Capítulo Final.

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El volver al traje, camisa y corbata fue raro para Louis luego de permanecer tres días encerrado en una celda mal oliente con sus pantalones holgados y una simple remera negra. Sin poder bañarse, sin poder dormir, sin poder parar de llorar.

El encarcelamiento obviamente no sería inmediato, pero aún así, a él lo mantendrían detenido hasta el día del juicio.

El día que fue detenido desde el hospital lo llevaron a una comisaria cercana al juzgado, su abogado le explicó cómo serían las cosas; que debeía aguantar estos tres días, él estaría pensando una forma de dar vuelta el juicio y que pudiera quedar libre, le prohibió hablar con cualquier oficial si no estaba él presente y le recordó que debía mantenerse frío.

Louis sabía y tenía muy en claro que esos tres días de detención serían horribles.

Las paredes grisis y las rejas le dieron la pista, también el que el oficial que hacía guardia la mayoría de las horas, era un homofóbico de los peores y los comentarios sobre el "detenido marica que paró a besar a su noviecito antes de ser llevado" habían corrido rápido entre cada policía de esa comisaria.

Es doloroso sentir que perdiste todo, sentir como si fueses un castillo de cartas.

Fueron precavidos al comienzo, armando lo mejor posible una buena base (una buena infancia); luego viene la segunda parte, donde debieron ser cuidadosos con sus movimientos, con cada respiración, pero sabiendo que si la base fue bien armada entonces ésta parte no será muy complicada (la adolescencia no sería tan difícil si aceptamos nuestra etapa anterior y decidimos dejarla atrás como algo bueno); seguirán contruyéndolo, pero quien armó todo sabrá que la totalidad depende del castillo, de su segunda parte, de su base, el castillo comenzará a hacerse por sí mismo (la juventud depende ya de nuestras deciciones de adolescentes, esas deciciones dependieron de la infancia); y luego llega la cúspide, la parte final donde quien formó  deja en manos del destino, de los factores y del resto, se necesita confianza en quien esté al rededor para no voltearla, se necesita confiar en la base, en el castillo (la adultez es la independencia total, de ésto se trató todo, de éste casi-final en el que estamos en manos de otros, en manos de nosotros mismos y nuestra fortaleza).

Louis lo sabía, sabía que él era un castillo con la base totalmente mal hecha, con una segunda parte lo suficientemente deformada por consecuencia y temía demasiado que su parte final estuviese tambaléandose y peleando segundo a segundo por no caer.

Pensó en lo perdido, pensó en Harry y su no-amor hacia él y sintió la brisa, un fuerte soplido dirijido hacia él, completamente dispuesto a voltearlo.

Era tan sólo el segundo día de detención cuando Louis a mitad de la noche perdió las ganas de luchar.

Cortar la sábana roñosa de aquella cama fue fácil, estaba tan desgastada y ya rota que no le costó nada. Comenzó a cortar en trozos, pedazos de tela en línea.

No supo cuándo dejó de llorar ni cuándo decidió a atar cada pedazo de tele entre sí, muy furtemente, creando una larga cuerda. Supo que estaba actuando impulsivamente y hasta se sintió exagerado por unos segundos, pero no evitó el subir a la cama y atar un extremo en lo más alto de las rejas.

Su rostro desfigurado de tanto llorar, las ojeras debajo de los luceros azúles, su sonrisa un fantasma. Lo pensaba una y otra vez, y estaba decidido cuando subió de nuevo en un extremo de la cama, atando lentamente la cuerda de trapos a su cuello.

Harry le odiaba, a quien más amaba en la vida lo odiaba.

Su madre, quien se supone debe amarte incondicionalmente por toda la vida lo había abandonado.

Oblivion. [Larry Stylinson]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora