2. Están lloviendo piñas...

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Abriste el ventanal causando que una ráfaga de viento te golpeé el rostro. Asomaste la cabeza y miraste el tráfico de los Ángeles, tan típico.

—Dame la piña —pediste extendiendo una mano detrás de ti.

Tu hermana cruzó la sala para llegar a la barra de la cocina, donde descansaba la piña que habías comprado ese mismo día. La tomó entre sus manos y te la llevó hasta la ventana.

—¿Segura que es un buen lugar para quitarle el tallo? —asomó su pequeña cabeza por la ventana dejando caer sus rizos castaños—, ¿estás segura que no se te caerá?

Pusiste los ojos en blanco y le quitaste la piña de las manos.

El piso en el que vivían era el penúltimo del edifico que constaba con diez pisos. Consideraban que estaban bastante alejadas del submundo.

Tu hermana se encogió de hombros y te dejó sola en la ventana. Escuchaste como dejaba caer su delgado cuerpo sobre el sofá y prendía la televisión.

Concentrada, tomaste con una mano la fruta y con la otra el tallo verde. Con cuidado de no pincharte, tiraste con fuerza de esta. Estaba muy duro. Pero no era la primera vez que lo hacías así que lo intentaste de nuevo, jalaste con todas tus fuerzas hasta que conseguiste quitar el tallo.

Llena de orgullo lo mantuviste en alto contemplándolo por unos segundos hasta que escuchaste un gruñido. Abriste tus ojos más de lo normal cuando te diste cuenta que la piña ya no estaba en tus manos. Te inclinaste lo suficiente para ver en la calle y sentiste tu corazón martillear con fuerza cuando viste a un chico desplomado en la acera. Sin mencionar que tu piña estaba a un costado de su cabeza.

¿Acaso habías noqueado a aquel hombre con una piña? ¡Demonios!

Te giraste tan rápido que casi caes del escalón. Miraste hacia la nada tragando saliva aún con los ojos bien abiertos.

—¿Qué te pasa a ti? —habló tu hermana mirándote—, ¿qué hay de la piña?

Tragaste saliva de nuevo y la miraste muerta en nervios.

—Oh, no me digas que se te cayó —al notar que no dabas inicios de hablar maldijo poniéndose de pie y corriendo hacia la ventana—. Mierda, ¿lo mataste?

—¡No! —gritaste enseguida.

Ella asomó de nuevo la cabeza seguido de ti. El chico al parecer estaba bajando de su auto cuando le cayó la piña ya que tenía la puerta de este abierta.

—¡(tn)! Debemos ver si está bien..., o vivo.

Asentiste un par de veces y la seguiste a pasos agigantados por la sala. Salieron de su departamento y corrieron hasta llegar a las escaleras. Maldijiste por no vivir en un edificio con ascensor cuando sentiste que te quedabas sin aire por bajar los escalones de dos en dos.

Tu hermana saludó a portero y abrió la puerta principal de una patada, la seguiste recuperando el aire perdido y saliste a la calle. Corrieron hasta llegar a el chico inconsciente y cuando llegaron a su costado se detuvieron.

—Hay que levantarlo —dijo ella mirándolo—. Creo que está vivo.

—¿Cómo qué crees? ¡Claro que está vivo! ¡Sólo fue un golpecito con una piña! —te defendiste exasperada.

—Una piña que cayó de nueve pisos.

—Cállate.

Recordando que había un hombre inconsciente frente a ustedes retomaron la idea de levantarlo. Tomaste el brazo izquierdo y tu hermana el derecho, con un movimiento de cabeza ambas lo levantaron con todas sus fuerzas. Tu hermana cerró la puerta del auto del sujeto de una patada y lo arrastraron hasta la entrada.

✨Sebastian Stan One Shots ✨Donde viven las historias. Descúbrelo ahora