Al Fin La Boda

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Alejandro estaba muy feliz con el acontecimiento que estaba por suceder en su familia, su hermano se preparaba para casarse con su adorada cuñada Rosmargaret; eran tiempos muy bondadosos para Alejandro y los suyos los más pequeños estaban ya estudiando en colegios privados, doña Estefanía estaba dedicaba por completo al total cuidado de la casa nueva que Alejandro les había comprado. Todo costeado por el consultorio que este instaló junto a su mejor amigo de clases Héctor; un joven soñador al igual que el que venía de una familia muy acaudalada.

Rosmargaret dejado atrás su pasado con su tía Josefa y Daniel, encontró su norte en una familia humilde pero llena de muchos sueños y de unas ganas increíbles.

Contaba con la dicha de dar clases durante la mañana en un liceo cercano a donde vivía, se llamaba "La Gran República de México" y por las noches impartía clases de inglés a un grupo de estudiantes universitarios.

Augusto consiguió empleo en una empresa dedicada a la comercialización y distribución de semillas, muy popular para la época. Allí se dedicaba al arduo trabajo de la administración, pues allí se basaba completamente su nueva carrera.

Una mañana, con el sol de frente a la ventana y mirando a Rosmargaret mientras dormía.


— ¡Amor! — le dice suavemente mientras esta se despertaba.


— Casémonos el mes que viene — le dice con leve sonrisa.


— Como vamos a hacer.


— Pues Casándonos.


— ¡Si está bien, pero y los preparativos!


— ¿A caso debemos hacer una gran fiesta?


— Lo sé, pero no es tan apresurado.


Ambos se abrazaron fuertemente, el amor que allí se respiraba era único, de hecho, la pareja ya era cuestionada por muchos familiares de Rosmargaret porque para ellos, él no estaba a la altura de ella.

Sucedió que aquel día, el universo conspiro para lo que se dijo aquella mañana. Alejandro tenía entre sus pacientes nada más y nada menos que al jefe civil de la ciudad, este le comento del deseo ferviente de su hermano y su cuñada de unirse en matrimonio; por su puesto el jefe civil escucho detenidamente lo planteado por Alejandro y sonriente decide ayudarles en la aventura.

Alejandro no cabía de la emoción y esa noche salió tarde de la consulta, necesitaba urgente darle las buenas nuevas a la pareja. Camino a casa se detuvo a comprar unas botellas de cerveza para celebrar la noticia; quien imaginaria que allí en ese sitio estaría Daniel con unos soldados también.

— Alejandro tiempo sin verte — le dice el vendedor.


— ¡Oh sí! ha pasado mucho tiempo Víctor.


— Dime que te trae tan contento.


— Estoy feliz mi hermano Augusto se casa con mi cuñada Rosmargaret.


Inmediatamente Daniel al escuchar voltea a verlo; hábil, pero sin hacer el menor gesto se dedica a escuchar la conversación de Alejandro y Víctor.

— Si como te dije — repite.


— Mi hermano Augusto se casa con Rosmargaret — vuelve a repetir.


Daniel inmóvil les hace una seña a los soldados para que se alisten para seguir a aquel misterioso hombre apenas saliera de aquel lugar; quería confirmar la sospecha que dejo aquella conversación.

Alejandro rápidamente sale despidiéndose de su antiguo amigo, Daniel y los soldados de inmediato comienzan a seguirlo sin ser detectados para no levantar sospecha alguna. Llegan al sitio donde estaba ubicada la pareja y desde lejos sin ser detectados Daniel los observa.

Este tomo nota de la dirección en un papel que guardaba en su uniforme, entendiendo que a la mañana siguiente confirmaría su sospecha junto a su esposa Josefa. Mi hija como él decía, había desaparecido dejando solo una carta, dejando atrás la suntuosa vida que llevaba, cegado por el dolor y la rabia decide contarle a Josefa lo ocurrido.

Ya en casa Daniel corre y se mete en la habitación donde se encontraba Josefa.

— ¡No has de creer lo que acaba de pasar! — exclama.

Josefa estupefacta por la cara de Daniel, le dice que se siente a su lado y le cuente. Al terminar la conversación esta rompe en lágrimas, reprochándose así misma por la noche tan importuna que le hizo pasar a Rosmargaret.

Daniel al ver a su esposa sale y la abraza.

— Debes ir a buscarla.

— Pero ¿cómo?

— De la misma manera que fuiste al mar.

— Ella no va a entender Daniel.

— Lo hará porque te ama como a su madre.

— ¿Y si me desprecia?

— Tocara averiguarlo Josefa.

Esa noche fue eterna para infortunados tíos, Josefa se recriminaba a cada momento lo sucedido; Daniel por el contrario la consolaba dándole fuerzas para que fuera en busca de su amada hija.


El Poder de una Sonrisa en la AdversidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora