Cuando pasaste dejaste un desastre

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—Bucky, para —gritó. Las lágrimas bajaban por la cara de Leah mientras lo miraba tirar piezas de ropa en una maleta.

—Esto fue un error —sus ojos nunca se encontraron con los de ella.

—¿Qué quieres decir? —Ya ella no se podía escuchar a si misma debido al pitido en sus oídos.

—Nosotros... Todo —con eso, él cerró la maleta y paso por el espacio que había entre ella y la pared, saliendo de la habitación y de la casa.


—¡Mamá! —Leah se dio cuenta de que iba en piloto automático mientras que su hijo de cuatro años gritaba por ella. Sus ojos se movieron al espejo retrovisor, suspirando por lo que vio.

—¡Deja de torturar a tu hermana! —Dijo ella alzando el volumen de su voz para igualarse con los gritos de tu hijo.

—¡Pero, mamá! —Su grito estuvo cercano de perforar su oído.

—¡Jack Barnes, es suficiente! —La luz del semáforo se tornó roja y tuvo que frenar de golpe. Leah escucho el biberón golpear el piso y a su hija comenzando a llorar—. Está bien, cariño. Casi llegamos. Mamá te la dará cuando paremos —pero sus palabras eran lo opuesto a consoladoras y ella comenzó a llorar más. Leah estiro su brazo hacia atrás en un intento de encontrar el biberón pero fue ineficaz. Ella escuchó una bocina y volvió a su posición para avanzar—. ¡Está bien! —Le grito al conductor de atrás por el espejo retrovisor y piso el acelerador—. Idiota...

—¡Mamá! —Jack estaba gritando ahora. Él había aprendido eso de Bucky, ella lo sabía. En realidad, eso no era justo. Él lo había aprendido de ambos.

Calmándose antes de responder, ella doblo hacia izquierda y entro en el familiar estacionamiento.

—¿Qué?

—Esa es una mala palabra —bueno, al menos él estaba manteniéndola en jaque. Él era demasiado inteligente para su propio bien.

—Sí, lo sé. Lo siento —Leah asintió, estacionándose a unos cuantos puestos del VUD¹ que estaba en el rincón del estacionamiento—. No le digas a tu papá, ¿está bien? —Todo lo que él hizo fue asentir y ella apago el auto. Leah arreglo su cabello en el espejo. Bucky no había salido de su auto así que ella asumió que no la había visto todavía. Distraídamente retoco su labial y asintió—. ¿Me veo bien? —Leah se volteó para enfrentar a sus hijos.

—Bonita —Jack sonrió, comenzando a desabrochar los seguros de su silla para bebés.

—Tienes que quedarte ahí hasta que yo te saque, ¿recuerdas?

—Sí, mamá —él asintió mirando a su hermana—. Avery también —Leah no pudo evitar sonreír mientras asentía.

—Sí. Avery también —mirando la manilla de la puerta, ella se congelo. A pesar de que esto había estado pasando por medio año ya, todavía se seguía sintiendo tan duro como la primera vez. Leah se presionó para abrir la puerta pero antes se aseguró de bajar la ventana para mantener un ojo en sus pequeños mientras se encontraba con el padre de estos. Arreglo sus jeans y camino hacia la parte de atrás del auto hasta él VUD de Bucky.

Él salió y ella sintió como si hubieran pasado años desde la última vez que lo había visto. Él lucia diferente de cómo había sido cuando se había casado con él. Mucho más diferente de cuando lo conoció. Él había abandonado el cabello largo a favor de algo más corto pero cierta parte de él nunca cambio: sus ojos. Seguían siendo del mismo azul. Su vello facial se hacía más largo. Lucia cansado.

—Leah —él le asintió.

—Bucky —ella dejo salir un suspiro, mirando al suelo y luego a él—. Ambos están muy inquietos. Puedo solo llevarlos a casa si quieres —Leah se cruzó de brazos y se encogió de hombros, mirando su auto.

—No —Bucky sacudió su cabeza con rapidez—. Este es mi fin de semana.

—Lo sé, pero luces cansado. Solo estoy tratando de ayudar.

Su mandíbula se tensó mientras la miraba. —No lo hagas. Puedo con ellos. Son mis hijos —cada fin de semana la conversación transcurría así. Leah le ofrecía un descanso y él juraba que podía con ellos. Incluso habiendo roto con él, ella aun trataba de ayudarlo, ayudarlo a mantenerse cuerdo. Ella sabía que él no dejaría su vida con Steve; su vida como un Vengador. Ella solo trataba de hacerle las cosas más fáciles.

Un suspiro encontró su camino fuera de la boca de Leah y ella frunció su ceño. —Nunca dije que no podías, Bucky. Solo estoy...

—¿Estas, que? Para. Tú no sabes lo que está sucediendo conmigo —Bucky se inclinó a un lado de su auto, cruzando sus brazos a la defensiva.

—Tienes razón. No lo sé —ella alzo sus manos, rendida. Algunas heridas todavía estaban frescas como para presionarlas sin que algo hiriente fuera dicho—. Iré a por sus cosas —Leah pulso el botón del control de sus llaves, abriendo el maletero del auto y tomando los bolsos que había empacado para ambos niños.

—Hola, mamá —Jack sonrió al aparecer detrás del asiento.

—Hola, bebé —Leah sonrió a medias, despeinando el cabello del niño—. Hey, hazme un favor y recoge el biberón de Avery del suelo —todo lo que él hizo fue asentir y entonces lo vio desaparecer una vez más.

—¿Esta todo ahí? —Leah dio un salto, dejando caer un bolso de lona en el concreto. Bucky estaba cerca de ella. Él debió haberla seguido hasta su auto.

Ella se inclinó, levantando el bolso y asintiendo. —Eso es todo. Unos cuantos juguetes —se encogió de hombros.

—Ellos tienen juguetes en mi casa —él frunció su ceño, mirándola.

—Solo... ¿puedes tomar los juguetes, por favor? —Leah miro a Bucky y él asintió sin decir una palabra. Ella soplo un mechón de cabello de su cara y le dio los dos bolsos—. Iré a por Avery —él no dijo nada y se dio la vuelta para llevar los bolsos a su auto. Leah lo estudio por un momento. Él se movía igual. Su cuerpo era el mismo, tal vez más en forma. Ella no era capaz de notarlo. Y además, imaginar esa clase de cosa no iba a llevarla a ningún lado de todas maneras.

—Bueno, si tienes todo lo que necesitas... —Leah apretó su cola de caballo.

—Creo que estamos bien —él miro a ambos niños y después a ella—. Nos vemos el domingo.

—Sí. Misma hora de siempre —ella beso la cabeza de Jack y luego la de Avery.

—Adiós, mamá —Jack se despidió con su mano, listo para irse con su papá. Eso rompió su corazón. Él no entendía porque ya no estaban juntos, porque él tenía que ir al mismo estacionamiento cada fin de semana. Y Leah no estaba segura de si alguna vez sería capaz de explicárselo.

—Se bueno con tu papá —ella mordió el interior de su labio y miro a Bucky—. Llámame si necesitas algo.

Él sacudió su cabeza y sonrió un poco. El corazón de Leah pudo haber dado saltos. —Estaremos bien. Lo prometo.

Leah asintió y se despidió con la mano una última vez antes de volver al asiento del copiloto de su auto. Ella pretendió revisar los mensajes y correos de su teléfono, cualquier cosa para que él no sospechara que aun los estaba viendo. Ella observo mientras Bucky situaba a los niños en sus asientos hasta que subió en el asiento del copiloto, saliendo lentamente del estacionamiento.

Ella le echo un vistazo a su auto y sorbió su nariz. Ahora estaba callado, incómodamente callado.




¹Vehículo utilitario deportivo.

Un amor de muerte natural |Bucky Barnes/Steve RogersDonde viven las historias. Descúbrelo ahora