La Consulta

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Alejandro se había marchado ya a la ciudad de Houston para comenzar su doctorado. Habían pasado el funeral de tío Vicente y Augusto seguía preocupado porque Rosmargaret aún no podía salir embarazada.

Rosmargaret cada vez se hundía en su dolor interno, decía que nadie la entendía que solo ella sabía por lo que estaba pasando; Cada vez que salía a caminar veía correr a los niños estaba al borde de colapsar.

Augusto veía las actitudes de su esposa, estaba atado de manos, pero no perdía las esperanzas que algún día se lograra el tan anhelado sueño de convertirse en padre. Cerca de las doce de la noche Rosmargaret se levanta exaltada de la cama, Augusto se levanta con ella preguntándole que le había pasado.

— ¿Estas bien?

— Si solo fue una pesadilla, soñaba que estaba sentada junto a mi madre.

— ¿Josefa

— No vale, María.

Se recostó de la cabecera de la cama pensativa de lo que la había despertado. Un poco más tarde mientras desayunaban Rosmargaret ve muy fijamente a Augusto.

— Quiero ir al médico.

— Perfecto, cuando tú digas.

— Pero no cualquier médico, alguien que me diga que es lo que sucede.

— Lo que tú decidas yo te apoyo.

— Esta noche llamo a Alejandro.

— ¿Tan lejos quieres ir?

— Si.

— Perfecto, siempre y cuando estés consciente del paso que piensas dar.

Llagada la noche Rosmargaret toma el teléfono local y se dispone a llamar a su cuñado. Augusto ve que la impaciencia la consume, pero sigue allí a su lado apoyándola en todo.

— Hola Alejandro.

— ¡Cuñada bella! — Tiempo sin escucharte.

— Alejandro voy a ir al grano, necesito me pongas en las manos del mejor médico de los Estados Unidos de Norte América.

— ¿Y eso?

— Tú que crees cuñado.

— Quieres que te vea un psicólogo — suelta una carcajada.

Siguieron hablando por el espacio de dos horas, Alejandro le explicaba que una colega Gineco-Obstetra que tenía al este de la ciudad de Caracas, muy reconocida y que ella podría darle un diagnóstico acertado, pero que tomaría tiempo, que no perdiera las esperanzas que él, aunque no estaba físicamente presente lo estaba de corazón y que la decisión que ambos tomaran él también los apoyaría.

Inmediatamente tomo de la mano a Augusto diciéndole.

— Mañana viajamos a Caracas, Alejandro me dio la dirección de un colega.

— Que éxito amor, así podrás salir de dudas.

Ambos se dieron un abrazo, sabían que algo estaba por suceder, pero su en mente deslumbraba un destello de mantener la esperanza.

Llega el viernes por la tarde, cuando Rosmargaret se estaba haciendo unos exámenes médicos con la colega de Alejandro. Mantuvo una conversación con ella durante la consulta y le hizo saber que quería ser madre, que no entendía porque no quedaba embarazada a sabiendas que era una joven sana y saludable.

La doctora Isabel, hija de padres médicos tenía una amplia experiencia en traer muchos bebes al mundo. Era una joven alta de cabellos amarillos como el sol de ojos verdes claros, de voz suave y melodiosa y una sonrisa sin igual.

El Poder de una Sonrisa en la AdversidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora