Capítulo 16

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—Ya estoy en casa—dejé la bolsa en el suelo de la entrada mientras dejaba las llaves en el mueble de la misma—. ¿Cris? ¿Cristina?

Silencio. Me adentré en la casa preocupado, ¿le habría pasado algo?
Al no encontrarla en el piso de abajo subí al de arriba.
Abrí la puerta de nuestra habitación, estaba sentada en el suelo con la cabeza enterrada entre las rodillas, llorando.

—Cristina...—me arrodillé frente a ella y le hice levantar el rostro y mirarme—¿Qué pasa, mi vida?

—Hoy es el aniversario de su muerte...—susurra con la voz rota

—Oh... Creí que tenías eso superado.

—Y lo tenía. Pero he encontrado esto en la puerta y...

Me tendió un sobre. Frunci el ceño.

—¿Qué es esto?

—Es una carta. De mi madre.

—¿La has leído?

Negó.

—La fecha es del mismo día de su muerte. No tengo el valor suficiente para hacerlo.

Saqué la carta del sobre y, al hacerlo, una cadena de plata con un camafeo colgado de ella cayó al suelo. Cris abrió los ojos y lo recogió con cuidado. Me senté a su lado para estar más cómodo.

—¿Qué es?—pregunté

—Es el camafeo de mi madre. Si no me equivoco... Dentro...—lo abrió y una pequeña sonrisa asomó por su rostro—Esta soy yo cuando era un bebé. Mi madre lo llevaba siempre consigo...

Lo apretó en su mano. Saqué la carta.

—Léela en alto—pidió

Asentí.

Querida Cristina—fruncí el ceño y la miré—. Creí que era el único que te llamaba así.

—Mi madre también lo hacía de vez en cuando. A veces me regañaba y luego decía: Ay, Cristina, eres un desastre... Me abrazaba y besaba mi frente.

Asentí.

Querida Cristina: Anoche tu padre tuvo un sueño horrible, una pesadilla que no se atrevió a contarme pero que tenía que ver con tu muerte. A toda costa quiso viajar para arreglar las cosas contigo, así que esta misma tarde viajaremos para verte. Te echamos de menos, nunca debimos discutir contigo por esa tontería. Eres libre de seguir tus sueños, de perseguir toda meta que quieras alcanzar. Cuando eras pequeña, cuando aún no tenías tres años, te encantaba venir a nuestra habitación, levantar el edredón por la parte de abajo y trepar hasta llegar a la almohada mientras fingías ser una gran aventurera. Cuando decidiste seguir los pasos de tu abuelo y adorar el fútbol nunca pusimos pegas. Con el paso del tiempo cambió tu forma de ser. Seguías siendo esa niña risueña e inteligente que ansiaba conquistar todos sus sueños, nuestra niña, pero comenzaste a encerrarte en ti misma y dejar de contarnos cosas. Por eso Nos sorprendió tanto que quisieras estudiar psicología. Nunca debimos cortar tus alas. Debimos auparte y hacerte llegar a las estrellas con la mano.
Siento haberte fallado, mi niña. Siento no haber sido la madre que tú esperabas que fuese. Siento todo lo que ha pasado entre nosotras, pero soy incluso más cabezota que tú.
¿Por qué te escribo esto? Por si nos pasa algo. La dejaré en casa y la recibirás en ese caso. Espero que algún día puedas perdonarme. Te llevo siempre al cuello, Cris. Estoy segura de que algún día junto a tu foto pondré alguna de mi primer nieto. Te quise, te quiero y siempre te querré. Con cariño, mamá...

Levanté la vista al no recibir respuesta cuando acabé de leer la carta. Miré a mi novia. Las lágrimas caían a borbotones por su rostro.
No dije nada. Dejé la carta en el suelo y abrí mis brazos para darle cariño.

Ella enterró su cabeza entre mi hombro y mi cuello y lloró con todavía más fuerza.

—Tranquila, mi vida...—murmuré acariciando su espalda

—Les fallé—repetía—. Y cuando quisieron hacer las paces...

—Sh... Tranquila... Estoy aquí...

Dejé que llorase sobre mi hombro todo el tiempo que necesitó. Sus dedos estaban aferrados a mi camiseta y no permitían que me alejase.

—No te vayas, Lucas. No me dejes sola. No te alejes nunca de mí—pidió

—Nunca—acaricié su pelo—. Siempre estaré a tu lado, mon amour.

Sus lágrimas comenzaron a cesar poco a poco y pronto del llanto solo quedaron sus ojos rojos.
Cogí el camafeo de su mano y se lo puse alrededor del cuello.

—Ahora es tuyo—le recordé—. Estoy seguro de que tu madre quería que lo tuvieses.

—Me pregunto quién lo habrá mandado—murmuró

—Eso da igual. Tal vez sea momento de cerrar esa etapa de tu vida y empezar una nueva conmigo, por eso has recibido eso.

Ella se acurrucó entre mis brazos y asintió.

—Gracias, Lucas.

—Descuida, Cristina.

Besé su frente y dejé que se terminase de calmar.

—He quedado con Griezmann para comer, pero mejor lo cancelo—murmuré

—No, no. Vamos. Quiero despejarme.

Asentí.

—Pues entonces vístete.

Besé sus labios y ella me correspondió.

                                (...)

—¡Princesita!

Mía corrió hacia nosotros, pero se tropezó con su propia pierna y se cayó al suelo, comenzó a llorar.

—Tranquila, cariño...—Antoine le levantó del suelo—No es nada, ¿ves? Estás entera. No hay herida.

Mía se calmó abrazada al cuello de mi compatriota mientras él y Noa nos daban dos besos.

—¿Le das un beso al tío Lucas?

Mía me miró y echó sus bracitos hacia mí. Acercó su mejilla para que le diese un beso.

—¿Qué tal van esos últimos preparativos?—pregunté alzando las cejas

—No sé si Cris te lo ha dicho pero se van con mi chica de despedida de soltera.

Frunci el ceño.

—¿Ah si?

Cris sonrió.

—Me he convertido en dama de honor de repente.

—Es que ya no me imagino la boda sin ti—Noa rió—. Además no quiero ver a Luquis dar un espectáculo borracho.

—Yo no...

—¿Te recuerdo cuántas veces te tenemos que llevar a casa desde el bar?—Anto sonrió

—Bueno, la última vez te llevé yo a ti.

—Y la bronca que me cayó...

Noa le dio un codazo. Mientras pedíamos, Mía dejó mi regazo para sentarse con Anto.

—¿Te he dicho ya lo guapa que estás hoy?—pregunté mirando a Cris

—No—se sonrojó

—Pues lo estás—la besé

Fix me {Lucas Hernández}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora