La Bienvenida

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Ya en la habitación Augusto le pregunta a la enfermera de porque no está allí su bebe y esta le dice que él debe estar bajo los cuidados del personal del hospital y que por orden del doctor Daniel, que llama a cada rato para preguntar.

— Pero acérquese hasta la sala donde están los niños.


— ¿Pero es normal?

— Si señor es para cuidar mejor a los bebes, no se preocupe él está bien, está en buenas manos.

Por la puerta de la habitación entra Daniel y Josefa llenos de regalos y globos de colores, casi que habían comprado la tienda, detrás de ellos llegan también unos señores con arreglos de flores y un cartel que decía "Bienvenido a la Familia".

— ¿Y dónde está él bebe?

— Abajo dijo la enfermera con los demás niños.

— Más le vale que lo cuiden por eso llamaba a cada instante.

— Claro si el nieto del Coronel Daniel.

Entre risas y abrazos entra la enfermera llevando en sus brazos al bebe tan esperado.

— Déjame verlo.

— Claro Doctor Daniel.

— Pero mira que gordo está él bebe.

— ¿Y cómo lo van a llamar?

— ¡Se va a llamar Eduardo!

— Que nombre tan peculiar.

— ¡Ahí este niño me acaba de orinar!

Todos soltaron una risa asombrados de lo que Eduardo había hecho. Isabel hizo acto de presencia en la habitación, todos estaban admirando lo robusto que era él bebe, algunos comentaban que era muy pelón. En la habitación se respiraba una paz inmensamente increíble; Eduardo había logrado unir más a la familia.

Ya de alta y en camino a su nueva casa Rosmargaret medita acerca de la propuesta que le hicieron Josefa y Daniel. Le comentaba a Augusto con él bebe en sus brazos.

— ¿Qué piensas de los que nos dijo Josefa y Daniel?

— No se me cuesta digerir tanta información, me parece un sueño.

— ¿Crees que nos están engañando?

— No se veían muy sinceros, además viste como se volvieron locos al ver al niño.

Así continuó la conversación hasta llegar a la casa de Josefa, al final de la calle subiendo por la colina, recordó la entrada tan espectacular que tenía, suspiro Rosmargaret junto a su bebe esta se sentía como en casa.

Afuera la servidumbre y el chófer esperaban a la esperada niña Rosmargaret y su hijo, todos aplaudieron y salieron a abrazarla cuando se bajó del carro, era un momento especial en sus vidas.

Quien pensaría que el milagro de la vida resultaría así en una muchacha que casi perdía las esperanzas.

Ya instalados en su nueva habitación Rosmargaret le dice a Augusto.

— ¿Y ahora que prácticamente nos dejaron todo esto y más que piensas hacer?

— Primero quiero ver como ayudo a mis hermanos y a mi familia.

— ¿Pero no te excedas Augusto?

— Rosmargaret lo sé, pero no puedo abandonarlos, la vida nos ha sonreído desde que mi hermano Alejandro nos tendió la mano.

— ¿Qué raro que no nos ha llamado?

— Ahora a la noche lo llamo para saber de él.

— Tenemos que ir a presentar a Eduardo.

— Si Daniel y yo nos encargamos de eso.

— ¡Ah, se me olvidaba debemos ir a donde doña Gabriela!

— Claro que si amor quiero darle las gracias por esta bendición.

Josefa entra a la habitación interrumpiendo la conversación, les dice que les dijo a las muchachas de la cocina que les haga una exquisita cena para recibir a Eduardo, le dejo claro que no se preocupara que fuera en la estricta intimidad.

Rosmargaret respiro diciéndole que menos mal porque no estaba preparada para recibir a nadie. José fa sonrió junto a ella y comenzó a hacerle cariño al bebe.


El Poder de una Sonrisa en la AdversidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora