11. Detención (I/II)

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—No hay monos en la costa —dejó fuera su cabeza haciendo la señal para que entraras.

—Moros —susurraste cerrando la puerta detrás de ti.

Por un segundo olvidó lo que estaba apunto de hacer y te observó sin entender.

—En realidad es moros —explicaste— No hay moros en la costa. No monos.

Sus labios se curvaron en una sonrisa burlona. Se dio la media vuelta para levantar la tapa de la computadora portátil del profesor Garza.

Tu ritmo cardiaco comenzó a aumentar de manera desesperada. Volviste a abrir la puerta para asegurarte si no venia nadie, por suerte la única persona en el corredor era North el conserje.

—Seb, apresúrate.

Miró tu rostro preocupado y sonrió.

—Tranquila —sus ojos azules te calmaron un poco— ahora pásame la memoria.

Sacaste de tu mochila la pequeña memoria roja y se la pasaste con la mano temblorosa.

—La Garza quedará tan avergonzado que querrá tirarse por la ventana.

Quisiste decirle que si, seguramente la Garza se moriría de la vergüenza pero algo te lo impidió.

Cerró la tapa y colocó la mochila sobre sus hombros.

—Vámonos —te dijo revolviéndote el cabello.

Caminaron juntos por todo el pasillo mientras escuchaban el sonido de la campana. Las puertas se abrieron de golpe y los estudiantes salían para reunirse en el pasillo.

Rostros conocidos saludaban a tu amigo mientras pasaban junto de ti, te miraban y sonreían solamente por tu acompañante, no era porque te conocieran.

—La Garza sabrá que fuimos nosotros, Sebastian —abriste tu casillero para poder meter los libros de las clases pasadas.

Hizo una mueca mientras abría el de él.

—No seas dramática (tn).

—No lo soy. Tampoco quiero ser aguafiestas pero ya llevamos haciéndole bromas todo el semestre, si por alguna razón nos descubre esta vez nos llevarán a detención. O peor, nos expulsaran.

—A ti no.

—A mí si. Soy tu cómplice, te he ayudado en todas tus bromas pesadas —cerraron sus casilleros al mismo tiempo y se quedaron mirándose—. Me encanta ayudarte pero creo que deberíamos parar.

—¡Pero eso es lo divertido de las clases de la Garza! —pasó su brazo por tu cuello y caminaron hacia la clase de la Garza— Somos como una especie moderna de Bonnie y Clyde.

—No soy una ladrona.

—Es por eso que eres mi mejor amiga —dijo sonriendo mientras se iba con Jules, su mejor amigo.

Su mejor amiga. Bueno, eso era un gran avance, el año pasado te consideraba su hermana así que se podría decir que ser su mejor amiga era una bendición.

La Garza entró al salón con cara de pocos amigos. Estabas más nerviosa que la vez que Sebastian aflojó los tornillos de su silla, o esa vez cuando Sebastian escondió una rata en el armario. Esa vez estaba muy molesto.

—Qué hay, salvajes —saludó asentando su gran trasero.

Pasó lista de manera fugaz. Dijiste presente con la voz temblorosa tanto que la Garza te observo discretamente. Demonios, ya estaría comenzando a sospechar.

Levantó la tapa de su laptop, introdujo la contraseña y prendió el cañón.

Tú labio inferior estaba temblando, en realidad, toda tú estabas temblando.

Al contrario de tu actuar, Sebastian estaba de lo más tranquilo conversando con un grupo de chicos y chicas sobre alguna fiesta a la que no estabas invitada.

La Garza abrió la carpeta de sus documentos y buscó la presentación con el nombre "clase seis", sabias que ese era el nombre porque fue el archivo que cambiaron.

—Jóvenes, la clase de hoy se centrará en los artistas más reconocidos del siglo veinte. —se levantó presionando su gran barriga con sus dos manos. Caminó unos cuantos pasos lejos de su máquina para continuar dando la introducción al tema.

Terminó de hablar y regresó al lugar donde había estado hace unos minutos. Su mano derecha se acercó al ratón de la computadora y lo arrastró hacia la presentación. Estaba a punto de dar clic cuando la puerta se abrió de golpe, dejando entrar a Ethan Baxter, miembro del equipo de fútbol Americano de la escuela.

—Baxter —habló la Garza alejándose de su laptop.

«Gracias a Dios» pensaste soltando el aire que llevabas conteniendo un buen rato.

—Lo siento, profesor. —se disculpó encogiéndose de hombros.

—¿Estabas ocupado con la maestra Cecil? —gritó una voz conocida.

Te giraste lo suficiente como para ver a Sebastian dándole la mano seguido de un choque de puños a unos de sus amigos, mientras se escuchaba una ola de risas por todo el salón de clases. Él te miró riendo y te guiñó un ojo.

Solamente le sonreíste. Dios, si no fuera tu mejor amigo ya te hubieras abalanzado sobre él. Pero no. Sebastian era solamente tu amigo.

—Muy gracioso señor Stan —gruñó el profesor. — Adelante, Baxter.

Ethan entró rojo de la vergüenza, se dejó caer sobre su silla no sin antes sonreírte.

Sebastian observó cómo le devolvías la sonrisa al chico y sintió un revoltijo en su estómago.

—Como les estaba diciendo, —continuó volviéndose para darle clic al archivo— los grandes artistas nacieron en el si...

Se quedó atónito mirando la imagen proyectada en el pizarrón blanco.

—Diablos —susurraste hundiéndote en tu silla de madera.

Tus compañeros del salón estaban tan muertos de risa que no notaron cómo la Garza quedaba rojo de furia y vergüenza, diablos si, vergüenza y furia de la buena. Rápidamente cambió la diapositiva pero no, gran error amigo, la siguiente imagen era una de él haciendo cara de pato. La siguiente era una de una pose no muy digna de reconocer, era el profesor acostado sobre la arena con una mirada seductora.

Soltaste una risita olvidando tu miedo, ¿por qué te diría algo si todos se estaban riendo como focas retrasadas? 

Apagó el cañón con un movimiento brusco y se plantó ante ustedes.

— ¡(TN) (TA)! —gritó eufórico— ¿Acaso fue usted la causante de esto?

Dejaste de reír cuando sentiste la mirada de todos clavada en ti y la Garza a unos centímetros de tu silla. Abriste la boca para contestar pera no pudiste, solamente lo miraste hecha un mar de nervios.

—Yo-y-yo...

No te permitió hablar más ya que te tomó fuertemente del brazo y te levantó de la silla de un brinco.

— ¡Basta! —escuchaste— ¡Ella no fue la que hizo esto!

La Garza soltó una sonora carcajada.

—Claro, ¿por qué no lo pensé antes? —te miró y luego a la persona que había hablado— Sebastian Stan y (tn) (ta) son como uña y carne. Era evidente que realizarían sus bromas juntos.

—No, ella no hizo nada —te defendió encarando al maestro.

—Señor Stan, señorita (ta), espero que se diviertan mucho en detención. Una semana entera después de clases.

✨Sebastian Stan One Shots ✨Donde viven las historias. Descúbrelo ahora