Capítulo 16: Felices para siempre

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—¿Cuándo volverás a casa? —preguntó Castiel viendo como Casidi terminaba de lavar los trastes de la cena.

—¿Te estorbo? —cuestionó la chica con un tono de preocupación más que de molestia—. Puedo irme ahora mismo, si quieres... aunque no tengo a dónde ir.

—Solo pide perdón. Seguro te devuelven la barita, o lo que te hayan quitado.

—No me van a devolver nada —informó Ere aún disfrazada de Casidi—. La verdad es que esta no es la primera vez que me castigan, dijeron que esta vez sería permanente. Planeaba quedarme contigo hasta que pudiera pagar un alquiler propio.

—¿Estás jugando? —preguntó Castiel sorprendido. 

Casidi interpretó eso como una mala señal y respiró profundo pensando que ahora sí sentiría el peso de sus acciones, peso que antes estuvo soportando apoyada por su falso hermano.

—He perdido el interés de jugar con cosas serias —dijo ella en un mal intento de sonrisa—, por hacerlo perdí muchas cosas. Incluso involucré a personas que no debería en situaciones que no necesitaban vivir, lo lamento por eso.

»Pero siempre creí que si tenía algo bueno debía hacer cosas buenas con ello. Aunque, al parecer, solo estaba satisfaciendo mi ego. Igual te agradezco que no me dejaras en la calle, me hubiera tirado de un puente si esa vez no me hubieras dejado quedar contigo, pero ahora que estoy más calmada me doy cuenta que puedo iniciar. Aunque sea de cero, y aunque sea difícil, puedo reiniciar. Me iré mañana, hoy es tarde. Lo siento.

—No se trata de eso —aseguró Castiel deteniendo a una chica al borde de las lágrimas—. Si no tienes a donde ir puedes quedarte, dije eso porque no tenía idea de que la habías cagado de tal manera. Mira que quitarte el título de bruja solo porque eres una gran idiota.

—¿Se supone que estás intentando consolarme? —preguntó la chica limpiando sus lágrimas. 

Una vez que se sintió segura de nuevo no pudo evitar dejar salir todo lo que le oprimía el pecho.

—Eso se supone —dijo Castiel abrazando a la chica que lloraba quedito—. Pero no soy bueno con las palabras. Puedes quedarte hasta que consigas lo del departamento. No es que no te quiera en mi casa, es que a ratos si me estorbas.

—Eres todo un feo —reprochó Casidi volviendo a sonreír entre lágrimas, aferrándose al cuerpo de uno que en serio era como su hermano.

Al final Casidi no tuvo que conseguir un nuevo departamento. Un año después, cuando ingresaron a la universidad, Castiel y Nathaniel se mudaron juntos, así que la chica se quedó en el departamento que había compartido por un buen tiempo con su hermano, siendo la hermosa vecina de ese chico peliblanco que no bajaba el dedo del renglón con ella.

—¿Deberíamos casarnos? —preguntó Castiel una vez que terminaron de instalarse en ese departamento en que cohabitarían el rubio y él.

—Claro —dijo el rubio con seriedad—. Pediré a mi hermana y la tuya que organicen la boda y te ayuden a elegir tu vestido.

—¿Mi vestido? —cuestionó el pelirrojo entre confundido, molesto y avergonzado. 

Se había imaginado dentro de un vestido blanco de muchos pastelones y cauda larga. Eso le avergonzaba, y también le enojaba un poco. Además se sentía confundido, ¿por qué tenía que ser él quien se pusiera el vestido?

Las risas de Nathaniel retumbaron en el lugar. No se esperaba una reacción tan tierna del que amaba.

—Si no eres tú quien usa el vestido yo no quiero casarme —canturreó el rubio y los ojos del pelirrojo se abrieron enormes.

—Pues digo lo mismo. Yo no me pondré un vestido.

—Pues entonces no hay boda.

—Pues que no haya boda —aceptó Castiel—. Igual ya vives conmigo, y compartiremos cama todas las noches. No necesito más.

—No compartiremos cama —alegó Nathaniel—. He mandado traer una recamara para mí.

—Ah, sobre eso —habló Castiel—. La he cancelado.

—¿Qué?

—No necesitamos dos camas. Nuestro amor cabe en una.

—Pues espero que la parte de tu amor quepa en el sofá, porque dormirás allí hasta que traigas mi cama.

—¿Qué? ¡No!... qué chiste vivir juntos y dormir separados —se quejó el pelirrojo en medio de un adorable puchero. 

Nathaniel sonrió, de hecho pensaba de la misma manera, por eso había confirmado la cancelación de su pedido de una nueva recamara.

Aunque, posiblemente, una que otra mañana se arrepentiría de haber compartido la cama con ese que casi nunca le dejaba dormir.     


Continúa...

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