Nueva York a 15 de octubre de 2009.
Querida (tn):
Las calles de la ciudad están desiertas, la luz de la luna ilumina más que los faros de estas. Estoy seguro que te hubiera encantado ver esa imagen, mientras leías un libro sobre mi regazo tarareando una de mis melodías favoritas.
He contando los días, los meses, los años. He contado las gotas de la lluvia mientras esperaba por la cena. He mirado nacer los atardeceres pensando en ti. Todo el tiempo estoy pensando en ti.
He tratado de hacer todo lo posible por no pensarte, pero me temo que he fallado. Intenté infinidad de veces dejar de pensar en ti pero es que me es imposible no hacerlo. A la hora de ir a la cama, cuando mis ojos no aguantan el cansancio, veo tu rostro sonriéndome. Veo tus manos sobre mi piel, tus caricias, tus labios, tus ojos llenos de brillo.
Mi corazón sufre por tu ausencia. La casa es siempre silencio desde que saliste por esa puerta entre sollozos.
Me he dado cuenta de que nos soy el mismo. Me habrías dicho que es una locura, que las personas no pueden cambiar lo que son pero, maldita sea, ¿Cómo puedo ser la misma persona después de haber roto el corazón del amor de mi vida? ¿Cómo no querer cambiar la basura de persona que eres después de eso?
Perdóname. Te pido que perdones entre lagrimas, entre letras y una tinta azul. Te pido que perdones a un hombre que no supo lo que era amar y ser amado.
Sé muy bien que no te merezco, pero es que te amo más de lo que he podido amar a alguien.
Con amor, Sebastian.