Un Día no Tan Peculiar

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Rosmargaret se había convertido en una joven de la alta sociedad, su delicadeza y singular forma de hablar habían sido el fruto del esfuerzo de Josefa y Daniel.

— Que lastima que María no estuviese aquí — decía Josefa a su esposo cuando tomaban el té.


— Se hubiese sentido orgullosa mi hermana.


— Ahora hay que esperar que salga de la universidad convertida en toda aquella profesora que siempre quiso ser nuestra hija — comentaba.


Eran pasadas las tres de la tarde cuando el chófer entraba por el portón de aquella gran casa. Rosmargaret bajaba del auto con su sombrero de pajilla y sus grandes gafas de sol como si esta viniese del mar mismo.


— ¡Tía Josefa! — le dijo abrazándola.


Fue un momento único, ambas lloraron en aquel instante y Daniel desde lejos al verlas les dijo.


—¡Ya van a empezar ustedes dos!


Aquel instante quedo grabado en el recuerdo de los tres, sensibles pero encantadores gestos de recibimiento los de Rosmargaret como que si habían pasado años sin verse.


Josefa esa noche le tenía una gran sorpresa a Rosmargaret había planificado una cena con la familia de un joven militar llamado Andrés, un teniente subordinado del pelotón que comandaba Daniel.


Esa noche Rosmargaret vestía un traje color rojo vistoso y espectacular ceñido a su cuerpo, su cabello era la envidia de aquella noche; entraba al salón con una sonrisa que dejo sin palabras al agasajado Andrés Josefa aprovecho para levantarse y decir unas palabras.


— ¡Llego mi hija! — dijo en voz alta.


De momento todos comenzaron a ir uno tras otro a la mesa donde estaba reservado un festín de dioses. Rosmargaret siempre un paso adelante toma por el brazo a tía Josefa y le dice al oído muy sonriente.


— ¡Tía!, no me digas que trajiste a este enano uniformado de soldado para inventar algo.


— ¡Claro que si hija!


— Eres una mujer espectacular.


— Pero no estoy interesada en novios tía.


— Además la persona que quiero que este a mi lado no la he conocido aún.


—No importa hoy conocerás a una magnifica persona.


— No me gusta el enano.


— No importa tiene dinero y estatus hija — replico tomándola fuerte por el brazo.


— Suéltame me haces daño tía — dijo muy seria.


Algo se tramaba Josefa con aquella cena sorpresa; mientras Daniel atendía muy cortésmente a los invitados.


La cena era magnifica, la señora Fidelina había hecho un manjar esa noche y los comensales estaban a extasiados con la cena.


De pronto suena una copa era Josefa tratando de decir unas palabras.


— Quiero hacer un comentario — expreso en medio de la comida.


— Nos hemos reunido hoy para anunciar que mi hija Rosmargaret y el Teniente Andrés, se van a comprometer el día de hoy — exclamo sonriente.


Rosmargaret sorprendida de aquella noticia y llena de rabia se levanta y deja la mesa dirigiéndose a su cuarto donde comienza a llorar; todos los invitados quedaron estupefactos ante aquella noticia.


Daniel se levanta de inmediato y toma por el brazo a Josefa y la saca del salón.


— ¡Te has vuelto loca Josefa! — le dice lleno de rabia y con voz fuerte.


— Como le haces esto a Rosmargaret.


De pronto aparece Andrés con una cara de satisfacción total.


— ¡Firme Teniente! — le dice mirándolo con odio.


— Que te traes entre manos con mi hija.


Andrés trato de explicar, pero Daniel lo mandaba a callar en todo momento.


— Desaparécete de mí vista Teniente — le dice.


Aquel instante fue muy duro para Rosmargaret quien en su habitación lloraba; Daniel que no entendía lo que Josefa había hecho esa noche.


La noche fue interminable para Rosmargaret, sus ojos llenos de lágrimas reflejaban un dolor agudo en su corazón, jamás pensó que tía Josefa la vendería al mejor postor.


El Poder de una Sonrisa en la AdversidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora