Capítulo 1: Hechizo

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Abrió los ojos al movimiento de su cama, pero la luz del día era demasiado molesta como para mantenerlos abiertos, por eso los cerró con fuerza mientras le daba la espalda a la ventana.

—Adiós, al menos —farfulló la chica que comenzaba a buscar sus prendas para vestirse y así poder irse a casa. Castiel no respondió, solo dejó que el sueño le atontara la cabeza—. ¿Es en serio? —cuestionó la chica de rizos oscuros—. Anoche has hecho y desecho conmigo, y hoy ni gracias diras, ¿en serio? 

—Ni siquiera eres tan buena en la cama —señaló Castiel y la quijada de la chica se fue al piso mientras la rabia le invitaba a sonreír de irónica manera.

—Eres un maldito imbécil. Ni siquiera te preocupaste por mí durante el sexo y ahora dices que soy yo quien no es buena en la cama. ¿Hasta dónde llega tu cinismo?

—¿Preocuparme por ti? —preguntó Castiel incorporándose—, yo solo quería divertirme, hice lo que debía.

—¿Eres así con todas? —cuestionó ella sin esperar respuesta realmente. Castiel parecía de ese tipo de hombres—. No me sorprende que debas buscar siempre a alguien diferente, ¿quién querría acostarse de nuevo un imbécil como tú?

—Soy amor de una noche —se jactó el pelirrojo volviéndose a dejar caer en la cama, pero no completamente, quedó recostado de lado, apoyando su mano en el mentón y en el colchón el codo.

—Eres pantalla, cielo —explicó la chica terminando de maquillarse—. Tienes buena vista, pero por dentro eres porquerías.

—Cierra la boca, bruja —farfulló molesto el pelirrojo volviendo a incorporarse—. Si sigues con tus idioteces, voy a darte una lección.

—No —dijo la morena—, la lección vas a aprenderla tú. Y más te vale que lo hagas pronto, o podrías perderlo absolutamente todo.

—¿De qué mierdas estás hablando? —cuestionó el pelirrojo un poco descolocado por la sonrisa maliciosa de esos labios rojos enmarcando una perfecta y blanca dentadura.

La pelinegra subió a la cama y, mientras sus oscuros ojos parecían brillar, gateó hacia el pelirrojo recitando un extraño canto.

El corazón de una chica te niegas a adorar, lo que ellas necesitan por las malas aprenderás, un hechizo yo convoco para cambiar a un idiota, y si el amor no encuentras mi magia jamás será rota.

Dicho esto, la morena de cabello rizado besó a Castiel, quien sintió una corriente eléctrica recorrerle el cuerpo entero, y un destello le hizo doler la cabeza, obligándolo a abandonar la conciencia.

Ella volvió a sonreír, lo que quedó en la cama era una justa venganza.

»Dulces sueños, y mucha suerte, querida. 


Continúa...

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