Capítulo 3: ¿Normalidad?

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—¿Por qué mi letra es tan bonita? —preguntó la pelinegra en voz baja mientras terminaba de escribir el justificante para Castiel, que firmó a nombre de sus dos padres.

—Ahora te creo que son hermanos —dijo Lysandro recibiendo la receta médica improvisada que le entregaba la chica—. Y creo que una dama debería ser más honesta, de otra forma será una pena que seas tan linda.

—No estés jodiendo —pidió la chica empujando al albino fuera del departamento. 

El justificante cubría una semana, eso le daría tiempo de saber qué diablos había pasado con él, y descansar un tiempo si es que se arreglaba solo, como esperaba sucediera.

Castiel pasó toda la mañana andando de un lugar a otro, luego se sentaba o recargaba en cualquier parte mientras se tiraba de los cabellos. Ni siquiera se atrevió a ir al baño, no quería ver con sus propios ojos aquello que sabía. A cambio de sus pechos había perdido algo realmente importante. Pensar en ello le daba ganas de llorar.

Cerca de las seis de la tarde cerró los ojos mientras se recostaba en el sofá de su sala, quedándose profundamente dormido, pero la puerta de su casa volvió a obligarle a levantarse.

»¿Qué quieres? —preguntó y, al escuchar su voz rasposa, corrió al espejo más próximo, en el baño, para confirmar que era él de nuevo. 

Igual, como medida de seguridad, después de tocar su pecho, ahora plano, bajó su pantalón para descubrir complacido que todo había vuelto a la normalidad.

—Pensé que te habían secuestrado tus padres —señaló el albino medio molesto, deduciendo que Castiela le había mentido sobre la desaparición de uno que seguro solo quería no asistir a clases el lunes.

—Lo hicieron —aseguró el falso pelirrojo—, eso fue como una pesadilla —dijo estremeciéndose.

—Pues qué bien que volviste, asegúrate de no faltar a clases mañana.

—¿Por qué?, me dijeron que tengo un justificante por una semana. Solo haré el vago por algunos días.

—Seguro que son hermanos —ironizó el peliblanco—, ustedes son igualitos.

—Tanto que podrías decir que somos la misma persona —bromeó Castiel.

Lysandro negó con la cabeza y se fue a su propio departamento. Castiel era justo como su hermana, era una pena que fuera tan increíble cuando su actitud apestaba.

Castiel se bañó, vistió y salió a disfrutar de la noche.

—¿Qué tal tu día? —preguntó una pelinegra burlona.

—Perfecto —dijo el pelirrojo con seriedad y ella sonrió mucho más.

—¿De verdad?, ¡qué gusto!... Soy Ere, me presento por si acaso.

—No había necesidad de hacerlo, no quiero volver a encontrarme contigo, nunca.

—Eso ya lo veremos, querida Castiela... —soltó la de cabello oscuro congelando al pelirrojo. 

Después de eso desapareció entre la gente que disfrutaba el ambiente de ese bar.

*

—Mierda —se quejó una delicada voz mientras una pelinegra al espejo lloraba. 

Castiel había despertado siendo Castiela, de nuevo. 


Continúa...

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