EMMA
Corro rápidamente al comedor, pensando en lo tonta que fui al dejarme las llaves en la mesa y no darme cuenta de mi error hasta hace unos minutos atrás, cuando empecé a buscarlas desesperadamente. Estaba demasiado furiosa por mi conversación con el chico de los ojos claros, tanto que me las olvidé frente a él. Puede que sea lindo, pero de todos los idiotas que conocí él es el peor. Y sé que, si las llaves de la cabaña no están, ese chico es el culpable ya que pregunté en recepción y me dijeron que no las tenían.
Estuve varias horas en el bar, terminando de leer el libro con lágrimas en el rostro. Tanto me introduje en él que perdí la noción del tiempo, lo suficiente como para que alguien entre y robe nuestras cosas en la cabaña. Mi corazón late fuertemente de solo pensarlo, así que me apresuro más, como si eso modificara el resultado.
Llego al comedor con un malestar en el estómago que se disipa cuando encuentro las pequeñas llaves doradas encima de la mesa donde cenamos. Me pregunto por qué no las recogieron cuando levantaban todas las mesas, pero no me preocupo demasiado en encontrar una respuesta para ello. Solo sé que tuve un ángel que me ayudó a que nada malo pasara.
O eso creo. Todavía me falta entrar a la cabaña y ver que todo esté en orden.
Cuando me encamino en dirección a la cabaña, escucho que mi móvil suena. En su pantalla leo el nombre de mi madre y me dan ganas de arrojar el celular lejos de mí. ¿Me habrá ido a buscar a la cabaña? ¿Habrán llegado y encontrado todo destruido? ¿Qué le puedo decir si alguien nos robó las cosas por mi estúpido descuido? Fue mi descuido y no quiero que mi familia pague por mi culpa, no es mi estilo. Soy de las personas que cargan con la culpa y, cuando se cierran, no dejan que otro las ayude. Prefiero resolver mis problemas por mí misma.
Además, claramente no puedo decir que fue culpa de un idiota que me dijo que le molestaba que hubiera nacido.
Ahora que lo pienso, no es solo idiota, está loco también.
Con mis mejillas pálidas, decido contestar el móvil.
—¿Hola? —digo. Mis manos están algo temblorosas y no puedo pensar en otra cosa que en llegar a la cabaña. Aún con el celular en la oreja sigo caminando, necesitando llegar con urgencia.
Cuanto más rápido sepa la verdad, mejor.
—¡Emma! ¡Estamos llegando a la cabaña! Te digo para que vayas yendo —avisa mamá, con el sonido de las voces de Mati y mi padre de fondo. Están riendo, felices, y tengo miedo de ser yo la que arruine su felicidad, así que no digo nada, solo acelero mi paso.
—Vale, mamá —hablo—. Yo estoy a punto de entrar.
—¿Está todo bien? ¿Estás corriendo? —Pregunta ella.
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Ojos de cristal [LIBRO 3]
ParanormalTodo estaba tranquilo en la vida de Emma Cusnier. Ella pensaba que sus vacaciones familiares serían perfectas... hasta que conoció ese par de ojos de cristal, esa mirada azul junto al hoyuelo burlón. Se supone que las vacaciones deben ser para rela...