Capítulo dieciséis.

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El sentimiento de vacío y soledad que se había posicionado justo en el pecho de Harry lo había hecho llorar desconsoladamente toda la tarde.

Se había rehusado a ir a cualquier hora terapéutica y lo habían llevado hasta el consultorio de su psicólogo. Éste no presionó, sólo esperó paciente y atento a que el llanto de Harry calmara, o, mejor aún,-por cínico que suene- aumente y estalle soltando todo lo que tenía dentro. Porque Harry había estado contándole cosas tan sosas, cosas sobre su vida y cosas clave como "mi papá murió y por estoy aquí" que no llevaban al profesional a absolutamente nada. Aún así había podido analizar a Harry, a través de esas dos ventanas a su mente y corazón que eran sus ojos verdes, a través de las expresiones y cambios de actitud luego de alguna que otra pregunta.

Harry sabía que lo sucedido había sido ese 'un hecho desencadena otro hecho', porque lo que estaba viviendo era un hecho, y qué hecho.

No sólo hablando generalmente, sino que lo de Louis había desencadenado un Harry pensando en él, en lo que siempre lo mantuvo al borde de todo, en la gente hipócrita, en cuánto le había costado confiar en otra persona toda su vida, en cuanto se odiaba, en lo mal que se caía él mismo.

Nada pasa porque sí, nada sale mal de la nada.

Son cosas que se acumulan, que van llenando un cofre que guardamos dentro nuestro, que cada vez que metemos algo nuevo dentro procuramos cerrarlo con el más fuerte candado y guardamos la llave donde nadie vea.

La felicidad es tener ese cofre vacío, porque lo único que contiene es demonios, nuestros demonios. Nos contenemos nosotros mismos allí.

Empieza con pequeñas cosas y va en aumento, el cofre estará tan lleno algún día, el cofre estará cada día más cargado como proporcionalmente nuestro brillo de felicidad en los ojos disminuirá.

Es ese cofre que contrariamente mientras más lleno esté, menos felicidad tendremos.

Pero, por lógica, si llenamos, en un ejemplo cotidiano, un vaso de agua, cuando llegue a su cúspide, revalsará. Así el cofre estará tan lleno que la tapa no cerrará, empezaremos dejando expuestos nuestros demonios y eso nos traerá otros y ahí revalsará y todo explotará.

Y Harry estaba viviendo eso exactamente frente a su psicólogo. Su cofre lleno de sus demonios había revalsado, dejándolo tan expuesto.

Era la primera vez que un amigo lo había dejado de lado.

Era cuando descubrió cuán hipócrita podían ser las personas.

Fue cuando descubrió su orientación sexual.

También cuando la primera persona se burló de sentirse atraído por alguien de su mismo sexo.

Era el odio que tomó por sí mismo. La vez que lloró hasta quedarse dormido con tan sólo quince años. Cuando llegó al límite de el odio a sí mismo. Cuando quedó esa ya casi invisible marca en su ante brazo.

Fue el continuo mal estar consigo mismo, fue cuando comenzó a verse cada día más defectos, cuando él se convirtió en su propio demonio.

Él sólo había encontrado un pequeño momento en el día en que no pensaba plenamente en sus inseguridades, en sus defectos; no pensaba en nada más que reír. Había encontrado en una fiesta con chicos del colegio un momento de escape de su vida cotidiana, un escape de ese Harry falso que había creado para que no vean al verdadero y le había gustado. Y Dios, cómo se odiaba Harry al pensar en que el haberle gustado eso, y haber aceptado otro momento parecido lo había llevado a esa fiesta horrorosa, esa que lo llevaba a la muerte de su padre.

Cuando la cabeza empezó a punzarle en un agudo dolor sintió como las lágrimas ya no caían y se sentía algo más calmado. Quería desahogarse, contarle todo a alguien, alguien que no lo juzgue, que no contradiga lo que piensa y ya.

Oblivion. [Larry Stylinson]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora