveremos a ver— Hizo un puchero mientras inflaba sus cachetes.

Yuri no pudo evitar reír. A pesar de que ya era alto y casi un adolescente, no dejaba ese niño de cinco años que llevaba dentro.

—Lo prometo.

El resto del día pasó en un abrir y cerrar de ojos, estuvo gran parte de la noche colocando sus pertenecías en el apartamento del kazajo.

No, ahora es el apartamento de ambos.

No pudo evitar sonrojarse por ese pensamiento, aún no lo podía asimilar del todo, tenía esa sensación de que en cualquier momento despertaría y volvería a la basura que era su vida.

Siempre se preguntaba qué había hecho para merecer a Otabek, él no creía tener puntos buenos, claro que tenía en cuenta que el kazajo tenía algunos defectos, pero aun así no dejaba de ser demasiado ante sus ojos.

Suspiro un poco cansado al darse cuenta de que tenía que hablar con su madre, las cosas no podían seguir así y no quería volver a entrar a esa casa como si fuera un criminal para poder sacar sus otras cosas.

Tomó su teléfono y marcó el número de la casa mientras se recostaba en el pecho de Otabek, este lo abrazó y le dio un beso en su frente.

— ¿Quién habla? —La voz de una mujer se dejó escuchar al otro lado de la línea.

—Solo llamaba para quedar un día para poder hablar, no tienes el derecho de decir todas esas cosas y salirte con la tuya

Un silencio que pareció eterno se instaló al otro lado, por un momento pensó que lo había colgado, volvió a colocar el celular en su oído esperando a que de una vez por todas contestara.

—Está bien, ven mañana a la tarde—Fue todo lo que dijo antes de colgar.

Yuri no tuvo tiempo de decir nada, le colgó en el momento que terminó de hablar. Bufo molesto y se acurruco más al pecho de Otabek.

—No te preocupes Yura—Tomo su rostro haciendo que sus ojos se encontraran— Estoy contigo

Yuri busco en sus ojos algún rastro de duda, pero no lo encontró, en cambio él estaba hecho un manojo de dudas en este momento, Otabek siempre lograba mantener esa calma y paciencia infinita.

Sus ojos se cristalizaron y desvió la mirada por un momento. Esmeralda y café se volvieron a encontrar de manera intensa.

—Más te vale no arrepentirte porque no te dejaré ir—Lo amenazó con una voz segura.

Ambos sonrieron, no necesitaban más palabras, sabían la respuesta. 

En tus pequeños hombrosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora