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El guapo italiano y el guapo asesino ocultan algo en el maletero


—Intenta de nuevo —gritó Keim desde la parte delantera del coche, revisándolo.

Encendí el motor y retrocedí. Algo en mi pecho estalló de felicidad cuando el coche finalmente se movió, alejándose del pantano. Era increíble la magia en las manos de ese chico.

Keim subió al coche, está vez era él quien conduciría. Seguía sin haber cobertura para marcarle a Ether. Eran casi las siete, y apenas estaba dejando de llover.

—¿Dónde te encontrarías con Ether? —me preguntó Keim, conduciendo.

—En el Palace Breim. Es tarde, quizás ya esté en casa, o llamando a la policía por mi desaparición.

—Te llevaré allí, quizás aún esté esperándote.

Ether no era de las que esperaban, así que no me convencía demasiado.

.

Cómo sospechaba, Ether no estaba en el Palace Breim. No vi el coche de su madre fuera, y ni siquiera estaba dando vueltas por allí con algún chico.

Volví a marcar a su número cuando volvió la cobertura, pero el problema estaba ahora en que ella no contestaba mis llamadas.

—Quizás esté teniendo una mejor noche que nosotros en este momento —dijo Keim, indiferente, luego se volvió hacía mi—. Deberíamos imitarla.

—No digas tonterías.

Estábamos sentados en la acera, mirando como el coche lucía muerto en una esquina. Según Keim, el motor estaba sobrecalentado o algo, y también estábamos sin gasolina.

Era de noche, una noche gris y fría, llena de neblina, posiblemente la tormenta había apagado la luz de todo el pueblo, porque la mayoría de los lugares estaban cerrados y algunas farolas seguían apagadas, el resto, iluminaba pobremente la acera y la calle por donde apenas pasaban autos.

Keim había llamado a alguien para que pasara a buscarnos y llevara el coche a un taller, pero fuera quien fuera, seguía sin aparecer.

—¿Ese Grace es amigo tuyo? —pregunté sin mirarlo

—Sí.

—¿Y es un degenerado y bicho raro como tú?

Él sonrió con diversión, pero yo estaba hablando en serio.

—No digas esas cosas de tu novio.

—Yo no tengo novio.

—Entonces, ¿dejas que cualquier chico te bese y te marque como yo hice?

—Por supuesto que no.

—Entonces no hay nada por discutir, somos novios.

Era una lógica estúpida. No todos los chicos con los que me beso son mis novios, esa era la lógica de Ether, y le veía más sentido que a la de Keim. Como sea, ambos estaban equivocados.

Me volví para mirarlo, y él estaba mirándome.

—¿Puedo hacerte una pregunta?

—Ya la hiciste, pero puedes continuar.

—¿Qué le hiciste a mi brazo?

Keim entrecerró los ojos, como si intentara recordar.

—No sé de qué hablas.

Aparté la mirada. Sabía que él seguiría negándolo, por más vivido que se sintiera aquel recuerdo. Seguía sintiendo las cosquillas que quedaban después del dolor de las heridas, y los trazos de aquella pluma en mi brazo.

—Eres una persona extraña —dije sin mirarlo.

Incluso seguía recordando al chico del estacionamiento en el hospital, y como Keim ocultaba su cuerpo sin vida en el maletero del coche.

¿Cómo podía estar sintiendo algo por el cuando lo había visto matar a alguien? ¿Tenía acaso un poco de sentido que me gustara, aunque fuera un poco?

Me estaba haciendo todo aquello a mi misma; dejarlo entrar al coche, dejarlo besarme, dejarlo tocarme, incluso la decisión de dejarlo entrar a mi vida era mi responsabilidad, y allí estaba él, clavado como una estaca en mi vida, marcando cada momento de mi vida con su presencia. Y todo era sólo, ¿por qué? ¿Por qué necesitaba un poco de cariño? ¿Por qué quería sentirme un poco querida por alguien?

Yo era responsable de todo aquello, y de que en ese momento estuviese clavada con él en ese lugar, esperando a quien sabe quién para volver a casa.

Si quizás hubiese sido un poco más consciente de mi propia presencia no estuviese pasando por aquello. Yo no era fuerte como Ether, ni siquiera tenía un poco de su valentía y amor propio.

Escuché un coche acercarse y levanté la mirada. El coche se estacionó al otro lado de la calle, cerca de nosotros.

Keim se levantó, haciéndome imitarlo.

Era el coche negro que tenía Keim en el estacionamiento, pero no me detuve a pensar en ello cuando vi al dueño salir de el, discutiendo.

—¿Quien rayos te piensas que eres cuando me llamas un sábado en la noche para buscarte? —le discutió a Keim, acercándose—. Primero, no soy tu chófer, y segundo...

Él me miró.

Era el tipo más extraño que había visto si se atrevía a usar lentes de sol durante la noche. Él los bajó un poco para mirarme sobre ellos, con sus cejas arqueadas en expectativa.

—Disculpa, nena, no te había visto.

Le resté importancia con un gesto.

—Ya estoy acostumbrada.

Keim se metió entre nosotros.

—Él es Grace —presentó—. Ella es Elleonnor. Grace, Elleonnor. Elleonnor, Grace. Ahora vámonos.

—Es un placer, linda —Grace lo ignoró y tomó mi mano—, ¿que hace una niña tan bonita acompañando a este degenerado?

—Me secuestró —no era mentira, técnicamente.

—Tiene mucho sentido.

Era de la contextura de Keim y su cabello rubio y largo estaba peinado hacía atras, como un galán de películas, parecía ese tipo de chicos que no se separa de su gel para cabello. Sus ojos eran azules e intensos y su sonrisa no dejaba de ser petulante y llena de confianza. Era la viva imagen de Ether en versión masculina.

—Debemos irnos —dijo Keim, tomando mi mano en su lugar con gesto de fastidio.

Él alargó su otra mano hacía Grace y éste la miró con desconfianza, intentando adivinar sus intenciones.

—Ni siquiera lo pienses —dijo—. No mi auto otra vez.

—Sólo por una semana.

—Estoy cansado de mantenerte, busca un trabajo.

—Sólo dame las llaves.

Grace resopló, pero aceptó y le entregó las llaves de mala gana.

—No hagas lo mismo que a la moto —advirtió—. Nada de sexo, ni comida, o algo que lo haga oler o ver raro. Y si vas a matar a alguien no lo metas en el maletero, es de mala educación si no me preguntas antes.

—Como sea —dijo Keim, que parecía acostumbrado a aquella charla.

Él abrió la puerta para mí y yo entré, mirando que no hubiese nada extraño dentro, o intentando oler sangre. Entró del otro lado y encendió el motor.

—¿Y como volveré yo? —gritó Grace, al darse cuenta de la trampa.

—Pide un taxi —dicho esto arrancó, dejando a Grace maldiciendo en italiano.

𝐴́𝑛𝑔𝑒𝑙𝑒𝑠 𝑦 𝐷𝑒𝑚𝑜𝑛𝑖𝑜𝑠  [#1/COMPLETA ✔️]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora