Capítulo seis.

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La tranquilidad, o lo más parecido a ella, que había en el hospital luego de que Louis desapareciera "misteriosamente", según Harry, era sumamente palpable para todos. Los gritos y ruidos extraños por las noches comenzaba a ser algo totalmente rutinario para él y sabía debía acostumbrarse, pero a pesar de eso, no había habido ningún disturbio particular. 

La primera sesión con el psicólogo traía nervioso a Styles, pero de igual parte ansioso. 

Los nervios venían por el qué diagnosticaría, qué diría sobre su ataque en la reunión terapéutica. Y las ansias por la posible conclusión sobre el análisis de su dibujo. 

Sin importar algunos detalles, Harry comenzaba a adaptarse en aquel lugar. Se sentía a gusto con Liam, Niall y Hope, y con la ausencia de Louis también, aunque quisiera ver su belleza, pero sus miraditas frías y esa manera de verlo con asco le ponían nervioso y prefería aguantarse las ganas de ver sus delicadas y finas facciones a tener que soportar la constante incomodidad de su mirada fija en él todo el tiempo.

Al primer día en que no vio a Louis, se animó a preguntarle a Liam si sabía dónde estaba a lo que éste le contesto un simple "No lo sé, a veces desaparece." 

Harry concluyó en que quizá tenía visitas a algún familiar o persona cerca que no podía ir hacia el hospital por alguna discapacidad por lo que lo sacaban de visitas de vez en cuando. Porque según tenía entendido, el castaño tenía su tratamiento en internación y no ambulatorio, por lo que no debería salir nunca. Pero, ellos lo sacaron, tendrán sus razones. 

 Luego del almuerzo, él tenía la consulta con el psicólogo. Harry aún no tenía claro si sería Este quien lo atendería u otro terapeuta que él no conocía, pero tampoco preguntó.

Cuando una de las enfermeras llamó por él, se levantó de la butaca predispuesta frente al consultorio y caminó temblando un poco hacia la puerta de éste.

Golpeó levemente y una gruesa y áspera voz le indicó que podía pasar. Con sólo la voz Harry se imaginó a un psicólogo de unos sesenta años, canoso y despeinado, con olor a tabaco y, también, imaginó sus pulmones a la miseria.

En cuanto abrió la puerta y vio a quien estaba sentado del otro lado del escritorio no pudo más que cerrar su boca abierta por la sorpresa y ordenarse a si mismo dejar de prejuzgar.

Quien tenía en frente no tenía más de cuarenta y cinco años, se cabello negro y abundante, estriado con algunas canas, rasgos gruesos, sí, pero no era para nada canoso de sesenta y tantos años.

—Buen día, ¿Harry?

El rizado sólo asintió.

 —Buen día. —musitó.

En seguida el psicólogo le invitó a tomar asiento y Harry hizo caso al instante aceptando la invitación. Se dio cuenta que nunca antes lo había visto y siquiera sabía su nombre. En la puerta del consultorio no había ninguna chapita con su nombre tallado, o quizá él había estado lo suficientemente nervioso como para notarla, pero pudo ver en el escritorio, justo al lado de un árbol de alambre con sus ojitas pintadas de verde, una tablilla con unas grandes y negras letras pintadas en ella diciendo: Lic. James Cook.

Volvió al rostro de James quien había tomado unos anteojos de la mesa y se los ponía lentamente observándolo serio pero no con enojo ni tristeza en la expresión. Una simple expresión sin emociones.

Sus grandes y redondos ojos marrones lo miraban expectantes. Quizá debería dejar de analizarlo y decir algo...

—Ehm, ¿Usted es James?

Cook asintió, sin poder ocultar la sonrisa que tironeaba en sus labios, y contestó un "Sí, lo soy."

James notó que ya había hecho sentir incómodo lo suficiente a Harry y más tiempo sería hacerlo sentir mal y eso no era lo que esperaba. Sólo quería ver cómo eran sus facciones, sus expresiones y gestos cuadro algo le incomodaba para así durante la consulta y ver esos mismos signos, evitar sobrepasarse preguntando. Con el tiempo lograría que esos temas que provoquen inquietud e incomodidad sean los temas que Harry más converse.

Oblivion. [Larry Stylinson]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora