Lucia
-Necesitas moverte de ahí...-moví el brazo de Fernando que parecía no reaccionar del todo. Murmuraba dos cosas antes de volver a caer dormido y la culpa era del maldito alcohol y mía por su puesto.
No pude evitar escuchar su descarga y sentirme impotente y culpable a partes iguales.
Por un lado no era mi culpa no recordarlos y me valía madres todo lo demás pero entonces caía en cuenta que ellos tampoco tenía la culpa de que mi cabeza no funcionara bien y conectara los puntos que se suponía los debían atar a mi vida...
No lo estaba haciendo fácil y tampoco sabia como hacerlo.
-Fernando.-Me acerqué un poco a su rostro y el olor a alcohol inundó mi nariz.-Diablos, sí que tomaste ¿no?
-A veces...es necesario para un hombre olvidarse de su sufrimiento.
-¿Soy la culpable de tu sufrimiento?- Le tiré del brazo para que espabilara y lograra ponerse en pie.
-Solo si me dijeras que no vas a amarme de nuevo.
-No puedo asegurarte nada...- Era una mentira, sabía que estaba empezando a sentir cosas extrañas en mi estomago por él y eso solo significaba una cosa. No soy tonta, me hago la tonta, es diferente.
Ay bendita virgen...
-¿Por qué me despiertas?- Se quejó. Borrachos, creo que me gustaría estar en un estado de calma y bruma inducida pero...no puedo, obviamente.
-Debes ir a la cama...creo que estas ebrio.- Respondí simplemente.
-No tanto. El sueño hace que todo pase...- Y sé muy bien que no se refería a su estado de ebriedad, se refería a lo otro. A mí y a todos los problemas emocionales que lleva mi nombre en este momento.
-Comprendo perfectamente lo que dices pero el dolor de cuello que vas a sentir mañana si sigues aquí hará que quieras quemar toda la ciudad.
-Tienes razón...- Se puso de pie y me miró. - Gracias.
-Te acompaño.- Le tomé el brazo como si fuera a caerse pero la verdad, al sentir la textura de su piel en mis manos me hacía pensar que la que se iba a caer sería yo.
¡Vamos a ir calmando esas hormonas de embarazada de una buena vez mujer!
-Muy dispuesta.- sonrió.
-No siempre.- Miré sus ojos oscuros y llené mis pulmones de aire, esta vez el olor a licor no me molestó.
Concéntrate, Lucia.
-Sí, no siempre. Asintió.
-¿Seguro que no estas ebrio? La verdad es que no te creo mucho.- Caminamos directo a su habitación que era mucho más pequeña que la mía y que estaba segura era algo así como una habitación para invitados.
-No lo estoy. De verdad.
-¿Consideras que eres mentiroso?
-¿Quieres saber de mi?- Respondió a cambio.
-¿Sí o no?
-No siempre...antes lo era.
-¿Me mientes?
-No ahora mismo ni mañana ni ayer.- Sus palabras sonaron atropelladas y rápidas.
-Entiendo...- Miré la habitación la cual tenía una pequeña ventana.
-Tu habitación, que es nuestra, tiene una mejor vista.- Comentó.
-Lo sé...-Respondí. Me giré a el y lo admiré sin pudor unos largos segundos. Soy humana es inevitable ignorar tanto físico junto.
-Esas miradas...- Lamió sus labios y no pude evitar desviar mi mirada a ellos.-son peligrosas.- Finalizó.
-¿Por qué?- Me atreví a preguntar. No era tonta, tampoco era una niña, sabía muy bien lo que estaba preguntando y a dónde estaba por meterme si seguía de este modo.
La mirada de Fernando tomó un tono brillante y mi corazón inició una marcha frenética mientras trataba de controlar mi respiración para que no se me notara.
-¿Por qué?- Se acercó unos pasos a mí y yo lo permití, no me alejé.-Porque podría hacer cosas...- Acarició lentamente la longitud de mi rostro y cuello bajando por mis brazos desnudos, para subir aún más lento por el mismo camino y detenerse en el borde de mis labios. Mi piel hormigueo ante el contacto caliente de sus manos, haciendo mis piernas gelatina y mi voluntad se estaba empezando a diluir lentamente entre la bruma creada por él mismo. El alcohol no tiene nada que ver esto, no he tomado ni una copa en mucho tiempo. Esto es puro deseo.
-¿Cosas?- susurré borracha de él y su toque del cual, me sorprendí a mi misma, deseando un poco más. Deseando que llegara incluso más allá, más allá de donde podría permitirme en circunstancias normales, como por ejemplo, cuando puedo pensar con normalidad porque no lo tengo tan cerca.
-Si te besara ahora mismo...- Se acercó incluso más a mi y su aliento chocaba directamente en mi rostro. Mis pulmones dejaron de trabajar y me encontré acercando mi rostro una pizca más- estoy seguro...- no pude mantener la vista en sus ojos más tiempo y bajé la vista a sus labios, que parecían tan suaves y deseaba, por primera vez, besarlos. Abrí mi boca a la espera mientras nuestras respiraciones se mezclaban y la punta de nuestra narices se rozaban, queriendo de una vez por todas que el pequeño espacio entre nosotros se terminara y acabar con mi nuevo sufrimiento.- huirías.- su nariz rozó la mía con más intensidad y cerré mis ojos esperando... tragué gordo sintiendo mi corazón palpitar con tanta fuerza que empezaba a doler tanto como dolían mis costillas cuando desperte del accidente. El momento comenzaba a alargarse de manera incómoda y mi cuerpo empezaba a irse a los lados, o así lo sentía, cuando abrí mis parpados pude verlo sentado en su cama.
Mierda.
-¿Qué...?- Mi corazón detuvo la marcha antes de reanudarla con un nuevo sentimiento de verguenza fluyendo por mi torrente sanguíneo.
-No te besaré.- Aseguró. Alcé mis cejas sin entender y sintiéndome completamente tonta. Sacudí mi cabeza para aclarar mis pensamiento e intentar procesar lo que acaba de pasarme como uno de los peores momentos en la memoria a corto plazo que poseía en este momento, salí de la habitación sin más. Sin despedidas y arrastrando mi ego, totalmente y completamente, herido.
Se puede decir que en muchos de los aspectos de mi vida era una débil pero en otros simplemente me anteponía a las situación de una manera que se le antojaba a cualquiera furiosa.
En este momento no sentía ninguna furia recorrer mis venas para atravesar todo lo que me estaba sucediendo en este momento.
Lo que sentía era una pena profunda y un vacío hondo en el pecho que nada tenía que ver con mi memoria, el accidente o estar embarazada. Todos estos extraños sentimientos tenían que ver por el pequeño, gran, rechazo que acababa de soltarme Fernando.
Malditos hombres.
La cabeza me iba a explotar del puro dolor, tantos pensamientos juntos, tantas ideas y tanta preguntas sin respuesta estaban descomponiendo mi sistema de manera total. Tomé dos pastillas de la mesa y justo antes de meterlas en mi boca me detuve. Estoy embarazada no debería de ingerir tantas medicinas, mi cuerpo ha tenido suficiente y mi bebé más que suficiente.
Me acosté en la cama y no pude evitar palpar mi abdomen, un abdomen que pronto iba a crecer tanto que no podría ver mis pies.
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Entregados (EAM3)
RomanceUn gran e inesperado cambio ha tocado la puerta de Fernando y Lucia los cuales parecen no tener un minuto de paz para poder tener una relación estable. En el pasado por sus constantes miedos e indecisiones y en el presente por un terrible accidente...