Capítulo 49: Pronto

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Tensión.

El silencio abundaba por todo el lugar, el sólo sonido de las manecillas del reloj no hacía más sino aumentar los nervios. Los lápices y bolígrafos rozar con las hojas para escribir con miedo las respuestas hacía la sangre de mi corazón bombear con fuerza y mi cerebro colapsar.

Odiaba los exámenes, me hacen pensar.

Y el ambiente en que todos se encerraban me incomodaba aún más, aun si sabía todo y estudiaba con esmero, era totalmente consciente de el nivel de la academia. Y de mi propia edad.

Estos exámenes aseguraban el próximo año en la clase avanzada, actualizando la lista de los promedios. 

Claro que quería continuar estando en gran lugar, segundo promedio de la academia desde los nueve años,  a pesar de que siempre había aspirado a llegar al primero, nunca lo conseguí. Y saber que tenía al idiota pisándome los talones en las notas no hacía más sino aumentar mi espíritu competitivo.

El maestro se encontraba en frente del salón, de brazos cruzados y con postura severa. Su propia presencia esos días expulsaba rigidez, vistiendo traje formal para su debida ocasión, eran los finales y se debía ser totalmente serios. 

Desvié con discreción mi mirada a mi costado, intentando ser por mucho menos obvia. Allí estaba él, mirando con miedo la hoja mientras que llevaba la punta de su bolígrafo hasta apoyarla delicadamente sobre sus labios.

Luego de aquella tarde en la que salimos juntos por el parque,  me tuve que sumir en los estudios totalmente. Al igual que Luka, a quién llevaba café todas las noches y la encontraba durmiendo sobre su escritorio.

Pensar que ella había decidido ya la universidad en la cual estudiaría, y que esta no estaba para nada cerca de la ciudad no hacía más sino deprimirme. Pero saber que ella se esforzaba tanto por matricularse y estaría feliz de estudiar allí, me terminaba por quitar una pequeña sonrisa oculta, con algunas lágrimas.

Mamá.

Los humanos, por defecto, somos egoístas. Respuesta B de psicología y sociología.

Nuevamente repasé las preguntas, el examen de química terminaría en aproximadamente 25 minutos. Ya que quitaban los relojes durante los exámenes, privándonos de los horarios para no distraernos, hacía mis propias especulaciones de acuerdo con la luz del sol que caía en mi asiento.

O eso habría hecho de no ser porque el día estaba nublado y el viento soplaba con gran fuerza.

Había que admitir que la academia sabía lucirse, esta vez eran 4 hojas por materia, comparando con el año anterior que habían sido 2 y media.

Si me hubieran entregado este examen a mis 9 años, estaba totalmente segura de que lo habría resuelto sin problema alguno y con más rapidez de la que yo misma podría creer. En aquel entonces lo habría considerado normal e incluso aburrido, como una muñeca vacía.

Maduré.

A mi propia forma, quizás para peor, pero lo había hecho.

De igual forma, si salía de la clase avanzada, podía ingresar el año siguiente ya con la edad requerida y normal. Al igual que el idiota que se encontraba con un colapso mental a mi lado. El examen parecía haber consumido sus pocas neuronas en su totalidad.

Incluso creí haber visto espuma salir de su boca ¡¿Eso no era rabia?!

Suspiré, nuevamente volviendo a poner mi total concentración en el examen.

Bostecé.

Ya me había acomodado demasiado en mi asiento, y el abrigo —Que nuevamente había olvidado en mi hogar— Y había sido sustituido por uno prestado de él. Me brindaban el suficiente calor como para adormecerme.

Mi tierna otaku.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora