Capítulo 15: ¡Al demonio todos!

126 23 18
                                    

Castiel sintió como poco a poco el cuerpo de Nathaniel se relajaba entre sus brazos, y la felicidad que eso le hizo sentir le llenó el alma hasta sentir que salía por todos y cada uno de los poros de su piel. 

Cuando el rubio correspondió el beso y el abrazo, casi gritó. Pero tenía los labios ocupados, así que solo sonrió de medio lado por medio segundo y después continuó con lo que hacía. 

—¿Por qué me besas? —cuestionó el delegado cuando el beso terminó, aferrado fuertemente al cuerpo del chico que temblaba igual o más que él, y que se aferraba a él también.

—Tal vez porque te extrañé, tal vez porque lejos descubrí que te amo, tal vez porque Casidi me dijo que me amabas... o tal vez porque dejaste que esa loca te besara. No me decido por una, aún.

Los ojos miel del chico rubio se abrieron enormes desde que Castiel comenzó a hablar. El sonrojo en su cara aseguraba que el otro no estaba bromeando. Pero la emoción se terminó cuando el sonrojo del pelirrojo parecía más de ira que de incomodidad al mencionar a eso que no debió permitir a la chica.

—Ella... ella... ella se veía muy triste —dijo Nathaniel girando la mirada a donde el otro no la viera. 

Ese beso había sido un tremendo error y, de hecho, de no ser porque pensó que de alguna manera sería besar al falso pelirrojo, no lo habría permitido. 

Sin embargo, fue muy diferente. Había una milla de diferencia entre ambos besos. El de Castiel había sido cien mil veces mejor, su estómago lo atestiguaba.

—Pues que mala manera de consolar a los que están tristes —refunfuñó el ojigris—, no me gustaría que mi novio fuera besando cuanta cara larga se le atraviesa. Las mujeres la usan como diez veces al día.

—¿No... no... no... Cómo que novio? —preguntó el rubio aterrado.

—Si te amo y me amas es normal que nos convirtamos en novios, ¿no?

La naturalidad de las palabras del pelirrojo hizo creer al rubio que el otro estaba en la razón y, aunque algo dentro de sí decía que las cosas no podían ser tan simples como eso, sonrió mientras sus ojos se llenaban de lágrimas.

»Y yo aquí, conteniéndome —musitó Castiel caminando hasta el rubio a unos pasos de él para atraparlo en unos brazos que definitivamente no lo dejarían ir jamás.

—No besaré otra boca que no sea esta—prometió Nathaniel acariciando con sus dedos los labios del que lo abrazaba.

—¡Traidores! —gritó la ojigris desde la entrada a la sala de delegados, sobresaltando a los dos de adentro—. E idiotas. Cierren la puerta y la cortina si se pondrán con cosas indecentes.

—Ese es un buen punto —coincidió Castiel—. Pero no somos traidores.

—Claro que lo son —alegó la chica—. Porque te dije que él me gustaba —dijo señalando a Nathaniel, pero sin apartar la mirada de su falso hermano—. Además tú y yo nos besamos. Eso nos convierte en novios —alardeó mirando esta vez al rubio.

—Aunque yo te besé primero —recordó Lysandro que no se había perdido nada de lo que la chica hizo y dijo—. Eso significa que la traidora eres tú, por besar a alguien cuando ya nos habíamos convertido en novios. Pero no te preocupes, te perdonaré si no lo vuelves a hacer.

—Por eso no te preocupes —dijo Castiel—. Esta boquita ya me prometió fidelidad eterna.

—Con ustedes no se puede —soltó la falsa hermana del pelirrojo entornando los ojos—. Váyanse al infierno, todos.

La pelinegra salió azotando la puerta. Nathaniel sugirió que la siguieran, pero no fue necesario atraparla. En cuanto todos salieron del aula de delegados, la chica se colgó al cuello de su falso hermano y su ahora cuñado postizo. 

Casidi besó la mejilla de Nathaniel, encolerizando a un par, luego de eso besó la mejilla de su hermano para calmar las aguas, y sonrió a un peliblanco no tan calmado como a ella le hubiera gustado. 


Continúa...

SWEET SPELLDonde viven las historias. Descúbrelo ahora