Capítulo 11: Conflictos internos

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—¡Esto es tu culpa! —reclamó Casidi mirándose al espejo, viendo como su frágil figura se robustecía y sus finas facciones se engrosaban mientras su cabello cambiaba de largo y de color. 

Su reflejo se trasformó en lo que guardaba su interior.

—Esto no es mi culpa —se defendió el pelirrojo en el espejo—. ¿Quién fue la idiota que se enamoró?

—Se supone que es lo que debía hacer, ¿no? ¡Enamorarme!

—¡No! Debías lograr que alguien te amara para que rompiera el hechizo con una idiotez tamaño beso de príncipe azul o algo así.

Casidi miró a Castiel con cansancio.

—Se supone que debo encontrar el amor para que el hechizo se rompa —recordó la chica cruzando los brazos.

—Por eso te digo que tienes que encontrar alguien que te ame, no andar enamorándote por ahí. Además, de todo el mundo fuiste a enamorarte de ese idiota.

—Tú eres el idiota. El amor verdadero nace de uno, no de los otros. Además, estoy haciendo esto por ti. A ti fue a quien hechizaron, yo me vi envuelta en esto por tu maldita culpa.

—No hables como si esto no te concerniera, tú y yo estamos en el mismo barco.

—¡Pero yo soy la que lo lleva mal. Es mi corazón el que está roto! —alegó la morena.

—Tú y yo somos la misma persona —recordó Castiel—. Vi lo que viste, escuché lo que escuchaste, así que no hagas drama.

Los ojos de Casidi destellaron. La brillante idea que acababa de llegar a su cabeza podría resolverlo todo. A menos que Castiel lo arruinara.

—¿Sientes lo que siento? —preguntó la chica emocionada—. Dime Castiel, ¿tu corazón duele como el mío cuando Nathaniel nos rechaza?

—Te rechaza a ti, querida. Y ese es mi corazón. No hay manera de que no lo sienta.

—Entonces —habló la chica—. ¿Amas a Nathaniel?

—Por supuesto que no —aseguró el pelirrojo atrapado en el espejo—. Él es un hombre, además de un idiota, no me enamoraría de él. Y él no está enamorado de mí.

Casidi entornó los ojos dejando caer la cabeza atrás y suspiró con cansancio, de nuevo.

—Dices que escuchas y ves lo que escucho y veo, pero no te das cuenta de lo que pasa, idiota. Nathaniel dijo que quería ser mi amigo porque yo era importante para la persona que le gustaba. No se necesita un IQ muy alto para entender la indirecta.

—Pues yo no sé de lo que hablas —aseguró Castiel y Casidi dio unos brinquitos en su lugar mientras hacía pucheros. Era una rabieta—. ¿Qué? —preguntó el chico mirando como su contraparte le miraba enfurecida.

—Eres súper idiota y me avergüenzo de ser tú —respondió Casidi y Castiel se enojó—. Te pregunto, ¿para cuál persona, común entre Nathaniel y yo, soy importante?

Castiel lo pensó un poco mientras su entrecejo se fruncía y sus labios se apretaban.

—¿Lysandro? —cuestionó el pelirrojo después de mucho analizarlo.

Casidi le miró horrorizada. No le cabía en la cabeza tal respuesta.

—¿Cómo diablos llegaste a esa conclusión? —preguntó la chica casi a gritos. 

La respuesta era tan clara como el agua, si alguien no la veía era porque se negaba rotundamente a ello. Como en el caso de Castiel.

»No es Lysandro —aseguró la chica con total calma después de respirar realmente profundo. 

Le explicaría con despacio las cosas a su falso hermano para que le cayera el veinte de lo que estaba pasando.

»Intenta de nuevo —pidió la morena—. ¿Qué persona tenemos en común Nathaniel y yo, pero no es Lysandro?

—¡No le gusto a Nathaniel! —gritó Castiel incorporándose rápido.

—Eso es bastante bueno —aseguró el albino que le miraba casi asustado. El grito de Castiel le había sorprendido, además ya se encontraba intranquilo por haberlo encontrado inconsciente en medio de su sala—. Porque él sí le gusta a tu hermana. ¿Cuándo volviste? —preguntó Lysandro andando hasta la cocina para conseguir un poco de agua para el chico piel de fantasma. 

Castiel no respondió, ni siquiera había escuchado la pregunta. Su mente estaba enredada en dos ecos: uno que decía "Él sí le gusta a tu hermana" y otro que decía "somos la misma persona".


Continúa...

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