Capítulo 17

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Cris se tapó más con la sábana. Suspiré e intenté echarla hacia atrás. Estábamos a treinta y cinco grados, no era normal que se tapase.

—Lucas...—murmuró—Que tengo frío...

Fruncí el ceño. Me giré hacia su lado y le puse la mano en la frente, estaba ardiendo.

—Y ahora dónde puse yo el termómetro...

—No tengo fiebre—Cris se incorporó y trató de coger las sábanas

—Che, che, che, che, ni se te ocurra. Voy a buscar el termómetro.

Miré el reloj, eran las ocho de la mañana. Me levanté y abrí los cajones de la cómoda para ver si había metido el termómetro por ahí. Comencé a sacar calzoncillos.

—Bingo.

Saqué el termómetro de la caja plástica y me acerqué de nuevo a la cama. Lo coloqué en la axila de Cris.

—Quieta, no me hagas sujetarte el brazo como hace Anto con Mía.

—Señor, sí, señor.

Me incliné sobre ella y acorté la distancia entre nuestros labios para devorarlos con pasión. Nuestra acalorada sesión de besos fue interrumpida por el pitido del termómetro. Lo cogí y observé la pantallita: treinta y nueve y medio.

—Lo siento, cariño, pero hoy estás al cuidado del maravilloso enfermero Lucas Hernández.

Cris rodó los ojos y sonrió.

—¿Y ese maravilloso enfermero del que hablas... No tiene hoy entrenamiento?

—Día libre, preciosa—chasqueé la lengua y me acerqué para besarla—. Voy a por paños de agua fría y a por un frenadol.

—Ibuprofeno mejor.

—A sus órdenes.

Bajé las escaleras y entré en la cocina. Cogí un ibuprofeno del cajón de la mesa y llené un vaso de agua a la mitad para verter el contenido del sobre. Revolví con la cuchara y subí las escaleras de nuevo.

—Toma. Bebe. Voy a por los paños.

No pude evitar reír al ver la mueca de asco que se le formó al beber el antiinflamatorio.
Entré en el baño y mojé una toalla de lavabo hasta que estuvo bien empapada. La puse sobre la frente de Cris.

—Y ahora quietecita.

—¿Te tumbas conmigo?—preguntó

Me dejé caer junto a ella. Comencé a acariciar su mejilla y su cuello con mis dedos hasta que volvió a dormirse. Miré el reloj, eran las diez.
Decidí quedarme allí un rato, pero el timbre me lo impidió.
Bajé a abrir rápidamente.

—No timbres tanto, cabrón—murmuré al ver a Théo—. Cris está mala y está arriba durmiendo... ¿Qué te pasa?

—Tengo un gran problema. Bueno, en realidad dos.

—Si no me lo dices no puedo ayudarte.

—He dejado embarazada a Paula.

—Joder, Théo... Existen gomitas, ¿sabes? ¿Cuál es el otro problema?

—Que son dos. Esos son mis dos problemas.

Se echó a mis brazos y comenzó a llorar.

—Ven, vamos al salón, te prepararé un Colacao.

                                 (...)

—¿Cuándo te lo ha dicho?—pregunté mientras él se mantenía aferrado a su taza de Colacao

Fix me {Lucas Hernández}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora