Familia es Familia

47 4 0
                                    

Esta historia nos lleva al año de 1.954, a un lugar donde los árboles crecían estrepitosamente verdes y sus ramas brindaban sombra y refugió a todos los que allí conviven; donde despertarse cada mañana era todo un ritual, un olor a café recién colado aun humeante en la cocina, hacía pensar que estabas en un lugar muy especial, tanto así que el cuerpo no quería pararse de la cama, era tan abrumador el silencio que apenas solo se escuchaba el sonido de las aves merodeando por la casa.


Primero, tenemos a Eduardo quien será centro de esta historia, nace en el justo momento donde sus padres, dan por perdido la idea de concebir un hijo; Augusto quien será su padre es un hombre alto de cabellos negros y pobladas cejas, labios gruesos, ojos azules como el mar, humilde, sencillo y un trabajador incansable; desde pequeño Augusto le toco la ardua tarea de ser el segundo de ocho hermanos, criados todos en una familia donde la constancia era el viento que soplaba las velas en aquel barco. Siempre fue el segundo después de Alejandro un joven apasionado, brillante estudiante cuyas ansías por cambiar su destino y el mundo lo llevarían a escalar el Everest más alto en su vida, consiguiendo así reconocimientos que jamás hubiese imaginado.

Adicionalmente, está la madre de Augusto, doña Estefanía quien es una delgada mujer variable y encorvada por los años de cabellos grises, ondulados hasta los hombros y una mirada marchita por el tiempo vivía resignada bajo el lema familiar que se repetía sin cesar en su mente: "Cásate, ten hijos, y sirve a tu marido"; nada importaba para ella sino aquel patrón de conducta que había sido impuesto cuando era niña; todo transcurría de una manera normal en aquel hogar, parecía más bien sacado de un remoto cuento; era un lugar agradable donde se sentía que el tiempo allí se detenía.

Aquella casa vieja, de techos rojos y bahareque, paredes altas y blancas, largas como caminos, llevaban a un patio donde Augusto y ocho hermanos solían reunirse a jugar por las tardes. Los hermanos pequeños de Augusto eran algo despiertos pero un poco tímidos a la vez quizás por la falta de comunicación y roce con otros niños; Augusto crecía con el sueño de que algún día tendría ese carro rojo de volantes grandes y brillantes, descapotado con cauchos negros y blancos brillantes como el sol; ese que siempre veía pasar por el frente de su casa todos los domingos, cuando este se sentaba con su padre en la entrada. Frank y Luis viejos amigos de la familia al igual que de Augusto compartían casi los mismos sueños desde niños, quien iba a pensar que el destino se encargaría de reemplazar los fugases sueños de aquellos jóvenes.

Alejandro hermano mayor de Augusto era un joven delgado de escasos cabellos, ojos grandes y negros de una prominente y sudorosa frente, voz suave y casi susurrante, cuya sed de conocimientos lo llevaría a comenzar la agitada y espinosa carrera de la Medicina.

A sabiendas de que su familia era de muy escasos recursos y apostando a su suerte, Alejandro se gradúa felizmente en el bachillerato y decide tomar estudios en una de las más reconocidas universidades de aquel lugar "La Casa que Vence las Sombras..." Este joven explora de inmediato un sentimiento interno de ir más allá ante la vida, teniendo en cuenta que su situación familiar y de lo ofrecido por las manos agrietadas de su anciano padre; el Sr Rafael quien apenas le daba para sobrevivir. Rafael era un hombre sobreviviente de las atrocidades ocurridas por las guerras acaecidas en una Europa destruida e invadida.


Las tardes del domingo eran muy singulares, la familia se acercaba y se colocaba con sillas alrededor de un robusto árbol de mango que había sido sembrado casi en la entrada principal de la casa. Allí todos reunidos sonreían junto a don Rafael y doña Estefanía, contaban sus anécdotas, carcajada tras carcajada dejando ver las travesuras en aquella tarde.

El Poder de una Sonrisa en la AdversidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora