22. The memory.

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Yo estaba demasiado asustada por las palabras de Luke y por el resto de los sucesos de la noche sin saber siquiera como comenzar a resolverlos.

—¿Qué te parece? —la voz de Cassie me sacó de mis pensamientos. Me estaba enseñando el departamento que compartiría con Ashton, fuera de la ciudad.

—Es hermoso, Cass. Me alegro mucho por ti, verdaderamente.

Cassie sonrió ampliamente y me mostró el resto del lugar en el que viviría desde ahora. Por unos breves instantes, la persistente voz en mi cabeza habló lo suficientemente alto para irrumpir a través de mis confundidos pensamientos. Cassie me observó con atención y me tomó por los hombros.

—¿Esta todo bien? —preguntó, perpleja—.

—Claro que sí —afirme, para después sonreír brevemente—.

Nos despedimos después de unos minutos de haber pasado hablando sobre algunas novedades que ocurrieron en el transcurso de la semana, y salí del lugar. Caminé alrededor de una hora, para después tomar un taxi de vuelta a casa. Tomé mi móvil entre mis manos y puse el reproductor en aleatorio. Me dediqué a contemplar a las personas que pasaban y los diferentes edificios que lograba divisar por la ventana. La música que sonaba por mis auriculares fue interrumpida por una vibración, que daba paso a nueva llamada. Presione el botón en verde y respondí.

—¿Hola?

—Abby, ¿dónde mierda estás? —preguntaron desde la otra linea con la respiración entrecortada. Alejé el móvil para ver quién era. Anne.

—Voy de camino a casa.

—¡Joder, Abby! Luke a perdido la cabeza. Está rompiendo cosas en el departamento de Calum y le ha dado un gran puñetazo. Estuvo a punto de darmelo a mi por intentar calmarle, pero él se metió en medio y se llevó la peor parte. Esta completamente drogado y no para de gritar tu nombre. ¡Es un maldito desastre y nadie logra hacerle entrar en razón!

—No me importa, Anne.

—Si te importa. Creo que subestimas lo mucho que significas para él. Tienes que venir, Abby. Te necesita.

Alejé el móvil y lo apagué inmediatamente. El conductor me observaba por el retrovisor atentamente, como si estuviera a la espera de algún rastro de humedad que se hiciera presente en mi rostro. Aparté la mirada y me dediqué a observar un punto muerto del tapiz del auto. Un par de minutos más tarde, había llegado ya a mi casa. Un sentimiento de ansiedad se apoderó de mi pecho, provocando que perdiera el equilibrio y me tropezara. Tomé las llaves de la casa y comencé a correr sin estar segura de a donde me dirigía exactamente. Las personas que pasaban por mi lado me miraban con una expresión aterrorizada en sus rostros. Iba a tal prisa, que no me percaté de que un chico caminaba en la misma dirección a la mía, sumergido en sus pensamientos, y chocó conmigo. Caí, dándome un buen golpe en la pelvis. Sin siquiera levantar la mirada aun, él extendió su mano y me la tendió.

—Lo siento mucho, ¿te encuentras bien? —dijo con un tono un poco exasperado.

—Por supuesto.

—¿Abby?

Frente a mis ojos se encontraba Ethan, que estaba mucho mas pálido de lo normal, vale la pena destacar. Tampoco es que se tratara de una sorpresa desagradable precisamente. Le hablé sobre lo sucedido con Luke y soltó un resoplido amargo. Afortunadamente, me acompañó en el resto de camino que me quedaba por recorrer hasta llegar a la casa de Luke. Supongo que en realidad si sabía que quería verle, pero me negué a aceptarlo. Divisé la puerta del departamento de Luke y me adentré por un corto camino de pequeñas piedras incrustadas allí, adoptando la forma de una especie de espiral. Mi mano se detuvo a unos centímetros de tocar la puerta al escuchar el estruendo provocado por algún objeto al quebrarse en pedazos. Después de esto, un sin fin de gritos ahogados comenzaron a escucharse desde donde me encontraba. Sacudí mi cabeza y di tres leves golpes en la puerta. Se escuchó un golpe contra ésta y una palabrota. Calum abrió. De su labio escurrían unos cuantos hilos de sangre. Al verme, adoptó una expresión de calma y un brillo resplandeció en sus ojos.

—Pensé que no vendrías. Tienes que ver a Luke, está hecho un maldito desastre. Está en el segundo piso, en la azotea.

Asentí, para después dirigirme allí. Al verle, una opresión en mi pecho se hizo presente, impidiéndome respirar correctamente. Sus nudillos estaban rotos, cubiertos por una gruesa capa de sangre y moretones alrededor. Sus labios notoriamente destrozados y unos cuantos cristales incrustados en sus dedos. Sus ojos rojos y sus pupilas dilatadas, y entre sus manos un florero que estaba apuntó de lanzar. Al percatarse de mi presencia, comenzó a retroceder y gritar palabrotas. Me acerqué lentamente y lo envolví en un abrazo.

—Abby —susurró, mas para si mismo.

Se apartó de mi lado y me miró fijamente. Dejó escapar un gemido y miró a su alrededor. Él no dijo nada. Y sin previo aviso, se inclinó y mordió la sensible piel de mi cuello. Cerré mis ojos, casi cayendo, y solo sus brazos me envolvieron firmemente manteniéndome en pie. Su boca era caliente contra mi piel, y el sentir su lengua y sus dientes enviaron una corriente por mi espalda. Se apartó, lamiéndose sus labios mientras continuaba sujetándome. Sus labios comenzaron a sangrar, y noté el sabor metálico de su sangre sobre mi boca. Pasó sus manos por mi cintura, y me abrazó con fuerza, pero sin lastimarme. Era como si el mundo se hubiese esfumado, como si solo fuésemos el y yo.

—Lo siento mucho —dijo, reprimiendo un grito—.

Asentí y me puse de pie.

—Hace un buen par de años que no reaccionaba así. Recuerdo que nadie lograba calmarme, hasta que mis padres llamaban al hospital psiquiátrico y acudían para inyectarme morfina —hizo una mueca, y dirigió su mirada a un punto muerto del suelo—. Eres la única que lo ha logrado, Abby.

Al escuchar aquellas palabras salir de su boca, recordé vagamente cuando él me ayudaba con mis ataques de pánico. Me dedicó una nostálgica mirada, y miré detalladamente sus ojos y facciones. Una serie de imágenes de un chico en el hospital psiquiátrico al que solía ir, se presentaron en ni mente como en una especie de cortometraje. «Mira mis ojos, es donde mis demonios se enconden.» sus palabras se repetían una y otra vez en mi mente. El tono lleno de frialdad y odio en su voz me hizo estremecer ante el recuerdo. El chico era él. Era Luke. En varias ocasiones le vi con la mirada pérdida y dopado en los bancos de la gran sala que había allí. Cuando las imágenes desaparecieron, me encontré con una expresión de preocupación de Luke pintada en su cara. Lo miré de soslayo y deposité un corto beso sobre sus labios.

—Luke... ¿ibas al hospital psiquiátrico de St. Vincent's?

Asintió. Un nudo se formo en mi garganta, impidiendome respirar bien.

—Eres tú el chico que solía acercarse cuando yo estaba de espaldas y susurrarme... cosas.

Permaneció por unos minutos con la mirada perdida, para después sacudir su cabeza y fruncir el ceño.

—No lo sé, yo... supongo que si. En realidad no lo recuerdo, no era plenamente consciente de lo que sucedía a mi alrededor, mucho menos de mis acciones.

—Ya no importa, entonces, Luke.

Sonreí. Luke tomó mis manos entre las suyas y las entrelazó. Me estremecí ante su tacto, y me recorrió una sensación de calidez. Sonreí de nuevo al ver como nuestras manos encajaban perfectamente. Luke también sonrió, y levantó su mirada.

—Cómo decirte que jamás encontraré mayor debilidad que tu sonrisa —susurró, para después besar la punta de mi nariz y tomarme entre sus brazos.

Aviso: he editado la mayoría de capítulos, hasta el 16 creo. Bueno, eso, por si quieren leerlos y así entender algunos acontecimientos de este capítulo

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You found me. (Luke Hemmings)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora