Capítulo 5: Intercambio

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—Tengo tres meses para encontrar el amor, y no debo declararme a nadie antes de ese tiempo o seré esto para siempre —recapitulaba el pelirrojo dando vueltas en su sala—... Un momento, ¿seré chica de día y chico de noche o... no será que después de tres meses me convertiré en una chica para siempre? ¡Maldita bruja! ¿Quién se enamora en tres meses?

Castiel se tiró en el sofá, era de madrugada y estaba exhausto tanto física como emocionalmente. ¿Cómo encontraría el amor cuando ni siquiera tenía idea de cómo lucía? Además debía volver al instituto, precisaba dormir. 

Y, aunque no quería ir a la escuela lo haría, tal vez encontraría el amor allí. Aunque esperaba que no pues todas las chicas eran mal prospecto y seguro no se enamorarían de otra chica.

Lo bueno era que tenía tres días antes de tirarse a la práctica, primero investigaría todo lo que al amor se refiriera.

En un fin de semana leyó tantas teorías acerca del amor que bien podría convertirse en filósofo ahora. Además de ver un par de empalagosas novelas y leer varios libros de romance. Entonces, después de todo, dedujo que el amor era una babosada.

El lunes se presentó en la oficina de Nathaniel, incluso antes de que él llegara. Lo había pensado demasiado, manejaría todo como un intercambio. Así que se tragó su orgullo para hablar con quien más odiaba.

—No sabía que Castiel tenía una hermana —dijo el rubio ayudándole con algunas formas—, lo conozco desde hace bastante.

—Lo sé, me lo dijo —explicó la pelinegra con una falsa sonrisa y un tic nervioso—. Yo he vivido siempre en Alemania con mi abuela, pero ahora que mis padres quieren que Castiel modere su comportamiento lo han enviado en mi lugar, ya sabes, es más fácil lidiar con intercambio que con un traslado.

—Lo sé —concedió el rubio sonriéndole a la chica. Castiel sintió nauseas—. ¿Cuál es tu nombre?

—Casssidy..., me llamo Casidy.

—¿Casidy?

—Ya sabes cómo son los padres, tienen gemelos y quieren que todo sea igual con ellos.

—Bueno, en realidad no lo sé. También tengo una gemela, ella es Ámber y yo Nathaniel. Nuestros nombres no son nada parecidos.

—Qué suerte, seguro sería un trauma para ella tener que llamarse como tú.

—¿Disculpa?

—Ah, es que, creo que sería difícil tener que vivir llamándote Nathaniela.

—Supongo que tienes razón —aceptó Nathaniel—, lamento que tu nombre sea similar al de tu hermano, pero es bueno que sus sentidos del humor sean tan diferentes, no necesitamos que una chica tan hermosa sea una amargada.

El rubio sonrió y la pelinegra hizo una mueca que denotaba su molestia. Ser halagada por un chico, sobre todo por ese chico, no era algo que le hiciera sentir mariposas en el estómago, más bien sentía gusanos. Sobre todo porque al final estaba criticando a su verdadera persona.

»Eso es todo, cualquier cosa puedes consultarme sin pena. Te buscaré en el receso, voy a invitarte el desayuno para darte la bienvenida.

—No, no hace falta.

—Está bien. Además aún no conoces a nadie; y alguien tiene que mostrarte las instalaciones. Te veo después —reiteró sacándola de la sala de delegados.

—Pero dije que no era necesario —musitó la de ojos grises y una voz conocida le sacó de su melancolía.

—¿Castiela?


Continúa...

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