Doña Gabriela

10 3 0
                                    

Se salió con la suya Rosmargaret logrando convencer a Augusto de visitar aquellas playas maravillosas, donde había nacido. Todo con la excusa de pasar el mejor fin de semana apostándole a este que allá en su pueblo se comería el mejor pescado a la orilla del mar.

Ya entrada la tarde llegan a la humilde casa de Rosmargaret, una casa pequeña que quedo abandonada después de la muerte de doña María, a lo lejos se veían muchos niños jugar. Esta toma de la mano a Augusto y camina más adentro en busca de una posada para quedarse.

Por donde pasaba las personas de aquel lugar comentaban.

— Esa es la hija de María — decían.

Ya llegado el momento en el camino se encontraron a un viejo pescador amigo de la familia llamado Felipe quien estaba sentado con su sombrero en una silla de madera recostada a la pared, durmiendo la siesta.

— ¿Felipe eres tú? — le pregunta.

Este da un salto que casi se cae al sorprenderse de aquella voz.

— Niña Rosmargaret, como has crecido.

— Algo.

— Pensé que ya te habías olvidado de tus raíces.

Augusto la miro suspicazmente y como pensando en que lo había metido su esposa, al querer visitar su antiguo pueblo.

— Necesito hablar contigo en privado Felipe. — le dijo al oído abrazándolo.

Quien imaginaria lo que Rosmargaret tenía tramado en aquel pueblo. Augusto se percata que en la otra esquina salía un peculiar olor; viendo las personas que se reunían allí decidió dejar un momento a Rosmargaret y su antiguo amigo.

— Amor, quiero ver qué sucede allá además huele delicioso

— le dice soltándole la mano.

Felipe mira a la fugaz Rosmargaret y le dice.

— Que te traes entre manos niña.

— Nada.

— Quien no te conoce que te compre niña.

— Bueno si necesito saber si doña Gabriela está viva.

— Ya sabía yo que en algo andabas.

Lo tomo de la mano y comenzó a interrogarlo, Augusto los miraba desde lejos pero el rico olor a pescado lo tenía impaciente, tanto que dejo de lado el mirar a Rosmargaret para pedir y comerse uno.

— Entonces dime si está viva necesito ubicarla Felipe.


— Si niña, pero a esta hora no creo te atienda.


— Doña Gabriela está muy vieja y se duerme temprano.

Estas palabras retumbaron en los oídos de Rosmargaret, la felicidad había vuelto a su rostro, doña Gabriela era la que sabía el secreto de los pescadores para que sus mujeres pudieran dar a luz sus hijos.

— Ven a buscarme mañana niña, vamos ve donde tu marido.

Se abrazaron como dos niños en su encuentro y esta de inmediato fue a donde Augusto quien degustaba ya el rico pescado. De antemano llevaba una risa picara para restregarle la apuesta.


El Poder de una Sonrisa en la AdversidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora