Capítulo 4

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—Tu amiga es muy maja—Noa me sonrió mientras se sentaba en frente de mí para cenar

—Amiga especial—Anto se sentó a su lado y entrelazó sus dedos

—Oh, por Dios, no seáis como Ñíguez y Luna.

—¿Qué pasa con Ñíguez y Luna?—la voz de Lu a mis espaldas me hizo sobresaltarme

—Nada—Esbocé una sonrisa y me levanté para darle dos besos y abrazar a Saúl

—Bueno, ¿qué se siente al salir a cenar después de casi un año?—Luna se abrazó a Noa

—Calla, que Anto casi llora al despedirse de la niña.

—Sí pero cuando la niña llora rápidamente te la da a ti—reí

Antoine me dio una leve patada.

—¿Ya le has pedido una cita a Cris?—preguntó Luna mirándome

—Acaba de salir de una relación conflictiva... Y yo también necesito tiempo.

—Eres un miedica, Hernández—masculló Ñíguez—. Vas a dejar escapar a esa chica sólo porque sigues pensando en Amelia... A pesar de todo el daño que te causó.

—No es mi culpa seguir enamorado de ella—murmuré

—Lucas, pensar en ella solo te hace daño—Noa trató de darme la mano pero la aparté bruscamente—. La vida te está dando una segunda oportunidad poniendo a Cris en tu camino y...

—¡Cállate la puta boca!—levanté la mano pero rápidamente Antoine me tomó de la muñeca con fuerza

—Que ni se te pase por la cabeza. Solo tratamos de ayudarte. Y no le vuelvas a hablar así. Es tu amiga.

—Lo único que estáis consiguiendo es hacer que os deje aquí y me vaya a emborracharme y a echar un buen polvo. Disfrutad de la cena.

Me levanté y salí del restaurante con rapidez. Saúl me alcanzó.

—Lucas, tío, ¿qué te pasa? Este no eres tú.

—Sí que soy yo.

—Despierta, joder, casi le pegas a una de tus mejores amigas que solo intenta ayudarte. ¿Acaso eres un maltratador?

Esa palabra resonó en mi cabeza con eco. Maltratador. Me habían acusado de maltratar a Amelia. Ella había mentido... Y yo seguía a sus pies.

—Mañana le pediré perdón. Ahora me voy. No quiero amargaros la velada.

—Eres nuestro amigo, Lucas. No nos amargas la velada.

—Da igual. Necesito emborracharme, echar un buen polvo del que mañana no me acordaré y estaré como nuevo.

Saúl suspiró.

—Ojalá Cris te haga sentar la cabeza...—susurró mientras se iba

¿Por qué tanta insistencia en Cris? ¿Por qué no cualquier otra?

                                (...)

—¿Lucas? ¿Qué haces aquí?—me abrió la puerta somnolienta

—Yo... No sé... He venido...

—¿Estás borracho?—arrugó la nariz

—Nooooo. Solo he... Bebido un...—hipé—Poquitito.

—Esto es muy irresponsable por tu parte, Hernández. ¿Y si tienes un accidente? ¿Y si te atropellan? ¿Has pensado en eso?

—Ya... Me... Voy...

—No, no, te quedas aquí. Vamos, te prepararé la habitación de invitados en un santiamén.

—¿Puedo dormir contigo?—abrió los ojos como platos, todo a mí alrededor daba vueltas—Por favor, necesito dormir abrazado a alguien.

—No recuerdo la última vez que me dijeron eso sin más intenciones—sonrió y me acarició la mejilla—. Ven, Lucas. Es tarde.

                                 (...)

—Oh, Dios, mi cabeza...—murmuré abriendo los ojos y mirando el reloj de la mesilla, eran las cuatro de la tarde—¿Cris?

—Buenos días, bella durmiente—murmuró entrando en la habitación

—¿Qué haces en mi casa?

—Perdona, guapo. Ayer llegaste a las tres de la mañana más borracho que una mona pidiéndome que te dejara dormir conmigo.

Hice una mueca. Se acercó y puso una pastilla en la palma de mi mano y me dio un vaso de agua.

—Eso te aliviará el dolor de cabeza. 

—Gracias—murmuré y metí la pastilla en mi boca—. No solo por la pastilla, por dejarme quedarme aquí pese a mi estado...

—Si te hubiera echado te habrías matado por la carretera. Me sorprende que vinieses aquí y no a casa de uno de tus amigos. ¿Puedo saber qué pasó?

—Íbamos a cenar las dos parejas y yo pero... Discutimos y decidí emborracharme.

—Eso es malo para la salud, lo sabes, ¿no?

—Lo sé. Pero es mi modo de aislarme del mundo. ¿Tú no tienes el tuyo?

—Nada mejor que una tarde de fútbol en el Calderón. Pero en verano me tengo que conformar con música.

Se encogió de hombros y sonrió. La veía tan sincera, tan natural...

—¿Puedo darme una ducha?

—Poder puedes, pero no creo que nada de mi ropa te sirva.

—¿Me estás diciendo que no tengo tipo para ponerme tu ropa?—hable de forma afeminada y ambos soltamos una gran carcajada—Tengo una mochila con ropa en el coche, por si me surge un plan. ¿Podrías ir a buscarla? Así me voy duchando.

—Te pondré una toalla limpia en el baño. Creo recordar que dejaste las llaves de tu coche en el pasillo.

—Gracias.

—El baño es el primero a la izquierda.

Merci.

                                   (...)

Rodeé la toalla a mi cintura al sentir que se abría la puerta. Cris entró y se quedó mirando.

—Ya sé que soy guapo—le guiñé el ojo

Se sonrojó y dejó la mochila sobre el mueble.

—Se nota el trabajo del Profe—rió para quitarle importancia al asunto

Me encogí de hombros y ella se mordió el labio inferior.

—No me provoques—reí—. ¿Acaso quieres quedarte a ver cómo me visto?

—Tengo cosas que hacer más...

—Nada es más interesante que verme vestirme—le guiñé el ojo

Cris se encogió de hombros pero no salió, así que abrí la mochila y, tras sacar un bóxer, dejé caer la toalla.
Me puse la ropa interior y luego me puse el pantalón y la camiseta. Cuando me giré, Cris seguía mirando.

—¿Te ha gustado?

—No he mirado.

—Claro, y tus mejillas están rojas por el calor.

Rodó los ojos y me acerqué a ella.

—En serio, gracias.

Sonrió.

—No es nada, Luquis. Ya me invitarás al Calderón a un partido como compensa.

—¿A uno? Te pago el carnet de socia si quieres—ambos reímos—. Ven a verme. Me hace mucha ilusión tenerte por allí. Estoy más... Motivado.

Ambos sonreímos.

—Te invito a cenar esta noche—besé su mejilla—. ¿Te apetece que vayamos a visitar a Griezmann? Tengo que hablar con su novia y pedirle perdón por algo que hice ayer...

Fix me {Lucas Hernández}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora