Capítulo 3

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     Trevor me explicó un poco más a fondo de qué es lo que hacían aquellos tipos del callejón, y era muy curioso de saber: él dijo que podían romper el sistema y usar tus datos, pero ahora me había dicho que podrían llegar a cambiar sus datos con los de uno mismo, ¿y para qué? bueno, así cuando ellos cumplieran su condena de soledad de doce años, cuando buscaran a la persona con su nombre, irían por quien trajera su información en su chip y ellos tener otros datos y así prevalecer año tras año, sin embargo no se habían dejado dar a conocer hasta que nosotros los descubrimos y debíamos entrometernos más a fondo de cuál era el punto de los delitos que cometían, pues no se sabía si buscaban esa inmortalidad por gusto o si era por hacer algo más.
     Hoy era mi segundo día en los departamentos, quizá en la noche nos iríamos a meter a las cercanas calles de mi familia, así que aprovecharía en pasar a ver a mis padres y saludarlos para darle las buenas nuevas de cómo me había ido, pero mientras tanto en el presente, apenas estábamos en la mesa del comedor, yo ya estaba vestida y arreglada, de hecho no pensaba salir de mi habitación en ropa de dormir y menos de que Trevor me viera así, aunque él salió en bermudas y camiseta para desayunar.
     — ¿Por qué tan arreglada a las nueve de la mañana?
     —No quería salir de mi habitación desarreglada. —dije antes de meterme una cucharada de cereal a la boca e hizo una risita burlona.
     —Está bien, es cosa de que te acostumbres a vivir aquí.
     —Pues aparentemente tú ya te acostumbraste. —señalé su camiseta con mi cuchara y se miró a sí mismo.
     —Bueno, Aspen, viviremos juntos por al menos tres años hasta que lleguen por mi para exterminarme junto a mi soledad.
     —Oh basta, vas a encontrar a alguien, te lo aseguro.
     —Sabes, tengo una duda, ¿cómo sabremos cuando empecemos a crecer? —me miró con los ojos entrecerrados buscando una respuesta y me encogí de hombros.
     —Bueno, no lo sé...
     —Debe haber algo que haga que lo sepamos. —se recargó en su mano y chasqueé los dedos.
     —Yo sé quién sabrá la respuesta.
     En ese momento recordé al viejo Henry, ya que nos dijo que si algún día necesitábamos de un consejo, él nos apoyaría con ello, así que nos dirigimos a su cafetería para aclarar unas cuantas dudas que teníamos acerca de todo esto. Y allí estábamos, pasando ya a través de la puerta de la cafetería junto al sonar de la campana de la entrada, en cuanto Henry salió y al vernos sonrió alegre.
     —Qué sorpresa tenerlos de vuelta por aquí.
     —Necesitábamos que nos apoyaras con una duda que me surgió en la mañana. —mientras que Trevor hablaba, yo me agaché a acariciar a Cokie.
     —Claro, andando, vamos a sentarnos a una mesa. —entonces tomó su bastón y caminó al otro lado de la barra para que nos fuéramos a sentar los tres a una banca de allí dentro. —Dime, Kenneth, ¿qué duda es?
     — ¿Cómo se supone que nos vamos a dar cuenta que encontramos nuestra alma gemela o cómo sabremos que estamos ya creciendo?
     —Verás, lo de tu alma gemela es un poco más fácil de distinguir, porque es esa persona por la cual sabes que darías la vida, aquella persona que concuerda con tus pensamientos y dicen cosas al mismo tiempo; es quien te hace creer que las conexiones entre personas son reales y de una u otra forma te hacen sentir completo. Bueno, puede que al principio no notes que es esa persona o tal vez, desde el primer instante que la ves, te quedas enamorado.
     — ¿Y cómo me daré cuenta que estoy creciendo? Habrá algún cambio notable o creceré de golpe los años que tengo?
     —El punto de tener un alma gemela es envejecer a su lado los mismos años, y tú mismo sabrás cuando comienzas a crecer. Quizá te vuelves más alto o te salen canas.
     — ¿Canas? —Trevor sonó asustado y el viejo Henry y yo reímos.
—Eres muy joven para tener el cabello cenizo como yo. Pero puede que crezcas o tú voz cambie.
—Me alegra escuchar eso entonces.
— ¿Yo también me daré cuenta si estoy creciendo?
—Claro que sí. Ambos dos a su debido tiempo encontrarán el amor y madurarán. —entonces con ayuda de su bastón se levantó y con su mano libre sujetó su espalda un momento. —Y si vienen, tienen a este viejo observador que podrá decirles si ha llegado el momento.
—Muchísimas gracias Señor... —asentí sonriente y él rió satisfecho.
—Pueden contar conmigo para todas estas dudas, jovencitos. Sólo recuerden que como bien decía aquel zorro en ese viejo libro, lo esencial es invisible para los ojos.
—Creo haber leído ese libro. —dije cuando Trevor levantó la mirada.
—Antonie de Saint–Exupéry...
—Sí. El principito. Siempre amé ese libro de niña.
—Bueno, pues háganle caso al sabio zorro y en el momento que alguien los domestique, procuren abrir bien los ojos y el corazón para descubrir quién es.
—Muchas gracias de nuevo. —nos despedimos y fuimos de vuelta a los departamentos tranquilamente con nuestras dudas un tanto más aclaradas.
De camino me la pasé viendo curiosa la barba que le salía a Trevor, eran apenas las puntas pero le venía bastante bien el look, aunque no podía evitar pensar cómo es que se vería sin ella; pasando el arbusto, vi a lo lejos pasar a Skyle caminando algo apresurada, entonces me entusiasme y jaloneé a mi compañero para llamar su atención de inmediato.
—Quiero presentarte a alguien. —dije cuando por fin me hizo caso.
— ¿Ya tienes amigos de fuera y ni te has despegado de mi lado? Está bien.
Así que lo jalé con fuerza y estando más cerca de ella le grité, como resultado, volteó de inmediato y meneó su mano en el aire para comenzar a acercarse a nosotros, aunque noté que Trevor se había quedado un tanto pasmado.
—Skyle, me alegra verte.
—Igual a mí, Aspen. Ya veo que tienes un nuevo amigo, cosa que yo no logro aún. —noté que tenía un libro en brazos pero no logré ver el título porque se veía un tanto borroso.
—Bueno, es tu día de suerte. Él es Trevor y es mi compañero de cuarto. —entonces Trevor reaccionó y la saludó.
—Hola, soy Trevor. —repitió y me solté a reír un poco.
—Es un gusto, yo soy Skyle. —ambos estrecharon sus manos y Skyle me miró sonriente.
—Espero verlos pronto de nuevo, pero he estado deambulando todo el día leyendo y ya debo regresar a mi habitación.
—Perfecto, qué tal si más tarde vas con nosotros a nuestra habitación y nos conocemos todos más. —miré a ambos y Trevor asintió con energía.
—Me agrada. —sonrió y se dio la media vuelta. — ¡Hasta entonces!
De inmediato se fue alegre y Trevor no hizo nada más que mover su mano de lado a lado.
— ¿El gato se comió tu lengua?
—Es muy linda. —susurró y al terminar, suspiró.
—Sabía que te vendría bien conocerla. Aparte de conocerte a ti y a PJ, la conocí a ella de camino aquí y bueno, supuse que sería interesante que conocieras a otra chica aparte de mí.
     —No sé si agradecerte o enojarme porque entonces estás diciendo que estoy quedado. —me miró con una incómoda sonrisa y giré los ojos.
     —Oh vamos, no seas...
     En eso, escuchamos alguna alarma que resonaba y resonaba por todas las calles donde estaban todos los edificios, jamás se había escuchado algo así o al menos no en donde yo vivía, entonces Trevor me tomó del brazo de inmediato y en vez de seguir avanzando hacia nuestro departamento, se desvió para otro lado, de hecho, para otro edificio.
     — ¿Qué está pasando?
     —Vienen por los que ya cumplieron treinta años y siguen solos, pero debes verlo desde arriba, piden a todos bajar, sin embargo, parece ser que te gusta el peligro.
     — ¿Qué? ¿Estás loco? —intenté detenerme y él se detuvo a medias escaleras.
     —Lo niega la que sigue a tipos corriendo en los callejones. —me quedé callada y siguió caminando, entonces en el último piso intentó abrir cada habitación hasta que la quinta tenía la puerta abierta, pues todos habían bajado ya a presentarse, y desde la ventana entre las rendijas de una persiana nos asomamos.
     Todos los que vivían en esta zona estaban allí abajo formados, separados hombres y mujeres, mientras que al frente había un grupo de soldados, una camioneta con equipamiento y al parecer un coronel: no parecía nada raro hasta que todo comenzaba. Así, Trevor comenzó a narrarme todo lo sucedido.
     —El coronel primero busca la lista de aquellos que cumplen con el ciclo máximo, uno de los soldados le pasa los nombres a las camionetas y en las camionetas rastrean el chip de esa persona, así dando con ellos entre todos los que se forman; y allí es donde empiezan a llevárselos, hay gritos, desesperación y sobre todo, por aquellos que fueron víctimas de aquella secta que descubriste, Aspen. —podía ver cómo unos se hincaban a implorar por su vida pero aun así los tomaban y los subían a otros camiones, lo que me hacía invadirme de miedo como si fuera yo una de aquellos que debían llevarse.
     Parecían haberse ya llevado a más de diez personas, aunque al último, todo se mostró más tenso, parecía ser que les faltaba alguien y empezaron a buscar por todas partes.
     — ¿Qué sucede allí abajo?
     —Están buscando a alguien. —su voz se escuchaba un poco más densa y grave por ir analizando lo que miraba.
     — ¿Y crees que lo encuentren? —miré a Trevor y él se quedó algo serio.
     —Si no lo encuentran, se dice que el gobierno tiene el poder de hacer que el chip suelte una clase de suero que te mata, así que de una u otra forma, a manos de ellos o no, a quién estén buscando ya no va a ver la luz del día. —en ese momento me le quedé viendo a mi mano, y se escuchó a alguien subir corriendo en el mismo edificio donde estábamos, así que inmediatamente tomó mi mano y nos encerramos en el baño de dicha habitación.
Me indicó que guardara silencio pegando su dedo a sus labios, pues sonaba que al igual que nosotros buscaba un sitio donde esconderse: podíamos escucharlo golpear cada puerta del piso, hasta que desgraciadamente encontró la puerta donde nosotros estábamos. Su desesperada forma de respirar me tenía con los pelos de punta, porque se escuchaba como buscaba ocultarse, hasta que comenzamos a escuchar a los soldados subir, pero en vez de ponerme tranquila, me sentí aún peor; Trevor me indicó que me escondiera en la bañera por cualquier cosa, así que a gatas, me moví, pero decidí no perderlo de vista.
Entonces lo peor comenzó.
Trevor se pegó a la puerta y se veía que comenzaba a mover la perilla con desesperación, incluso comenzó a patear la puerta y sólo veía las caras de Trevor soportando los golpes para que no abriera. Aparentemente los soldados habían entrado.
— ¡Sabemos que estás dentro! —gritaron y los golpes hacia la puerta dejaron de escucharse cuando de pronto y varios pasos correr, escuchamos el doloroso grito de esa persona que intentaba huir.
El escuchar sus gritos me hizo quedarme helada de miedo, cómo calaba la forma en la que gritaba de dolor, quedándose sin voz poco a poco hasta que se escuchó algo pesado caer al suelo y poco después el sonido de un saco, para así escuchar las pesadas botas de los soldados marcharse de ese lugar. Entonces fue cuando Trevor se despegó un poco de la puerta y le quitó el seguro con cuidado de no hacer ruido.
—Asegúrense de limpiar este cuarto, no queremos sangre ni evidencias aquí. —al parecer aún no se habían ido del todo, entonces miré que había un domo en lo más alto del baño.
—Trevor... —susurré casi para mis adentros pero me logró escuchar, así de inmediato se subió a la taza del baño e intentó abrirlo.
—Está cerrado.
—Si nos atrapan, nos van a asesinar. —me levanté de la bañera y me golpeé con un tubo de la ducha, entonces supuse que quizá ayudaría a aflojar los tornillos. —Ayúdame a sacar esto.
— ¿Qué? Es inútil... —él seguía intentando sacar todos los tornillos con sólo sus dedos y yo me decidí a patear el tubo con lo más que pude de fuerzas. — ¿Quieres dejar de hacer ruido?
—Revisa el baño, porque al parecer no logró entrar allí, pero la puerta está dañada. —escuchamos que hablaron y yo seguí pateando con más fuerza.
—Silencio, Aspen.
—Ya casi... —el tubo comenzaba a desprenderse de la pared, y parecía ser lo suficientemente fino como para servir de desarmador.
—Algo se escucha en los baños, alguien por favor revise él área.
— ¡Aspen! —entonces se salió por fin y el agua comenzó a salir de la pared directo hacia la bañera.
Le pasé el tubo a Trevor, lo usó como herramienta y en cuando logramos quitar el domo, lo levantó, lo movió dejándolo en el techo y se bajó del escusado.
—Sube tú primero.
— ¡Sube tú!
—Cállate y has caso. —entonces me cargó y con mis brazos me impulsé a salir del baño hacia el techo. —En cuanto estés en el techo, gatea a una zona segura.
— ¿Y tú qué? —lo miré desesperada y sonrió. Aunque esa sonrisa se desvaneció cuando se escuchó que alguien ya estaba acercándose a aquel sitio.
—Sólo adelántate. Nadie dijo que yo iba a morir aquí. —dejó el tubo en el escusado, la perilla comenzó a resonar de que estaba siendo forjada a ser abierta a pesar de no tener el seguro y fue entonces que con sólo sus brazos se levantó y subió al techo, poniendo de inmediato el domo en su lugar sin colocar los tornillos. Así tirándose al suelo con las gotas de sudor escurriendo por su cara y yo me sentía a punto de infarto.
Nos quedamos mudos unos momentos y por los orificios de los tornillos vimos que habían entrado ya.
—Ese loco que planeaba hacer aquí. ¡Y que alguien llame un plomero! —gritó el soldado a otros, tomó el tubo y miró hacia arriba, en ese momento ambos nos disparamos a los lados para evitar que nos viera.
Trevor me indicó que gateara hasta la orilla del edificio, así que allí íbamos los dos arrastrándonos casi para evitar que nos vieran. Entonces comenzamos a escuchar que alguien subía por la escalera de metal y me volteó a ver con una sonrisa que no me pareció muy agradable.
— ¿Sabes saltar?
—Ni loca, Trevor. —me negué y rió un poco.
—Entonces sígueme el paso. —se movió hasta la orilla y de la orilla, se agachó, se volteó de espaldas y quedó colgando al vacío sólo dejando sus manos sujetadas de allí, cuando de repente ya no lo vi.
Me asomé y tan sólo ver más de veinte metros de altura, mi estómago se revolvió y un escalofrío me recorrió entera.
—Rápido, te van a matar. —aparentemente estaba dentro de otra habitación.
Supe que no quedaba otra opción, pues escuché que ya habían subido y si no fuera por la pared del tinaco ya me hubieran visto, entonces los vi, pero los soldados no miraban hacia dónde yo estaba, así que de inmediato afronté mis miedos, me puse de espaldas y más tarde en dejar de ver, cuando vi que uno volteaba y las manos de Trevor me sujetaron para cargarme y meterme.
—Sí que pesas.
—No es cierto. —susurré y rió. —Creo que uno me vio.
—Si te hubieran visto, ya estarían aquí dentro, así que respira profundo y relájate. —entonces caminó hacia la cocina de ese departamento. —agradece a quien quiera que viva aquí por tener su ventana abierta y muy buena comida.
—Creo que le debo la vida a quien esté aquí así que alguna vez investigaré quién es.
— ¿Quieres un nugget? —lo acercó a mí boca, pero yo del miedo había perdido el apetito.
—Estoy bien, gracias.
—Esperaremos unos minutos a que todo pase, ¿sí? —me abrazó del hombro y suspiré.
—Está bien...
Entonces me fui a sentar a un sofá y me puse a ver sus decoraciones, que eran prácticamente iguales a las nuestras, pero ellos tenían más marcos de fotos de otras personas, también tenían libros en un estante y algunos viejos CD's, parecía ser que eran personas algo cultas por lo que tenían y me agradaba la idea de querer conocer a aquellos que habitaran aquí.
Trevor pareció pasar hacia el baño del lugar y lo escuché cerrar la puerta, mientras tanto yo me levante a ver los libros y noté que la mayoría estaban amarillentos, algo desgastados e incluso había uno con las orillas quemadas, lo que me había causado aún más curiosidad, entonces por fin encontré el que estaba en mejores condiciones, era grueso y pesado, la pasta era dura pero no lograba distinguir que decía, así que lo abrí a la mitad y noté que estaba perforado y en medio de esa perforación había una pistola, lo que me sorprendió de inmediato y la saqué de allí, así que me encaminé al baño donde estaba Trevor y antes de llegar él ya venía hacia la sala.
     —Mira, me rasuré. —dijo acariciando su propia cara y resoplé pero luego me volví a incorporar a mi punto.
—Tienen una pistola.
— ¿Qué? —entonces se la di y se puso a verla, le quitó el cartucho y se le quedó observando más tiempo. —Está no es una pistola común.
— ¿Entonces?
—Es de otra clase de balas, pero no lo sé. Debemos llevársela a PJ. —la guardó en su bolsillo y se fue a la puerta de la entrada, pegando su oído a ella. —Parece ser que estamos fuera de peligro. Andando.
Abrió la puerta y tras vigilar, me indicó que era tiempo de salir de allí, así que corrí fuera y bajamos las escaleras de allí, yendo de inmediato hacia nuestro sitio, supuse que debía avisarle antes de ir por su radio, y luego también recordé que teníamos que ir una vez más en la noche para adentrarnos en descubrir que es lo que realmente planeaban esos delincuentes.
Llegamos a la habitación y de inmediato tomó el radio avisándole a PJ que íbamos en camino y no sé qué código le dio, pero dijo «tenemos una 040 en el 1005/24», tomó una chamarra de cuero y me señaló con la cabeza que ya debíamos salir otra vez para ver a PJ; todo el camino nos la pasamos vigilando las áreas de que nada malo viniera, nos siguiera o nos viera para entrar, así que quitó la tapa y entramos de inmediato.
     Estando dentro, PJ se levantó de inmediato y le estiró la mano.
     —Déjame verla. —y Trevor le entregó la pistola.
     —Estaba escondida en un libro, pero no sabemos bien quién vive allí. —me crucé de brazos y PJ se adentró a unos cajones para buscar que clase de bala encajaba allí.
     — ¿Cómo era el libro? —dijo sin mirarme y me puse a pensar.
     —Grueso, pasta dura, de un color café del cual el título era imperceptible, porque... estaba borroso... —entonces jadeé y miré a Trevor, pues tenía un ligero mal presentimiento.

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