El sonido de los fuertes golpes comenzaban a retumbar por todo el departamento, mientras que yo simplemente me volvía a arropar con la cobijas que tenía a mi alcance, cubriendo completamente mi cabeza y volviendo a cerrar mis ojos.
Mas aquellos golpes con gran resonancia me lo continuaban impidiendo, era realmente molesto aquel sonido.
Sin ninguna otra opción, terminé por desprenderme de las cobijas y mi cama, enderezando mi postura mientras me estiraba de camino al pasillo con los ojos medianamente entreabiertos, los golpes continuaban por todo el departamento. Los vecinos seguramente se molestarían tanto como yo lo hacía en ese momento. Comencé a abrir y cerrar mi boca una vez bostecé, comenzando a saborear el ayuno, me pregunté que hora sería al no presenciar el sol a través de las ventanas.
Claro, había bajado las persianas.
Mis pies descalzos se desplazaban con pesadez, mientras mi mente continuaba dormida y me movía por mero instinto. Una vez en la sala observé de soslayo el espejo que se encontraba a mi derecha, nuevamente me había dormido con el uniforme.
Mis oídos parecían haberse acostumbrado tanto a aquellos golpes, que ya por si mismos comenzaban a amortiguar el sonido.
Ya frente a la puerta, me dispuse a comenzar a quitar la llave y los demás cerrojos que poseía la puerta para su seguridad.
Verlo por las mañanas solía ser odioso, pero ahora resultaba totalmente un fastidio. Me recordaba que ya no podía continuar con mis siestas.
Al igual que todas las mañanas, vestía la camisa del uniforme mientras que portaba en su mano el abrigo junto con la mochila, su cabello aun sin peinar y con la coleta medianamente echa me hacía saber que había salido de su casa con apuro. O que había estado golpeando la puerta por mucho tiempo, como ya comenzaba a ser costumbre.
—Si esto va a ser así todas las mañanas, deberías ir haciendo una copia de las llaves para poder llegar y lanzarte agua.
Sonreí inocentemente aun adormecida mientras le abría el paso hacia el interior del departamento.
—Lo haces y te muerdo—Aclaré.
Poco después de la partida de Luka —Que no había sido hacía más de una semana— Len comenzó a despertarme por las mañanas, aparte de ser un gesto algo cariñoso, también resultó siendo molesto. Luka era la única persona que podía despertarme al horario correcto, lo había hecho durante todos estos seis años.
Recuerdo que al primer año comenzó con golpear una cazuelas a mi costado. Durante el segundo y el tercero ponía un opening diferente todos los días a todo volumen. El cuarto optó por golpearme con almohadas o mojarme dependiendo de su inspiración. El quinto fue totalmente aleatorio, a veces incluso no lo hacía y yo me despertaba cerca del mediodía.
Y este año, dijo que ya estaba madura como para despertarme con despertador sola.
Ya me estaba preparando para esto al parecer.
No podía asegurar que me encontraba bien, muy por el contrario, aun continuaba dolida por la repentina soledad que me consumía dentro del departamento. Aun si Lily y Meiko me invitaban a sus casas cuando yo lo desease, no quería resultar una carga para ellas.
Por ahora solo eran dos semanas, pero luego serían varios años. Quizás demasiados.
Pero ya no me encontraba totalmente sola, había una persona que almorzaba, cenaba, y hablaba conmigo en cada momento del día. Aun si él también me utilizaba al no tener nadie más con quien hablar. El idiota.
La persona que se quedaba a comer fideos instantáneos hasta altas horas de la noche conmigo, quien en todo momento del día le gustaba fastidiarme con molestos chistes y hacerme sonrojar con frases disparatadas. Quien me hacía odiarlo y apreciarlo a la vez.
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Mi tierna otaku.
Fanfiction-Porque si piensas en mí, quiero que me recuerdes con una sonrisa. Otaku, es el nombre dado a los fanáticos del anime. La sociedad acostumbra a criticar, marginar y rechazar a estas personas por sus gustos. Claro, puede que a ellos no les importe mu...