La cuidada de Nueva York, esa noche estaba siendo coloreada de un color blanco gracias a la diversidad de tamaños de copos de nieve que caían sin cesar del oscuro cielo estrellado.
Caminé con las manos escondidas en los bolsillos del saco negro que había cogido de casa de Mike antes de salir. Me estaba congelando, me maldije por no empacar unos guantes antes de salir de casa.
Continué con mi camino tratando de ignorar el hecho de mis manos heladas, pensando en la canción que tocaría en mi audición del día siguiente.
Me senté en el suelo de la gran estación del metro. Saqué mi trompeta de su estuche y toque mi versión de esa famosa canción de jazz. Algunas personas se detenían a escuchar algo de la melodía, otras me miraban con lástima y arrojaban un dólar en el estuche abierto de la trompeta, quise reír un poco ante esa acción pero decidí dejarlo pasar.
Unas horas más tarde, me encontré casi solo en la estación, era tarde, por lo que las personas que se encontraban ahí era para abordar el ultimo viaje. Miré a una pareja despedirse con dolor y toqué la última nota de mi canción.
Sin moverme, mi mirada se perdió en la nada durante los próximos segundos causando que el sonido de unos tacones me hicieran sobresaltar, la dueña de estos pasó corriendo frente a mí, su paso era tan apresurado que su móvil cayó de sus manos hacia el suelo rompiéndose en pedazos.—¡Mierda! —exclamó saltando para no tropezar con el aparato.
—¡Oye! ¡Disculpa! —le llamé levantando la mano pero mis llamados fueron en vano ya que siguió corriendo
hacia la entrada para abordar el metro.Me quedé ahí sentando mirando el aparato telefónico, cuando decidí que era hora de irme me levanté y cogí el teléfono móvil. Suspirando me dirigí a la salida cuando escuché una voz femenina preguntando desesperada si ese era el último tren de hoy, me di la media vuelta y vi a la misma chica del móvil roto. Aguardé a que terminara de hablar con el hombre de la limpieza y me acerqué a ella.
—Hola —le dije causando que me mirara—, habéis olvidado tu móvil —le tendí el aparato, ella asintió y lo tomó.
—Vale, muchas gracias —dijo mirando los dos pedazos del móvil—. Genial, está roto.
Yo asentí afirmando que era evidente.
—Perdona, pero es que he escuchado tu conversación con el hombre de limpieza, ¿estáis bien?
Ella suspiró elevando su cabello rubio para que volviera a caer sobre su rostro.
—Si, estoy bien. —ella se dio cuenta que era evidente que sabía que algo le pasaba así que volvió a suspirar— Vale es que me robaron el bolso.
—Oh, ya veo —dije, miré unos segundos hacia la nada y después saqué mi billetera—. Bueno, iré hacia el sur por si queréis compartir un taxi.
La chica rubia me miró sorprendida.
—No creo que vayamos hacia el mismo lugar —dijo elevando una ceja involuntariamente.
—¿A dónde te diriges?
—Boston —respondió.
Silbé elevando mis cejas.
—Es un poco lejos —dije.
—Está bien, agradezco tu ayuda, no tienes que...
—Espera un momento.
Caminé hacia la fila de taxis estacionados fuera de la estación y me asomé en la ventana de uno.
—Hey, oye amigo necesitamos que lleves a la dama a Boston, le han robado el bolso pero te aseguro que puede pagarte —le comenté al hombre del taxi, la rubia se acercó de inmediato y se puso a un costado mío.
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