Capítulo 14

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Sentí como los dedos de Cris recorrían las líneas de mis abdominales al descubierto. Tarareaba una canción que en un primer momento no supe reconocer, pero pronto me di cuenta de que era una muy conocida de La Oreja de Van Gogh (grupo con el que Noa me había dado el coñazo), pero no conocía el título.

—Buenos días, bello durmiente... —murmuró y besó mis labios con dulzura

—Hace un poco de frío, ¿no?—me estiré

—Nos dormimos en el jardín—rió y apoyó su cabeza en mi pecho

—Mhm...—acaricié su espalda

—Tengo hambre—murmuró con sus labios muy cerca de mi oreja

—Vamos a desayunar entonces—sonreí

Ella me devolvió la sonrisa con algo de picardía y comenzó a dejar besos por mi cuello. Pronto la puse debajo de mí y fui yo el que repartió besos por todo su cuerpo.

                               (...)

—Hola, pequeñaja...—Cris cogió a Mía de los brazos de su padre y esta rió

—Con esto quedamos en paz, ¿eh?—abracé a Noa y le di la mano a Anto

—Eso ya se verá, casi me mato por culpa de ambos franceses, así que igual os hago ir a la boda con vestido.

—Me gustaría ver eso—sonrió Cris

Noa me dio la bolsa de las cosas de Mía y se despidió de su hija con una gran abrazo.

—Mi princesita, te voy a echar de menos esta noche.

—Ni vas a pensar en ella, estoy seguro de que Antoine te mantendrá bien ocupada.

—Cállate, Lucas—dijeron los dos a la vez

Rodé los ojos y cogí a Mía, la cual echaba sus brazos hacia mí.

—Disfrutad de la noche—los empujé fuera—. Y por favor, usad protección. Mía es muy pequeña para tener un hermano.

Antoine rió y pasó el brazo sobre los hombros de su novia para dirigirla al coche.

—Diles adiós a papá y mamá—miré a Mía, ella movió su manita y después se metió el chupete en la boca para abrazarse a mi cuello

—Noa dijo que ya la habían bañado y le habían dado de cenar antes de venir, así que se quedará dormida en breve—Cris nos miró con una tierna y gran sonrisa

—¿Embobada por mi belleza?

Soltó una carcajada.

—No seas egocéntrico.

Acaricié la espalda de Mía. Ella soltó un suspirito y giró la cabeza para mirarme. Sonreí y besé su frente. Ella cerró los ojitos.

—Cris, no nos mires así que vas a manchar el suelo con la baba. ¿Te traigo un cubo?

—Es que por un momento te he imaginado con un niño nuestro—sonrió y me acerqué para besarla

—Algún día—le guiñé el ojo—. Voy a tumbarme con Mía en la habitación pequeña a ver si se duerme del todo.

—Voy haciendo la cena.

Asentí. Subí las escaleras y entré en la habitación de invitados. Bajé la persiana y eché la colcha hacia atrás. Dejé a Mía sobre la cama con cuidado y le puse su mantita por encima. La pequeña abrió un ojo y extendió los brazos hacia mí. Me descalcé y me tumbé a su lado.

—A dormir, petite...—le acaricié la mejilla

Mía cerró los ojitos y se durmió abrazada a mi brazo. Cuando estuve seguro de que estaba dormida me levanté con cuidado.

—Con lo bonitos que estabais...

Cris estaba apoyada en la puerta. Esbocé una sonrisa y la besé dulcemente para luego bajar a cenar.

                               (...)

—Te voy a comer esos piececitos—mordí suavemente el pie de Mía y ella soltó una carcajada

Cris nos observaba sentada en el sofá mientras nos grababa.
Sonó el timbre y mi novia fue a abrir mientras que yo seguía jugando con la pequeña.

—Hernández, como te comas a mi hija te pego—Antoine apareció en el salón con una sonrisa

—¡Papi!

Mía se incorporó y se levantó apoyándose en el sofá para ir hasta Antoine, quien la estrechó entre sus brazos.

Ma princesse...

Sonreí y me levanté para ir con Cris y Noa. Estaban charlando junto a la puerta.

—Que yo sepa no comemos, ¿eh? Bueno, sí pero de otro modo—alcé las cejas

—Bruto—Cris me dio un golpe en el brazo divertida

—Pero si solo digo la verdad—la achuché—. ¿Y tú qué? ¿Ayer Anto te hizo disfrutar o no?

Las mejillas de Noa se tornaron color carmesí.

—No pienso responder a...

—Eso es un sí—Anto salió del salón—. Admítelo cariño, ayer viste las estrellas.

—Eres un salido—Noa se acercó y le quitó a Mía—. Hola, princesita...

—Bueno, nos invitáis a comer, ¿no?—Anto sonrió inocente

—No tengo nada preparado—me encogí de hombros

—Pues vamos a comer fuera. Ya he avisado a Ñíguez.

Bufé y Cris sonrió.

—Venga, Luquis. Será divertido.

Me robó un beso. Me encantaba que hiciese eso.

                               (...)

Llegamos a casa a las seis de la tarde, pues tras la comida habían insistido en ir al cine para ver una película de niños. Anto dijo que lo hacían por Mía, pero él era el que más emocionado estaba.

—Lucas—Cris besó mi mejilla—, yo me voy ya. Tengo cosas que hacer en casa.

Hice un puchero.

—¿No puedes quedarte a dormir hoy también?

—¿Te das cuenta de que estás pagando el alquiler de un piso en el que casi no estoy?

—Traete tus cosas. Vivamos juntos.

Cris frunció el ceño.

—¿No crees que es...?

—¿Muy pronto? Para nada, hemos hablado de boda y de niños, pero no de vivir juntos. Y es algo que me gustaría mucho. Llegar de los partidos y de los viajes y tenerte aquí... Eso no tendría precio.

Cris sonrió. Rodeó mi cuello con sus brazos y juntó nuestras frentes.

—¿Eso es un sí?—murmuré con el aliento cortado

—Sí—susurró para luego captar mis labios con los suyos

—Me encantas, Cristina. Mucho más de lo que puedas pensar.

—Es algo que no entiendo y nunca entenderé—tocó mi nariz—. Que de entre tantas chicas... Sea yo la que te encante.

—Tienes ese algo—sonreí y mordí la punta de su nariz

—¿Ese algo?

—Ese algo que te hace irresistible. No sabría definirlo... Es... Nuestro algo.

—Nuestro algo—cerró los ojos—. Suena muy bien.

Sus labios rozaron los míos en un beso sincero que no englobaba deseo ni pasión. Un beso que transmitió el amor que sentíamos el uno por el otro, ese nuestro algo.

Fix me {Lucas Hernández}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora